“Llorar es hacer menos profundo el duelo”, escribió William Shakespeare. Y no andaba desacertado. Sin embargo, hay circunstancias en las que no se nos está permitido expresar nuestro dolor, frustración o ira ante la pérdida. En esos casos desarrollamos un duelo silente.
Perder a una persona querida o a una mascota puede generar un dolor lacerante. Ese dolor se mitiga un poco cuando podemos expresarlo o compartirlo con otras personas. De hecho, una de las funciones psicológicas principales de los ritos fúnebres consiste en acompañar a los dolientes para brindarles el apoyo y la validación emocional que necesitan. Cuando en vez de apoyo recibimos indiferencia, podemos sentirnos obligados a reprimir nuestras emociones y sentimientos elaborando el duelo en soledad.
¿Cuándo se produce un duelo silente?
El duelo silente es aquel en el que nos sentimos obligados a esconder nuestras emociones y cargar con nuestro dolor a solas porque las personas que nos rodean, ya sea de manera implícita o explícita, no son receptivas a nuestro sufrimiento.
El problema es que cuando el dolor no se comparte ni se expresa, es probable que termine enquistándose. Por eso, los duelos silentes pueden terminar siendo duelos no elaborados que nos acompañan durante mucho más tiempo del recomendable para nuestro equilibrio mental.
El duelo desautorizado, como también se le conoce, nos hace sentir solos e incomprendidos, sin apoyos a los cuales aferrarnos mientras atravesamos una época particularmente difícil desde el punto de vista emocional, por lo que no es extraño que terminemos desarrollando una depresión.
Las 3 situaciones principales que desautorizan el duelo
1. Las circunstancias acallan el duelo
Hay circunstancias en las que nos vemos obligados a esconder nuestro dolor o vulnerabilidad. De hecho, no podemos olvidar que nuestra sociedad vive la mayor parte del tiempo de espaldas a la muerte y la pérdida, con prisas por pasar página y volver a la “normalidad”. Compartimos una cultura generalizada de la evitación, el ritual mínimo y el duelo reprimido en la que se enaltece la entereza a costa de la tristeza. Eso puede hacer que muchas personas no sepan qué hacer con sus sentimientos pues se siente obligada a seguir adelante.
Muchas de las muertes por Covid que se han producido en el último año, por ejemplo, han conducido a un duelo silente. La muerte se ha vuelto una realidad más omnipresente que nunca, pero también más eludida debido a la imposibilidad de realizar los rituales fúnebres que nos brindan apoyo y confort. Eso ha hecho que el dolor no se exprese, quedándose atrapado en las soledades individuales. De hecho, las personas que pierden a un ser querido debido al suicidio, un tema que sigue siendo tabú en nuestra cultura, también son más propensas a desarrollar un duelo desautorizado ya que no encuentran apoyo en los demás para compartir su sufrimiento por la pérdida.
2. Falta de sensibilidad de las personas cercanas
En la mayoría de los casos, el duelo silente se produce por una falta de sensibilidad de las personas cercanas. Un hijo que ha perdido a un progenitor repudiado por el otro, por ejemplo, tendrá dificultades para mostrar su duelo en casa. Una persona que se encuentra del otro lado del mundo donde se produjo la pérdida, también podría tener problemas para expresar su dolor en el entorno donde se encuentra porque no recibe la comprensión y el apoyo que necesita.
La pérdida de una mascota también suele conducir a un duelo desautorizado porque las personas que nos rodean no entienden ese dolor tan profundo y nos animan a pasar página lo antes posible. Hay muchas otras pérdidas que tienen que vivirse en silencio porque no generan la resonancia emocional necesaria en quienes nos rodean, como la pérdida de un embarazo, el fracaso de un proyecto profesional o la pérdida del trabajo.
En estos casos, lo más habitual es que las personas que nos rodean asuman dos actitudes: animarnos a pasar página o alejarse. Cuando nos dicen “ya pasó, no llores más” o “sé fuerte, a él/ella no le gustaría verte así”, el mensaje que nos llega es que nuestro dolor no es comprendido. Otras personas pueden decidir alejarse pensando que así molestarán menos, pero de esta manera nos dejan solos con nuestro sufrimiento.
3. Problemas para expresar las emociones
A veces, el duelo silente no se debe a nuestro entorno sino a la educación que hemos recibido. “Nuestra sociedad es muy ocultadora y negadora del sufrimiento, lo que definitivamente no contribuye a superarlo”, escribió la periodista Susana Roccatagliata tras haber perdido a uno de sus hijos.
