En los tiempos que corren, la moderación no es precisamente un valor muy popular. En la sociedad de las apariencias, sentimos la imperiosa necesidad de mostrar – cuanto más, mejor. En la cultura del derecho, es fácil creernos superiores y caer en la arrogancia. Hijos de un modelo de pensamiento dicotómico, es tentador decantarse por los extremos.
En ese contexto, la moderación pierde terreno dejando paso a un discurso que inclina peligrosamente la balanza hacia el extremismo. Los medios de comunicación ponen su grano de arena esforzándose por mostrar lo diferente y ensalzar lo distinto. La moderación no hace noticia y no parece atractiva. Sin embargo, esa falta de moderación nos termina pasando factura – tanto a nivel personal como social. Una mirada a la sabiduría de la Antigua Grecia nos brinda otra perspectiva para vivir de manera más serena.
Hybris, los excesos y la arrogancia
Los antiguos griegos llamaban “hybris” al estado de soberbia, desmesura y arrogancia, generalmente el producto de un ego desmedido. De hecho, esa palabra se solía usar en el contexto del teatro para hacer referencia a las personas que robaban escena.
También está vinculada a la mitología ya que la diosa Hybris era la personificación de la insolencia y la falta de moderación. Al final, el vocablo hybris se usaba para referirse a las personas que se creían superiores, con más derecho que los demás, y que solían traspasar las leyes, no solo aquellas explícitas sino también las implícitas que marcaban los límites de la convivencia.
Hoy, de esas personas diríamos que padecen el síndrome de hubris. Son personas que van más allá de todo porque se creen con derecho a hacerlo, sin tener en cuenta los derechos de los demás. Personas que empujan los límites de su libertad invadiendo la libertad de los otros. Personas, en fin, que viven en el exceso.
Sin embargo, esos excesos no suelen hacerlas felices, sino que las condenan a un bucle de insatisfacción permanente. Necesitan cada vez más. Quieren diferenciarse. Sobresalir. Sentirse mejores. Esos impulsos a menudo conducen a practicas compulsivas, individualistas y aislacionistas. Se asientan en los extremos y crean burbujas que confirmen sus puntos de vista y visión del mundo, rompiendo los lazos para mantener relaciones humanas auténticas.
El mesótes griego de Aristóteles: In medio stat virtus
Los griegos brindan la solución: el mesótes. Aristóteles, por ejemplo, fue uno de los filósofos que más defendió este concepto, que hace referencia al equilibrio situado entre los dos extremos. El mesótes griego alude a nociones como el centro o medio, pero también a la mediación, la imparcialidad y la neutralidad.
En un mundo que prácticamente nos “obliga” a posicionarnos, a estar a favor o en contra de absolutamente cualquier cosa, este concepto ha caído en el olvido. Sin embargo, es cada vez más importante para reencontrar la serenidad y facilitar la tolerancia.
Homero, por ejemplo, creía que la moderación es la virtud más importante y apropiada, por lo que abogaba por una vida frugal y autosuficiente. Séneca, por su parte, dijo que “lo mismo en el vino que en la libertad, es saludable la moderación”.
Alcanzar el mesótes griego implica analizar de forma racional cada circunstancia para encontrar el punto de equilibrio entre unos extremos antagónicos. Así podemos evitar, por ejemplo, que el coraje se convierta en temeridad, la generosidad en prodigalidad o que la felicidad se transforme en euforia desmedida.
Obviamente, en el camino hacia el mesótes encontraremos algunos obstáculos. Uno de ellos es que a veces los extremos se disfrazan de virtud y ofrecen la imagen de un todo equilibrado. Toda ideología política, por ejemplo, tiende a reducir u ocultar sus defectos o derivas indeseables, revistiéndose de una apariencia particularmente atractiva que obstaculiza el pensamiento racional y la actitud moderada.
Las prescripciones claras y sin fisuras, tanto en los discursos políticos y sociales como en aquellos psicológicos, fomentan las posiciones extremas porque se convierten en opciones atractivas para dejarnos llevar, en vez de pensar y decidir autónomamente nuestra posición.
En la actualidad, por ejemplo, el exceso de información genera un ruido ensordecedor que termina expulsando su análisis. Víctimas de la infoxicación, nos vemos bombardeados con mensajes simplificados al extremo donde se pierden los matices y se favorecen las adhesiones irreflexivas y las actitudes extremistas y arrogantes que nos llevan a pensar que solo nosotros tenemos la razón o somos poseedores de la verdad.
Huir de los extremos nos permitirá desarrollar una visión más amplia y objetiva de los sucesos. Nos permitirá apreciar mejor los matices de la vida. Nos ayudará a instalarnos en la serenidad y, por supuesto, hará que seamos menos manipulables.
Como colofón, es importante tener en cuenta que la moderación no es un punto medio estático ya que en ese caso se convertitía en una entelequia inalcanzable. Como dijera Epicuro, también “debemos ser moderados con la moderación”.
Heráclito nos enseñaba que todo fluye, de manera que el mesótes griego no es una línea precisa de la que no debemos apartarnos ni un milímetro sino más bien un espacio dinámico en el que nos movemos y que puede ir variando según las circunstancias. Es un espacio de reflexión, que no siempre está exento de tensión, pero en el que podemos madurar con serenidad nuestras posturas sin dejarnos llevar por modas extremas y extremistas.
Fuentes:
Gargantilla, P. et Al. (2019) ¿Nos sobra hybris y nos falta areté? Med fam Andal; 20(2): 93-94.
Amat, C. (2006) Embriaguez y moderación en el consumo de vino en la Antigüedad. Iberia; 9: 125-142.
Javier Osorio dice
Te escribo desde Bogotá. Sigo tus acertados, maduros y bien escritos artículos desde hace años y no solo los leo con detenimiento y fascinación, sino que los comparto con familia y amigos, con la seguridad que tus análisis les serán de incuestionable ayuda.