A lo largo de la vida conocemos a muchas personas. Algunas nos ayudan a desarrollar nuestra mejor versión, crecer y ampliar nuestros horizontes. Otras nos consumen y desgastan, sacando lo peor que hay en nosotros. Esas personas pueden destrozarnos emocionalmente, haciendo que seamos incapaces de volver a amar o confiar en los demás. Se trata de “depredadores emocionales” en toda regla.
¿Cómo reconocer a un depredador emocional?
Desde el punto de vista etimológico, la palabra depredador proviene del latín depraedator, que significa literalmente “capturar una presa” pero que solía utilizarse en el lenguaje popular para referirse a los bandoleros, saqueadores o personas que se dedicaban al pillaje y, por ende, convertían a otras personas en sus presas. Fue solo luego que esta palabra se trasladó a la naturaleza para hacer referencia a aquellos organismos que cazan a otros para poder alimentarse y subsistir.
De la misma forma, el depredador emocional es una persona que convierte a otras en sus presas ya que las utiliza para alimentar su ego o satisfacer sus necesidades afectivas, por lo que termina drenándolas emocionalmente. De cierta manera, es como los vampiros emocionales.
A primera vista, el depredador emocional suele ser una persona encantadora y sociable, por lo que es difícil darse cuenta de que has caído en sus redes. Sin embargo, detrás de esa máscara suele esconderse una persona manipuladora que puede arruinarte la vida.
Las 3 características más distintivas de los depredadores emocionales son:
- Necesita ser reconocido y admirado. Esta persona es profundamente egocéntrica y narcisista, por lo que necesita que quienes están a su alrededor la alaben continuamente y reconozcan sus capacidades. En práctica, necesita “alimentar” su ego de la admiración de los demás.
- Se muestra arrogante. Esta persona no se comporta con humildad, a menos que pueda sacar provecho de ello. Normalmente son arrogantes y soberbios. Piensan que tienen la razón y el resto se equivoca.
- Es egoísta. El depredador emocional solo se preocupa por satisfacer sus deseos, no le interesan las necesidades de los demás y, si es preciso, pasará por encima de ellas. No suele reparar en los daños colaterales que causa.
Curiosamente, los depredadores emocionales no atacan únicamente a personas “débiles” sino que a menudo eligen a personas “fuertes”, que envidian, porque desean apropiarse de su energía y vitalidad. De hecho, a menudo sus víctimas son personas honestas, generosas y optimistas puesto que se trata de las características que le faltan al depredador emocional.
¿Cuál es su estrategia de ataque?
El principal problema es que los depredadores emocionales se las ingenian para convertir a su víctima en culpable. El depredador emocional manipula las situaciones para lograr que la persona sea vista por los amigos y familiares como el verdugo. Generalmente no ataca de manera frontal, sino que recurre a métodos indirectos, creando una buena imagen de sí y sembrando dudas sobre su víctima.
De esta manera la víctima cae en un círculo vicioso ya que cada vez que intenta explicarse, solo logra generar más dudas. Así, poco a poco, se va quedando sola, más a merced del depredador, que estrecha el círculo a su alrededor cortando los lazos afectivos de esa persona con sus amigos y familiares, que comienzan a verle como un monstruo o alguien que ha perdido el juicio.
Por supuesto, este proceso requiere tiempo. No ocurre de la noche a la mañana. Y lo peor de todo es que el depredador emocional suele ser una persona en la que hemos puesto nuestra confianza, a la que hemos dejado entrar en nuestro círculo más íntimo.
Una vez que el depredador emocional ha minado la autoconfianza y la autoestima de su víctima, se presenta como su salvador, como su tabla de rescate. En este punto le hace ver que todos le han abandonado y que solo puede contar con su ayuda. Entonces la persona cede y le entrega su voluntad ya que en ese momento no solo se siente agotada emocionalmente sino también muy confundida.
Cuando el depredador sabe que su víctima ya no opondrá resistencia, suele humillarla, despreciarla y controlarla. Así termina aniquilando su autoestima y autoeficacia. ¿El objetivo? Convertirse en el centro del mundo de su víctima para que esta pueda satisfacer sus inmensas carencias afectivas y su profundo vacío emocional, aún a costa de su bienestar.
¿Cómo tratar a un depredador emocional y salir de su red?
El primer paso si has caído en la red de un depredador emocional es reconocer la situación de manipulación. Para romper el ciclo de abuso hay que ser consciente de lo que está ocurriendo. Comienza preguntándote si siempre te sientes culpable al lado de esa persona, temes decir lo que piensas o has dejado de apreciarte. ¿Te has aislado de los demás? ¿Has cambiado drásticamente tu forma de ser para adaptarte a esa persona? ¿Te sientes profundamente solo/a, incomprendido/a y agotado/a emocionalmente?
Si respondes positivamente, es probable que la causa de ese malestar emocional se encuentre en la relación. En ese caso, es importante que pidas ayuda, ya sea de un psicólogo o de las personas que solían conformar tu red de apoyo. Salir del cerco de un depredador emocional no es sencillo porque intentará convencerte cambiando temporalmente su comportamiento.
Una perspectiva ajena puede ayudarte a mantenerte firmen en tu decisión de distanciarte de esa persona y brindarte apoyo a lo largo del proceso. En muchas ocasiones, la simple posibilidad de exteriorizar tus emociones y sentimientos tiene un poder catártico ya que podrás darte cuenta de que existen otras personas que se preocupan por ti y que no tienes que vivir únicamente para satisfacer las necesidades afectivas de un depredador emocional.
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