Corría el año 1851 cuando Sojourner Truth, una mujer nacida en esclavitud en Estados Unidos que se convertiría en una famosa oradora antiesclavista dio un breve discurso en el que planteó una pregunta sencilla “¿acaso no soy mujer?”.
Su discurso contribuyó a poner en marcha el movimiento por el sufragio femenino en Estados Unidos, pero también puso la primera piedra para aunar a las mujeres por un objetivo común ya que en aquella época la sociedad se dividía en mujeres blancas más privilegiadas y mujeres negras consideradas de “segunda categoría”.
Su caso nos demuestra que la biología y lo cultural, lo natural y lo social a menudo se entrelazan de maneras intrincadas dando lugar a diferentes interpretaciones de una misma realidad. Por tanto, la pregunta “qué es ser mujer” sigue siendo tan válida en los tiempos que corren como hace siglos.
El género en disputa
“Solo los delirantes negarían las diferencias biológicas entre las personas, pero solo los desinformados pueden sostener que lo que significa el cuerpo y su relación con la categoría social no varía entre las culturas y a lo largo del tiempo”, afirmó la historiadora que estudia el género y la sexualidad humana Susan Stryker.
Hasta hace relativamente poco, ser mujer estaba ligado indisolublemente a la maternidad. Varios estudios han comprobado que en las sociedades pro natalistas – que son casi todas – las mujeres que deciden voluntariamente no tener hijos son más estigmatizadas que los hombres, además de ser vistas de manera más negativa y estereotipada que aquellas que tienen hijos.
A lo largo del tiempo, la narrativa histórico-cultural ha conectado inextricablemente los conceptos de “madre” y “mujer”, de manera que las identidades individuales de las mujeres a menudo se han visto profundamente socavadas por los discursos pronatalistas. Por esa razón, desde los años 1960 muchas mujeres adscritas al movimiento Child-free luchan por su identidad, desligando el ser mujer de la capacidad o el deseo de procrear.
Un poco antes, en 1949, la filósofa francesa Simone de Beauvoir propuso otra manera de comprender este género al afirmar: “on ne naît pas femme: on le devient”; o sea, “no se nace mujer, se llega a serlo”. Quería decir que desde que nacemos, nuestros cuerpos se someten a la influencia de unos procesos sociales y culturales que nos transforman en las personas en las que finalmente nos convertimos.
La filósofa y activista feminista apuntaba que tanto los hombres como las mujeres somos moldeados por la sociedad para cumplir determinados roles, mandatos y exclusiones. Desde que nacemos, somos encasillados en una categoría que contiene un «manual de instrucciones» sobre lo que se espera de nosotros.
Como apuntara otra filósofa, María Luisa Femenías, “ser mujer es una categoría social que se constituye supuestamente sobre la base del dimorfismo sexual”. A medida que vamos creciendo, percibimos las expectativas sociales sobre nuestros comportamientos, las cuales se basan en gran medida en nuestro sexo biológico. Por ende, hasta ahora el concepto de mujer había partido de un dismorfismo corporal, una herencia genética que nos diferencia de los hombres, para asentar sus raíces de significado en la sociedad y la cultura.
Sin embargo, la también filósofa Judith Butler piensa que la correspondencia o coherencia entre el sexo biológico y el género es simplemente una expectativa cultural puesto que siempre han existido personas que se identificaban con el sexo femenino, aunque no nacieran con dicho sexo. El emperador romano Heliogábalo, por ejemplo, prefería que se refirieran a él en términos femeninos. Desde esta perspectiva, los géneros se aprehenden y construyen en sociedad.
Ser mujer, un acto de significación personal
Las múltiples respuestas a la pregunta “qué es ser mujer” pueden extender los límites de la feminidad en múltiples direcciones. Mientras algunas personas abrazan un arcoíris de posibilidades y hacen referencia a un sentimiento que debe primar sobre la biología, otras se aferran a un fundamentalismo biológico. Y todos están preparados para defender o incluso imponer su “visión”.
Sin embargo, lo que es “correcto” o “real” no resulta tan evidente cuando nos zambullimos en las movidas aguas del significado personal. Lo único cierto es que con el paso del tiempo los conceptos y las convenciones culturales se transforman, volviéndose más amplios o, al contrario, más restrictivos, para reflejar las inquietudes sociales del momento y dar respuesta a las necesidades de un mundo que no para de girar.
Etiquetar a otros de manera diferente a como se han etiquetado a sí mismos es un acto invalidante, pero socavar las bases de un concepto que forma parte del núcleo de nuestra identidad resulta aterrador para muchas. A fin de cuentas, ser mujer y sentirse mujer sigue siendo un acto de significación personal.
A nivel social, mientras el concepto se sigue tejiendo y destejiendo, prestándose a encarnizadas luchas políticas, conviene tener en cuenta que “la deconstrucción de la identidad no es la deconstrucción de la política; más bien instaura como política los términos mismos con los que se estructura la identidad”, como escribiera Butler.
“Si las identidades ya no se establecieran como premisas de un silogismo político […] las configuraciones culturales del sexo y el género podrían entonces multiplicarse”. De esta forma cada quien sería más libre para ser lo que es: una persona con menos etiquetas y más libertad para explorar su esencia – más allá del sexo o el género – en vez de intentar encajar en moldes que no pueden contener la riqueza humana y que a menudo solo sirven para separarnos.
Dicho esto, ¡Feliz Día de la Mujer!
Fuentes:
Jones, R. (2021) El grito de guerra de Sojourner Truth todavía resuena 170 años después. En: National Geographic.
Stryker, S. (2020) What Does It Mean to Be a Woman? It’s Complicated. En: Time.
Moore, J. (2014) Reconsidering Childfreedom: A Feminist Exploration of Discursive Identity Construction in Childfree Live. Journal Communities. Women’s Studies in Communication;37:2: 159–180.
Butler, J. (2007) El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.
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