Usualmente no nos ponemos demasiados problemas con las cosas que vemos porque todo funciona adecuadamente. Sólo cuando algún área que interviene en el procesamiento de los estímulos visuales resulta dañada es que nos percatamos de el grado de complejidad que implica la visión humana. De hecho, tres décadas antes los especialistas pensaban que existía una sola área para el procesamiento visual: la corteza visual, situada en la parte posterior del cerebro. Pero en realidad la visión es mucho más compleja ya que conlleva la percepción no sólo de la forma y el color sino también del tamaño, la distancia y la profundidad, aspectos relacionados con el procesamiento espacial.
Por ejemplo, existen casos de personas que han sufrido daños en la corteza visual y estos han provocado una ceguera en la mitad del campo visual. Conscientemente estas personas no pueden ver aquellos objetos que se ubican en una parte de su campo visual pero cuando se les pide que toquen el objeto, pueden asirlo, ¡aún si no lo ven!
Otros casos aún más peculiares se refieren a aquellas personas que pueden ver perfectamente los objetos que se encuentran a su alrededor pero no pueden identificarlos y desarrollan una ceguera ante las personas que le resultan significativas, aún si las reconocen por la voz ya que esta área del cerebro no se encuentra dañada.
Estas personas poseen lo que se conoce en Psicología como una “agnosia visual”, un término introducido por Sigmund Freud para denominar la “falta de conocimiento visual”. En términos muy sencillos, muchas de estas personas pueden ver las cosas pero no tienen una representación de las mismas en su cerebro.
Una de las ilusiones ópticas que nos pueden ayudar a comprender este fenómeno es la de “la vieja y la joven”. Inicialmente sólo vemos una imagen, aunque realmente hay dos, y casi siempre, cuando logramos focalizarnos en un rostro, perdemos de vista el otro, aún si los dos están allí. Sería una especie de “agnosia temporal”.
Para comprender los mecanismos detrás de la agnosia visual debemos sumergirnos en los patrones neurales. Los estímulos que recibimos a través de la retina se transmiten a través del nervio óptico llegando a dos canales anatómicos paralelos. Uno de estos canales es más antiguo genéticamente hablando y se dirige hacia el cóliculo superior, que forma una protuberancia en el tallo cerebral y continúa hasta la médula espinal. El cóliculo superior está implicado en la determinación de la localización de los objetos tomando nuestro cuerpo como eje de referencia. El otro canal es más joven y es necesario para identificar los objetos que nos rodean, si bien no incide en la localización u orientación espacial de los mismos.
A su vez, este canal se proyecta hacia las áreas posteriores de la corteza cerebral, donde el objeto en cuestión que estamos observando es analizado en relación a una serie de características como el color, la forma, el tamaño, el movimiento… A su vez esta información discurre por otros dos canales, uno de los cuales se dirige al lóbulo parietal (que nos diría qué es exactamente el objeto que estamos viendo) y otro canal que se dirige al lóbulo temporal (que nos referiría el significado que el objeto tiene para nosotros).
Lo interesante es que sólo el canal nuevo es consciente mientras que el canal antiguo transcurre de manera no consciente.
En el caso de las personas que no pueden ver los objetos localizados en una parte de su campo visual pero si pueden aferrarlos, estaría dañada la zona de la corteza visual, de forma que el objeto no es observado por el cerebro. No obstante, como el resto de los canales se encuentran intactos, esto le permite obtener la información que necesita para aferrar el objeto.
En el caso de quienes no pueden reconocer a las personas que le resultan significativas el daño se hallaría en el lóbulo temporal, aquel que nos avisa del significado personal que tiene aquello que estamos observando. Es decir, la persona se encuentra incapacitada para comprender el significado emocional y apreciar las cosas que antes le resultaban significativas. No obstante, como el canal visual permanece intacto, la persona podrá ver los objetos o a sus seres queridos pero estos no tendrán ningún significado. Es sin lugar a dudas una patología difícil de comprender, podemos imaginar que estamos en un planeta diferente al de la tierra donde no conocemos nada. De esta forma, las sillas, la comida, las personas, absolutamente todo lo que nos rodea pierde su sentido, podemos verlo pero no sabemos comprenderlo porque no tiene un sentido para nosotros.
Existe una condición particularmente rara de agnosia visual en la cual las personas tiene dificultades para nombrar los objetos pero esta problemática se acrecienta aún más cuando los mismos se refieren a los alimentos o a objetos de índole sexual. A esta condición se le conoce como el Síndrome de Klüver-Bucy. Estas personas no pueden discriminar la comida de los objetos no comestibles y de la misma forma, suelen hacerle proposiciones sexuales incluso a los animales (si bien no padecen de zoofilia). En estos casos las personas presentan un gran daño en las regiones del lóbulo temporal (particularmente aquellas relacionadas con el sexo, la alimentación y otras necesidades primarias) mientras que las otras áreas se mantienen intactas y esto les permite reconocer objetos más neutrales.
Fuente:
Ramachandran, V. S. & Rogers, D. (2008) I See, But I Don’t Know. American Scientific Mind; Diciembre-Enero: 20-22.
Anónimo dice
Yo veo las dos imagenes al mismo tiempo
Jennifer Delgado Suarez dice
Lo normal es que se perciba primero una imagen y después otra. A veces entre una percepción y otra pasan tan solo unos milisegundos por lo que no te percatas de la diferencia y crees verlas a la vez.
No obstante, puede ocurrir que por el hábito, veas las dos.