En la cultura que nos ha tocado vivir la preocupación por el físico resulta una moda, excesiva diría yo. Cuidar nuestro físico, hacer ejercicios, incluso mimar un poco nuestro cuerpo, es perfectamente normal pero cuando comienza la vorágine de cirugías plásticas, siempre que nuestra billetera nos lo permita, es otro el análisis. Normalmente una persona que no acepta su nariz probablemente tiene un problema mucho mayor que una nariz curvada o grande, tiene problemas para aceptarse tal como es, tiene una autoestima baja.
Existe un nivel donde la preocupación por nuestro físico se convierte en un daño severo a nuestro equilibrio psicológico: el trastorno dismórfico corporal.
La característica esencial de este trastorno es la preocupación excesiva por algún defecto físico que puede ser imaginario o, si existe, el desasosiego de la persona es tal que llega a causar un deterioro en el trabajo, el estudio, las relaciones de pareja o las relaciones interpersonales. ¿Por qué? Pues porque la conciencia de que son «defectuosos» los conduce a evitar situaciones sociales hasta el punto que algunos solo salen de noche para evitar a las personas y que éstas puedan observar su físico. Así, pueden permanecer encerrados en la casa durante largo tiempo, incluso años.
Por otra parte, son habituales las ideas de ser el centro de atención y de burla por parte de los otros, lo cual los hace irritables o retraídos. Normalmente los «defectos» se encuentran en las zonas cercanas a la cara; aunque cualquiera mínimo outline físico puede ser objeto de tensión.
La mayoría de las personas experimentan un malestar intenso en relación su supuesto defecto y a menudo describen sus preocupaciones como “dolorosas” o “torturantes”. Como resultado, suelen pasar horas pensando en su “defecto”, hasta el punto de que estos pensamientos pueden llegar a dominar sus vidas por completo.
También suelen consumir gran cantidad de horas al día comprobando su “defecto” ante el espejo o ante cualquier superficie reflectante que encuentren a su paso. Algunos incluso usan superficies con aumento para poder observarse mejor. Antagónicamente, otros evitan los espejos hasta el punto que llegan a retirarlos todos. Aunque lo normal es que existan periodos de sobrevigilancia y de negación que se van alternando.
A veces, se suele desarrollar un comportamiento de limpieza y de aseo excesivo para intentar disminuir la ansiedad que les produce su “defecto” pero normalmente se obtiene el resultado contrario.
Otros pueden estar excesivamente preocupados y temer que la parte “fea” de su cuerpo no funcione de forma adecuada, sea extremadamente frágil o esté en peligro constante de sufrir algún daño.
El trastorno dismórfico corporal se inicia generalmente en la adolescencia, pero puede pasar desapercibido durante muchos años debido a que con frecuencia las personas con este trastorno no quieren revelar sus síntomas. El inicio puede ser gradual o repentino; el curso es continuo, con pocos intervalos sin síntomas, a pesar de que su intensidad puede presentar altibajos. Según datos publicados en: www.websalud.com a nivel mundial el 48% de las personas con este trastorno requiere hospitalización psiquiátrica en alguna etapa de la patología mientras que un 24% intentará autoagredirse.
Las operaciones quirúrgicas para reparar su “defecto” están a la orden del día pero usualmente los cambios no resultan de su agrado o encuentran otra parte «defectuosa» en su físico. En muchas ocasiones los tratamientos quirúrgicos suelen empeorar el trastorno, ocasionando la aparición de nuevas y más intensas preocupaciones, que a su vez llevan a nuevos procedimientos terapéuticos sin éxito, con lo que estas personas pueden llegar a tener narices, nalgas, orejas, pechos y caderas “sintéticos”, que siguen sin ser de su agrado.
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