La angustia causa un gran dolor emocional. Cuando decimos que tenemos el “corazón roto”, lo sentimos literalmente, así como también sentimos un “nudo en el estómago” o una “mano que nos aprieta la garganta”. No son simples metáforas. Las sensaciones viscerales causadas por una ruptura amorosa son muy reales, aunque quizá deberíamos centrarnos menos en el corazón roto y preocuparnos un poco más por lo que ocurre en nuestro cerebro.
Cuando nos rompen el corazón, nuestro cerebro responde en consonancia. Aunque sería más adecuado decir que ocurre justo lo contrario: el cerebro es el verdadero responsable de todos los terribles «síntomas» que asociamos a esa angustia. Comprender por qué nos sentimos así es esencial para gestionar mejor nuestras respuestas y recuperarnos más rápido de un descalabro amoroso.
¿Qué ocurre en el cerebro cuando nos “rompen el corazón”?
1. La angustia emocional duele tanto como el dolor físico
Los estudios realizados con resonancia magnética funcional en las personas a quienes les han roto el corazón han revelado que esa angustia emocional activa los mismos mecanismos en el cerebro que se ponen en marcha cuando experimentamos dolor físico. De hecho, algunas personas han calificado ese dolor emocional como «casi insoportable», a la par del dolor físico.
Sin embargo, hay una gran diferencia que debemos tomar en consideración. El dolor físico casi nunca se mantiene en niveles tan intensos durante un período de tiempo tan prolongado, mientras que el dolor provocado por la angustia y la pérdida puede persistir durante días, semanas o incluso meses. Esta es la razón por la cual, la experiencia de la angustia puede llegar a ser tan extrema y desgastante.
2. Se desata el síndrome de abstinencia emocional
Otros estudios de resonancia magnética funcional han encontrado que cuando tenemos el corazón roto, en nuestro cerebro se activan los mismos mecanismos que en las personas adictas cuando abandonan el alcohol o las drogas. En otras palabras: pasamos por un síndrome de abstinencia emocional.
Los síntomas varían de una persona a otra, pero como regla general se produce una gran afectación de nuestro desempeño ya que vivimos un estado mental y emocional anormal. Lo más común es que experimentemos dificultades para concentrarnos, que no podamos pensar con claridad y que experimentemos una necesidad urgente e imperiosa de contactar con esa persona. De hecho, en algunos casos quienes pasan por una ruptura de pareja difícil pueden sufrir lo que se conoce como parálisis por análisis, que bloquea casi completamente su sistema de toma de decisiones.
3. Los pensamientos intrusivos hilan una tela de araña
Cuando sufrimos un descalabro amoroso, nuestro cerebro generará pensamientos intrusivos sobre nuestra expareja, los cuales invaden nuestra mente sin previo aviso. Puede ser una imagen mental, el fragmento de una conversación, un recuerdo o incluso una fantasía. Ese pensamiento no solo nos interrumpe sino que reabre la herida, reactiva el dolor emocional y desencadena los síntomas de abstinencia.
El problema es que en las primeras fases después de la ruptura, esos pensamientos intrusivos pueden aparecer docenas de veces en una hora, lo cual nos sume en un círculo vicioso que nos mantiene atrapados y nos impide recuperarnos.
¿Qué hacer?
Comprender que estas reacciones son completamente normales y asumirlas como una fase de la cual saldremos, nos permite recuperarnos más rápido de esa sensación de angustia, además de ayudarnos a desarrollar una actitud más compasiva con nosotros mismos, evitando un exceso de autocrítica. Cuando perdemos a una persona querida, es comprensible que nos sintamos mal. Debemos tener un poco de paciencia con nosotros mismos porque la cicatrización emocional requiere tiempo.
Fuentes:
Kross, E. et. Al. (2011) Social rejection shares somatosensory representations with physical pain. PNAS; 108(15): 6270–6275.
Eisenberger, N. I. et. Al. (2003) Does rejection hurt? An FMRI study of social exclusion. Science; 302(5643): 290-292.
Fisher, H. (2000) Lust, Attraction, Attachment: Biology and Evolution of the Three Primary Emotion Systems for Mating, Reproduction, and Parenting. Journal of Sex Education and Therapy; 25: 96-104.
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