Muchas personas han crecido con mensajes de sus padres y figuras de autoridad que desautorizan la expresión de las emociones y creen que mostrar su sufrimiento y vulnerabilidad es algo negativo. En una situación de pérdida, recurren a modelos de comportamiento represores de las emociones, ocultando lo que sienten realmente. Se obligan a transmitir una imagen de fortaleza y seguridad cuando se están desmoronando por dentro. Si les preguntamos cómo están, responderán con un «bien» y zanjarán el tema, de manera que se cierran a cualquier ayuda externa y viven un duelo silente.
El antídoto: escucha y acompañamiento
Superar una pérdida, sea cual sea, suele ser difícil, intentar superarla solos puede ser una tarea titánica que nos deje sin fuerzas. Ante una situación de duelo desautorizado necesitamos encontrar escucha y acompañamiento. Como escribiera Longaker: “si me escuchas aceptándome, sin intentar que cambie de humor, al final conseguiré superarlo e incluso podré reír de nuevo”.
Si en nuestro círculo de confianza no contamos con una persona que pueda escucharnos, podemos buscar un grupo de apoyo. La validación emocional puede obrar milagros, facilita la aceptación y nos brinda una perspectiva más objetiva de la situación.
Cuando una persona puede expresarse libremente y alguien le escucha de manera respetuosa, sin juicios ni prisas, se produce una “reacomodación” de los sentimientos y pensamientos relacionados con la pérdida, de manera que puede seguir avanzando en el proceso de duelo hasta llegar a la recuperación.
Esa persona no suele necesitar consejos, sermones ni recetas que resuelvan su situación, sino tan solo un poco de tiempo y comprensión para sanar. Hablar de los recuerdos es una manera de purificar el pasado y aceptar los sentimientos y la nueva realidad.
Fuentes:
Sánchez, T. (2020) Duelo silente y furtivo: dificultad para elaborar las muertes por pandemia de COVID-19. Studia Zamorensia; 19: 43-65.
Tovar, O. T. (2004) El duelo silente. Tesis Maestro en Desarrollo Humano. Universidad Iberoamericana: México
Roccatagliata, S. (2000) Un hijo no puede morir. Santiago de Chile: Grijalbo.
Longaker, C. (1988) Afrontar la muerte y encontrar la esperanza. México: Grijalbo.
Knieper, A. J. (1999) The suicide survivor’s grief and recovery. Suicide Life Threat Behav; 29(4):353-64.
David dice
Mi padre murió en junio. Llevaba años en una residencia. Le visitaba cada día. Pasar tiempo con él es lo que más feliz me hacía. Su muerte ha sido un golpe terrible para mí, a la altura de la muerte de mi hermano, que se quitó la vida por depresiones hace años.
A este dolor nos ha seguido un golpe de maldad extraordinaria. La propietaria de nuestro de piso no ha aceptado a mi madre de 78 años, que lleva 50 años en la casa, como inquilina, y nos ha desahuciado, poniéndonos a un paso de vivir en la calle, pues contamos con recursos limitados.
En octubre, la psicóloga a la que estaba viendo desde junio me abandonó diciendo que no tenía experiencia y todavía se estaba formando, después de que confiara en ella, y hundiéndome más, y me lo dijo el día que le conté que me estaban echando de la casa, empujándome a un estado de angustia que yo no esperaba hallar en una consulta de supuesta ayuda.
Sufro por mi padre cada día. Lloro por mi padre cada día. Nadie entiende mi dolor. A todos esos insensibles que me piden que me olvide mi padre les digo que yo quería a mi padre y me preocupaba por él. Este año 2023 ha sido el mayor infierno para mí. Si llego a 2024, lo único que le pido es dejar de existir. Estoy hundido.
Jennifer Delgado dice
Hola David,
Siento muchísimo que estés atravesando por todo eso. Hay periodos en la vida muy oscuros que nos hacen pensar que no hay solución y nos derrumban emocionalmente. Tu reacción es comprensible. Pero recuerda que muchas veces el velo del dolor, la angustia y la desesperación nos impide ver que hay vida más allá de todo eso.
No sé donde vives, pero en algunos países existen servicios psicológicos de ayuda gratuitos para personas en situación de vulnerabilidad social o con depresión grave. Infórmate, no tires la toalla. Aunque el dolor sea grande y ahora mismo no veas la salida, la fuerza y la resiliencia del ser humano es enorme. El tiempo también es un bálsamo que alivia las heridas. No te rindas. Busca ayuda.
Un abrazo