Que a muchos niños no les gusta leer no es un secreto para la mayoría de los padres. Leer es un acto que demanda un esfuerzo considerable, sobre todo al inicio, cuando aún deben automatizar la lectura. Por tanto, no es extraño que se muestren reacios.
Además, en un mundo lleno de móviles con cientos de videojuegos y miles de vídeos al alcance de la mano, leer se antoja una actividad aburrida y carente de interés. Por eso, cada vez más padres están pagando a sus hijos para que lean.
Uno de esos padres comentaba que después de pagarle 300 dólares durante un año, parece que finalmente su hijo convirtió la lectura en un hábito. Otro afirmaba que fue un paso más allá y recompensaba económicamente a sus hijos para que hicieran los deberes porque “el refuerzo positivo es una herramienta poderosa”. Incluso algunas madres, inicialmente reacias a “sobornar” a sus hijos para que leyeran, han terminado cediendo.
Paréntesis necesario.
¿Nos hemos vuelto locos?
Fin de paréntesis.
¿Por qué no es una buena idea pagar a los niños para que lean?
En 1973, psicólogos de las universidades de Stanford y Michigan reclutaron a unos niños en edad preescolar que mostraron un interés intrínseco por el dibujo. Los dividieron en tres grupos:
1. Premio asegurado. Les pidieron a los pequeños que dibujaran para obtener una recompensa.
2. Premio inesperado. Los niños dibujaron y al final recibieron una recompensa por sorpresa.
3. Sin premio. Los pequeños no recibieron ninguna recompensa.
Una o dos semanas después de las sesiones experimentales, los investigadores volvieron a introducir la actividad de dibujo en las aulas. Comprobaron que los niños a los que recompensaron con un premio asegurado, dedicaron la mitad del tiempo a dibujar, en comparación con aquellos que no recibieron una recompensa, lo cual significa que su motivación intrínseca por la actividad había disminuido.
No es el único estudio que constata que, como norma general, las recompensas externas no contribuyen a desarrollar una motivación intrínseca e incluso pueden llegar a dañarla. Otro experimento realizado recientemente en el Instituto Max Planck constató que a tan solo 3 años, la expectativa de recibir una recompensa material socava la motivación inicial de los niños por compartir.
El refuerzo positivo es una herramienta educativa a la que debemos echar mano cada vez que sea posible. No cabe duda. Pero las recompensas externas no son la mejor manera de reforzar un comportamiento, sobre todo si queremos que se mantenga a largo plazo y sea una fuente de satisfacción personal, más que un simple hábito o una obligación.
Las recompensas externas suelen alimentar una motivación extrínseca, la cual puede cambiar rápidamente la conducta de los niños, pero también suele desvanecerse con la misma rapidez cuando desaparece el reforzamiento. Además, las conductas impulsadas por la motivación extrínseca suelen ser pasivas.
La motivación intrínseca, en cambio, se refuerza autónomamente a través de las emociones positivas que genera la experiencia en sí. Como resultado, esas conductas serán más persistentes y estables a lo largo del tiempo y no se verán tan influenciadas por los cambios externos.
El camino más fácil no siempre conduce a donde queremos ir
Pagar a los niños para que lean o hagan los deberes es el camino más fácil. Y hoy, todos parecemos estar demasiado exhaustos o ensimismados como para tomar otro camino. De hecho, hay muchos padres que no ven nada de malo en ello ya que, a fin de cuentas, “muchos adultos trabajan porque les pagan para hacerlo” – cito literal su razonamiento.
Y ese es precisamente uno de los problemas de este enfoque. Enseñar a los niños que los demás pueden pagarnos por consumir tiempo de nuestra vida, para que hagamos cosas que no nos agradan, no los ayudará a convertirse en personas más autodeterminadas que persiguen sus sueños. Más bien los empujará a convertirse en piezas del sistema que se mueven según el valor de las recompensas externas.
Si quieres que tu hijo lea, estudie o te ayude con las tareas domésticas, muéstrale la importancia de esas actividades y busca estrategias para que las disfrute. ¿Es complicado? Sí. ¿Imposible? No, lo han hecho millones de madres y padres de generaciones antes de la nuestra.
Transmitir a los niños el mensaje de que deben moverse por el dinero o las recompensas materiales no desarrollará su motivación intrínseca. No los ayudará a buscar en su interior y descubrir qué es lo que desean a medida que crecen. La lectura, o cualquier otra cosa a la que dediquemos un tiempo considerable de nuestra vida, no debe ser un simple hábito, sino algo que realmente disfrutemos.
A fin de cuentas, leer por leer no aporta mucho. La lectura significativa es el arte de dar sentido a lo que leemos y lograr que esa nueva información amplíe nuestra perspectiva vital. Como dijera Francis Bacon, «algunos libros son probados, otros devorados, pero poquísimos son masticados y digeridos«. No basta con enseñar un hábito, hay que encender una pasión. Y eso no se logra pagando.
Referencias Bibliográficas:
Ulber, J. et. Al. (2016) Extrinsic Rewards Diminish Costly Sharing in 3-Year-Olds. Child Development; 87(4): 1192–1203.
Lepper, M. et. Al. (1973) Undermining children’s intrinsic interest with extrinsic reward: a test of the «overjustification» hypothesis. Journal of Personality and Social Psychology; 28(1): 129-137.
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