Es un día como otro cualquiera y ha empezado bien pero de repente algo comienza a ir mal. Se derrama la taza de café encima de la ropa cuando ya estabas listo para ir al trabajo, pierdes el autobús por tan solo un minuto de retraso, llegas tarde a la reunión, cuando llegas a casa el perro te ha mordido tu par de zapatos preferido… En fin, son pequeñas “molestias” cotidianas, mini desastres que nos pueden arruinar el día pues afectan nuestro humor y, a la larga, inciden en nuestra productividad.
¿Cómo sueles reaccionar ante estos contratiempos? ¿Te culpas por tu torpeza, te frustras o te pones a maldecir? Sin embargo, ninguna de estas estrategias es particularmente útil para sentirse mejor y no reducirá tus niveles de estrés.
Centrarse en el problema
La mejor estrategia para enfrentar los contratiempos consiste en focalizarse en el problema. Normalmente se trata de situaciones nimias por lo que casi nunca vale la pena ponerse a pensar en cómo se originó porque eso solo te restará tiempo y te pondrá de mal humor. En su lugar, céntrate en el problema que tienes que resolver inmediatamente. Por ejemplo, si has perdido el autobús, no te recrimines por haberte levantado más tarde, focalízate en qué harás para llegar al sitio al que tenías previsto ir.
Básicamente, los contratiempos pequeños son cosas que no podemos cambiar ya que no somos capaces de regresar el tiempo atrás para evitar ese error. Por tanto, será mejor adoptar una actitud objetiva y mirar al futuro para ver qué podemos hacer para solucionar el daño.
Lo interesante de esta estrategia es que con ella puedes silenciar las emociones. Cuando te centras en algo objetivo que tienes que resolver de manera racional, apartas esas emociones que te hacían sentir mal porque le estás quitando el mando al sistema límbico de tu cerebro para dárselo al neocórtex, la zona más lógica. Como resultado, estarás matando dos pájaros de un tiro: buscarás una solución rápidamente y te sentirás mejor.
¿Cómo enfrentar los contratiempos sin venirse abajo?
1. Reconoce tus emociones. Centrarse en el problema no significa olvidarse de las emociones. Detente un segundo y piensa en cómo te sientes. ¿Te sientes frustrado, enojado, triste, decepcionado…? Dale un nombre a lo que estás experimentando porque así lograrás cierto control sobre esa emoción. Si lo prefieres, puedes verbalizarlo en voz alta. De hecho, se ha demostrado que hablar sobre lo que sientes te ayuda a liberar la tensión y te devuelve la sensación de control.
2. Descubre la causa. A menudo los contratiempos en sí no son el problema sino tan solo la gota que colma el vaso. ¿Te sientes frustrado porque has perdido el autobús o porque el día anterior te negaron un ascenso? Buscar la causa es fundamental porque es imposible solucionar el problema si no conoces qué lo origina.
3. Cambia el marco del problema. Cuando tenemos que enfrentar los contratiempos a menudo solo nos concentramos en los aspectos negativos pero recuerda que toda situación, por muy mala que sea, siempre tiene aristas positivas. Por tanto, piensa en el contratiempo como en una obra de arte a la que tienes que ponerle un marco positivo.
En este punto ya estás preparado para solucionar el problema. O, al menos, has vuelto a tomar el control de tus emociones.
Deja una respuesta