La ansiedad es como un fantasma que planea constantemente sobre el día a día de las personas que la sufren. Algunos comportamientos ansiosos son más evidentes porque se acompañan de signos de nerviosismo y tensión. Otros pasan desapercibidos e incluso se confunden con arrogancia o desdén. Por eso, en muchas ocasiones las personas ansiosas son malinterpretadas, lo cual les dificulta aún más la vida.
¿Cómo se comporta una persona ansiosa?
Es crucial entender que, para una persona ansiosa, esos patrones de comportamiento no son simples preferencias o caprichos, sino respuestas profundamente arraigadas que surgen de la necesidad de gestionar un mundo interior caótico y controlar un entorno que perciben como amenazante. Con esas estrategias muchas veces solo intentan minimizar la incertidumbre y proteger el bienestar emocional frente a un conjunto de temores y preocupaciones que, para ellos, son muy reales.
1. Obsesionarse con detalles que suelen pasar desapercibidos para los demás
Para una persona ansiosa, cada detalle puede convertirse en un punto de fijación. Lo que normalmente pasa desapercibido para los demás, puede ocupar una cantidad desproporcionada de su atención y energía mental.
Esta tendencia a enfocarse en los detalles puede resultar desconcertante para quienes no experimentan ansiedad, y a menudo lo interpretan como rigidez mental o una inclinación a preocuparse por tonterías, cuando en realidad, se trata de una forma de procesar la información característica de la mente ansiosa. Esa “obsesión” es una respuesta emocional a la incertidumbre y al temor de que esos pequeños detalles puedan tener implicaciones más grandes de lo que parecen.
2. Volver sobre sus pasos – una y otra vez
Cuando ocurre algo, como una discusión de pareja o con un amigo, la persona ansiosa suele pensar en ello sin cesar. Le da vueltas y más vueltas en su mente. Por eso, es probable que vuelva a sacar el tema después de mucho tiempo. Para quienes no sufren ansiedad, esa “fijación” puede resultar incomprensible.
En muchos casos, incluso pueden confundirla con rencor, pero en realidad se debe a la tendencia de la mente ansiosa a rumiar los acontecimientos. A estas personas les cuesta mucho dejar ir algo, por lo que vuelven sobre sus pasos una y otra vez, intentando buscarle un sentido a un mundo que a menudo les parece caótico e impredecible.
3. Imaginarse las peores desgracias posibles
Para una persona ansiosa, el próximo desastre casi siempre se encuentra a la vuelta de la esquina. La aprensión que genera la ansiedad hace que su mente imagine los peores escenarios posible, por lo que a menudo hace una tormenta en un vaso de agua. Es probable que si hablas con ella, notes que tiene una actitud muy negativa ya que se enfoca en todo lo que podría salir mal.
En realidad, tras ese comportamiento ansioso no se esconde el pesimismo, sino más bien el temor por el futuro, al que las personas ansiosas perciben como incierto y amenazante. No es que quieran sabotear tu ilusión, sino que no pueden evitar ver amenazas por todas partes.
4. Planificar mucho, muchísimo
La planificación meticulosa forma parte del comportamiento ansioso típico ya que es una herramienta para gestionar la incertidumbre y el estrés. La necesidad de tener un plan detallado y una agenda organizada no es solo una cuestión de preferencia, sino una estrategia para sentir que tienen un mayor control. Cuando el entorno es predecible y está claramente delineado, la mente ansiosa encuentra un respiro frente a la ansiedad que emana lo imprevisto.
Por ese motivo, una persona ansiosa a menudo rechaza planes de última hora y responde mal ante los cambios inesperados. Para quienes no experimentan ansiedad, ese comportamiento puede parecer rígido e incluso puede interpretarse como una resistencia al cambio, pero para esa persona, los planes de última hora representan una amenaza a la estabilidad y al orden que tanto les cuesta conseguir.
5. Evitar las interacciones
A muchas personas con ansiedad les cuesta establecer y mantener relaciones. En algunos casos, el simple hecho de tener que responder al teléfono, hablar con un desconocido o incluso escribir un correo electrónico les genera una ansiedad enorme. Hay quienes tardan mucho en responder a un mensaje, rechazan las invitaciones o incluso evitan el contacto visual solo porque se sienten tremendamente incómodos.
Para la mayoría de las personas, ese comportamiento ansioso es incomprensible o incluso lo catalogan como maleducado, rudo, arrogante o apático. Sin embargo, el problema es que la mente ansiosa suele anticipar todas las posibles formas en que una conversación o una relación puede derrapar, desde decir algo incorrecto hasta ser malinterpretado o juzgado. Esa anticipación negativa constante hace que la idea de interactuar con los otros sea simplemente abrumadora, por lo que suelen evitarlo.
En resumen, para vivir con una persona ansiosa es importante comprender que en su mente, muchas situaciones perfectamente normales para los demás son una fuente de potenciales conflictos y problemas. En muchos casos, la evitación se convierte en un mecanismo de autoprotección para reducir la ansiedad que experimentan ante los cambios y la incertidumbre.
Comprender esos comportamientos ansiosos nos permitirá mejorar nuestra capacidad para apoyar a quienes tienen que lidiar con ese trastorno, reconociendo que detrás de cada acción a menudo suele esconderse un esfuerzo por encontrar seguridad en un mundo que a menudo les parece impredecible y angustioso.
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