
Más allá de los problemas “normales” que puede acarrear la procrastinación, lo cierto es que este mal hábito también puede ser muy dañino para la economía. De hecho, los expertos estiman que el 40% de las personas tiene pérdidas financieras debido a la procrastinación, en algunos casos, verdaderamente severas.
Pero la procrastinación también es un problema para la propia salud. Investigadores de la Oregon Health and Science University analizaron un total de 19 800 personas y apreciaron que aquellas que tenían niveles más elevados de colesterol eran quienes postergaban por casi cinco meses las visitas al médico. De la misma forma, psicólogos de la Universidad de Windsor en Ontario condujeron un estudio en el cual involucraron un total de 254 personas y concluyeron que aquellos que tenían niveles más altos de estrés eran quienes solían procrastinar más, sobre todo porque presentaban dificultades para manejar el tiempo y completar los proyectos.
También se conoce que la procrastinación está íntimamente relacionada con el tiempo de duración de una tarea o proyecto. La mayoría de las personas muestran una tendencia a procrastinar cuando los plazos de expiración se encuentran más lejanos en el tiempo. La explicación podría encontrarse en lo que se denomina: la postergación temporal. Según algunos especialistas cuanto más cercana esté una persona a la recompensa (o al sentimiento de realización), el premio en sí parecerá más valioso por lo que habrá menos posibilidades de que se postergue el esfuerzo necesario para alcanzarlo. En otras palabras, la gratificación inmediata resulta más motivante que los premios que se vislumbran en un futuro lejano.
Se afirma que esta forma de pensar y comportarse tiene una fuerte base evolutiva; si bien también se ha transmitido culturalmente a través de refranes populares como: “más vale pájaro en mano que cien volando”. En el 2004 el neurocientífico Barry Richmond reportó haber encontrado las bases biológicas de la procrastinación.
Richmond realizó su experimento con animales, específicamente, con monos, a los cuales entrenó para que liberasen una palanca siempre que un punto en la pantalla pasase del rojo al verde. Cuando los monos continuaban realizando este ejercicio, en la pantalla se encendía una barra gris que avisaba que la recompensa estaba cercana. Lo curioso fue que, al igual que quienes procrastinan, los animales cometían más errores al principio de la tarea mientras que, una vez que veían la barra gris que avisaba que la recompensa estaba cercana, se concentraban mucho más en la tarea y cometían menos errores.
Richmond hipotetiza que la dopamina, un neurotransmisor relacionado con la sensación de gratificación, podría ser la verdadera causa de la procrastinación. Por ello, colaboró con Edward Ginns, un genetista molecular cuya tarea en la investigación fue la de “apagar” temporalmente los receptores de dopamina en el cerebro de los monos (específicamente en la corteza rinal que asocia los estímulos visuales a la recompensa). Este cambio provocó que los monos no pudiesen prever cuando se acercaba la recompensa. De esta forma, los monos se mantuvieron concentrados todo el tiempo, como si cada intento fuese el último. Pero… no todos los monos trabajaron con la misma intensidad, algunos disminuyeron ostensiblemente el ritmo y nunca llegaron a intensificarlo. Lo cual habla, obviamente, de las diferencias individuales.
Vale aclarar que la dopamina, al contrario de lo que muchos puedan pensar, no está sólo relacionada con la sensación del placer instantáneo sino también con la predicción de éste placer. En palabras sencillas: sería la encargada de avisarnos cuál será la recompensa y cuán alta será la misma en correspondencia con la cantidad de esfuerzo que se está realizando. Además, la dopamina influye decisivamente en el mantenimiento de la atención selectiva, así como en la posibilidad de alternar de forma consciente y voluntaria una actividad u otra; involucrando especialmente a otras estructuras cerebrales como el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal.
Debemos saber que antes de iniciar una tarea, sobre todo si ésta es compleja o conflictiva, presentamos cierto período de retraso relacionado con el reconocimiento cerebral. En este tiempo nuestro cerebro accede a la memoria y verifica si ya disponemos de algún patrón de respuesta aprendido que podemos poner en práctica para el problema en concreto que se nos presenta. Pero mientras transcurre este proceso eminentemente cognitivo (o si se quiere, racional), se activa otro proceso esencialmente emocional en el cual excavamos en nuestra historia de vida personal. Éste proceso emocional (muy relacionado con el concepto de marcadores somáticos propuesto por Damasio) nos puede brindar resultados no satisfactorios, por ejemplo, nos puede activar el miedo a fallar o nos recuerda situaciones similares en las cuales nuestra emocionalidad fue muy negativa. De esta forma, el sistema atencional y decisional se encuentra mediado por los estados negativos que hemos vivenciado (o vislumbrado) y decidimos (de manera más o menos consciente) postergar la tarea; sobre todo si no tenemos el impulso que nos brinda percibir una recompensa cercana.
Si bien no creo que pueda afirmarse al 100% (y ni siquiera en un 80%) que la procrastinación sea una cuestión que depende únicamente de nuestros niveles de dopamina, sí resulta interesante puntualizar el hecho de que la procrastinación es un fenómeno multideterminado, donde influyen no sólo nuestros hábitos (como afirman muchos gurús de la productividad personal) sino que también inciden nuestras peculiaridades personológicas, nuestros estilos de afrontamiento e incluso la actividad neural. Obviamente, la incidencia de la dopamina no puede convertirse en una excusa para asumir la procrastinación sino que simplemente es una pieza más del puzzle que debe tomarse en cuenta para comprender a las personas que suelen procrastinar.
Fuentes:
Sobalvarro, C. C. (Junio, 2009) La toma de decisión y la procrastinación. XXXII Congreso Internacional de Psicología, Guatemala.
Trisha Gura (2008) I’ll Do It Tomorrow. Scientific American Mind; Diciembre-Enero: 27-33.
Richmond, B. J. & Ravel, S. (2006) Dopamine neuronal responses in monkeys performing visually cued reward schedules. European Journal of Neuroscience; 24(1): 277–290.
Mirna dice
Hace un tiempo leí un artículo similar a éste en el Blog de la Procrastinación: http://bit.ly/nZHvkn
Jennifer Delgado Suarez dice
Hola Mirna,
No conocía el blog que me apuntas pero le he echado un vistazo y es muy completo en relación a la procrastinación.
Cuando se realizan artículos de difusión del conocimiento científico no es extraño que algunos resulten parecidos ya que al final nos basamos en los mismos estudios científicos.
En mi caso, las fuentes bibliofráficas que utilice para escribir este artículo están debidamente citadas al pie del mismo. Suelo ser muy rigurosa al respecto.
Un saludo