“Muy corta y abrupta es la vida de quienes olvidan el pasado, descuidan el presente y temen el futuro”, escribió Séneca. El filósofo estoico creía que “cada cual acelera su vida y padece añoranzas del futuro y hastío del presente”, por lo que cometen un error vital muy difícil – cuando no imposible – de reparar: no ser conscientes de la importancia del paso del tiempo, no comprender que es la única “posesión» que, una vez entregada, no podemos recuperar.
No permitas que los demás decidan en qué emplearás tu tiempo
“Suelo extrañarme cuando veo a los unos pedir tiempo y a los otros, los solicitados, dispuestos a dárselo. Unos y otros atienden a aquello por lo que se pide el tiempo, ninguno al tiempo en sí: se pide como si no fuera nada, como si no fuera nada se da. Se juega con el bien más valioso de todos, pero los engaña el que sea un bien incorpóreo, el que no esté a la vista, de manera que se considera muy barato, más todavía, que su precio es casi nada […] Nadie te restituirá esos años, nadie de nuevo te devolverá tu propia persona”.
Séneca pensaba que somos codiciosos con nuestras propiedades, pero cuando se trata de gastar el tiempo somos dispendiosos, sin darnos cuenta de que en realidad se trata de nuestra propiedad más valiosa, aquello que entregamos y nunca más podremos recuperar. Por eso nos anima a ser conscientes del paso de las mancillas del reloj, sin pánico pero también sin dejadez.
La advertencia que da Séneca a su amigo Paulino traspasa los siglos para sonar como una señal de alarma también para nosotros: “La condición de todos los atareados es desde luego desdichada, pero es más miserable la de aquellos que ni siquiera se afanan en sus propias ocupaciones: duermen según el sueño de otro, caminan según los pasos de otro, reciben órdenes para amar y odiar, que son las acciones más libres de todas”.
Por tanto, Séneca nos anima a no dejar que los demás decidan qué debemos hacer con nuestro tiempo porque eso equivale permitir qué decidan a qué dedicamos nuestra vida. Necesitamos ser más conscientes de las decisiones que tomamos a diario, esas que pueden convertir nuestra vida en un agujero negro por el que se escapan los días, semanas, meses y años sin dedicarnos a aquello que realmente nos proporciona felicidad, placer y satisfacción.
Vive el presente como si no hubiera un mañana
“Vivís como si fuerais a vivir siempre, nunca reparáis en vuestra fragilidad, no calculáis cuánto tiempo ha pasado ya para vosotros […] Todo como mortales lo teméis, todo como inmortales lo anheláis”, dijo Séneca indicando nuestra tendencia a vivir a caballo entre el pasado que ya no existe y el futuro que aún no ha llegado, convirtiendo los miedos en cadenas que nos atan y maniatando las ilusiones.
Su solución para ese problema existencial consistía en vivir el presente, de manera plena y consciente. Escribió: “las personas andan empeñadas en demasiadas tareas para poder vivir mejor, equipan la vida a base de gastar vida, sus pensamientos los dirigen a la lejanía. Pero el desperdicio mayor de vida es la dilación: ella anula cada día que se va presentando, escamotea lo presente en tanto promete lo de más allá. El mayor estorbo del vivir es la expectativa que depende del mañana y pierde lo de hoy. Dispones de lo que está puesto en manos de la suerte y abandonas lo que está en las tuyas. ¿Adónde miras? Todas las cosas venideras quedan en la incertidumbre: vive de inmediato”.
El filósofo no pretendía que dejásemos de planificar, sino que no nos obsesionáramos con ello y, sobre todo, que no aplazásemos la felicidad y alegría que podemos disfrutar en el presente al universo de posibilidades más o menos incierto que encierra el futuro. Podemos y necesitamos mirar adelante, pero debemos asegurarnos de volver la vista al aquí y ahora.
El mensaje de Séneca es tan sencillo como poderoso: solo cuando enfrentamos nuestra propia mortalidad logramos sacarle el zumo a cada instante. Al fin y al cabo, “no es que tengamos un tiempo escaso, sino que perdemos mucho”. Tenemos que recuperar el control de nuestro tiempo, y con él, el control de nuestra vida, antes de que sea demasiado tarde.
Fuente:
Séneca, L. A. (2012) De la brevedad de la vida y otros diálogos. Globus Comunicación: Madrid.
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