Establecer límites en nuestra vida, y lo que es aún más importante, ser consecuentes con ellos, es esencial porque nos ayuda a delimitar las relaciones con las personas que nos rodean pero también nos sirven para no olvidarnos de quiénes somos y qué queremos. Al contrario, no poner límites implica, de cierta forma, dejar nuestra vida a merced de los demás permitiéndoles que decidan en nuestro lugar.
La mayoría de los límites que establecemos son simples reacciones ante los problemas que nos van surgiendo. Como resultado, tenemos límites demasiado débiles o muy rígidos, que terminan obstaculizando nuestras relaciones con los demás. La buena noticia es que es posible poner límites que nos permitan crecer como personas y que, a la misma vez, mejoren nuestras relaciones interpersonales.
¿Cómo establecer límites personales en la vida?
1. Delimita tus valores y creencias
Tener claro en qué creemos y cuáles son nuestros valores es indispensable para poner límites. Por ejemplo, ¿consideras que tu trabajo es una de tus prioridades? ¿Eres de las personas a las que les gusta del orden y la puntualidad? ¿En qué aspectos estás dispuesto a transigir y en cuáles no? Conocerte a ti mismo te ayudará a determinar cuáles son tus límites actuales y cuán flexible podrás llegar a ser. La única manera para no dejarse pisotear es saber exactamente quiénes somos y qué queremos lograr.
2. Aprende a hacer valoraciones por ti mismo
Si permites que las personas que te rodean valoren tu trabajo, la relación con tu pareja o tus decisiones, serán ellas las que establezcan los límites en tu vida. Si quieres poner tus propios límites, deberás comenzar por hacer tus propias valoraciones basadas en tus creencias, experiencias de vida y expectativas. Por supuesto, esto no significa que no escuches y analices los criterios de las demás personas pero recuerda siempre que ellas siempre estarán valorando a través de su prisma y sus conclusiones no tienen por qué coincidir con las tuyas.
3. Concretiza tus límites
Cuando decidas a establecer un límite, sé lo más concreto y claro posible. De nada servirá que pongas límites demasiado amplios o contradictorios que nadie entienda y, como consecuencia, que nadie respeta. Por ejemplo, si quieres dedicarle más horas al descanso, no te plantees: “A partir de hoy reduciré mis horas de trabajo”, deberás ser más específico: “A partir de hoy solo trabajaré ocho horas diarias”. Como ves, es un objetivo mucho más concreto y, cuando alguien venga a pedirte que le hagas un trabajo, tú mismo sabrás si puedes o no hacerle el favor ya que tienes un patrón que seguir.
4. Sé fiel a tus límites
Tan importante como establecer límites es hacerlos cumplir. Imagina por ejemplo, que uno de tus límites es no admitir largas interrupciones mientras trabajas, pero cuando estás enfrascado en ese informe suena el teléfono y contestas, revisas tu email para responderle a un amigo y luego vas a dónde tu compañero de trabajo porque te ha solicitado tu ayuda. En este caso, has sido tú mismo quien no ha sido fiel a sus límites. Eso no significa que debas convertirte en una persona rígida pero cuando te plantees unos objetivos y unos límites, intenta cumplirlos.
5. Expresa con claridad tus límites
Como supondrás, las personas que te rodean no tienen porqué conocer tus límites, sobre todo si durante muchos años has dejado que sean ellas las que los establezcan. Por eso, cuando decidas que no vas a permitir ciertos comportamientos, déjalo bien claro, sin dar demasiados rodeos. Es importante que todos comprendan que no estás dispuesto a permitir algunas cosas. Por supuesto, no se trata de comportarse de manera agresiva pero sí de hacer valer nuestros derechos.
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