¿En cuantas ocasiones hemos escuchado a alguien aseverar que le agrada el erotismo pero no la pornografía? O quizás, incluso, en algún momento idénticas palabras han salido de nuestros labios, pero… ¿cuál es la diferencia entre erotismo y pornografía?
En el relativamente cercano 1991 se realizó una curiosa investigación que involucró a 216 estudiantes universitarios: 112 mujeres y 104 hombres. El estudio, publicado en El Mundo, fue desarrollado en el Instituto Espill y consistió en presentarles a estos jóvenes diferentes lecturas previamente calificadas como: Levemente pornográfico, Pornográfico no obsceno y Pornográfico obsceno.
Los resultados fueron rotundos: la consideración del nivel de pornografía de un material escrito depende de una serie de elementos objetivos del texto como los adjetivos que se utilizan, los sustantivos y la situación descrita. No se observaron diferencias en la valoración realizada por las féminas y los hombres.
Entonces… ¿la pornografía es aquello que daña nuestra sensibilidad o que nos pone en una situación incómoda? ¿Quizás aquello carente de belleza porque expresa la realidad «tal cual es» con palabras no aceptadas socialmente?
Remontémonos entonces a los orígenes de ambos vocablos:
La palabra «pornografía» proviene del vocablo griego pornographos, que significa «escrito acerca de las prostitutas». Por lo tanto, en el sentido más literal, designa la descripción de las prostitutas y, por extensión, a sus actividades distintivas. No obstante, debe aclararse que el uso del término es muy reciente ya que en la Antigua Grecia no se utilizaba. Así, en la actualidad se entiende por pornografía todo aquel material que representa actos sexuales con el fin de provocar la excitación sexual del receptor. Sin embargo, la Real Academia de la Lengua Española añade un elemento más: define la pornografía como «el carácter obsceno de las obras literarias o artísticas»; sería todo lo que se represente artísticamente y ofenda al pudor.
La palabra erotismo también proviene del griego y se utlizaba para designar a un amor apasionado unido con el deseo sensual. Así, el erotismo haría referencia al vínculo emocional y a la exaltación de la belleza que es propiciada a través de la sensualidad.
Hay muchas personas y psicólogos que marcan una frontera, muy sencilla, incluso burda diría yo, entre la pornografía y el erotismo: la pornografía está matizada por el ánimo de lucro. Pero… ¿acaso el director de un filme erótico no puede mostrar tantos intereses económicos como el director de un filme porno?
Prefiero etonces a aquellos que afirman que la pornografía es la prostitución del sentimiento o quizás adscribirme a la posición de los que aseveran que la diferencia entre eros/porno está marcada por la cultura y solo sirve como una etiqueta para catalogar los filmes porque, para irnos desvistiendo el alma, realmente debemos reconocer que en cada uno de nosotros reside lo pornográfico y lo erótico.
En este punto creo que no es necesario dilatar más mi respuesta: la línea entre el erotismo y la pornografía suele ser muy fina porque es una frontera creada por la cultura, fruto de los valores y las reglas sociales por lo cual, el material que se considera pornográfico es aquel que molesta e hiere nuestras susceptibilidades desde el punto de vista sexual, porque sus contenidos suelen comprenderse como demasiado explícitos y poco artísticos para los cánones que compartimos.
No obstante, más allá de las simples diferenciaciones y definiciones; antes de terminar quisiera dejar unas estrofas de un poema que expresan mi sentir en relación con todo lo que tiene que ver con la sexualidad mercantilista:
«No es tu cuerpo, mi amor, es lo que apuestas
de vuelta a la almohada tras tantas preguntas que olvida esa boca
viajando en orgasmos que tiran su puerta en la cara.
No es tu cuerpo lo que apuestas
sino el alma que renuncia a la poética del enamorado.»
Jessica dice
Este artículo es justo lo que estaba buscando, gracias. Precisamente ayer me hice esa pregunta cuando mi novio me mostraba imágenes en una revista de pornografía, bastante explícitas que llegaron a "molestar mi susceptibilidad desde el punto de vista sexual". ¿Puedes recomendarme literatura erótica no pornográfica? Desde tu punto de vista, 🙂 gracias.
Jennifer Delgado Suarez dice
Jessica
En materia de erotismo los gustos son muy variados, hay quienes desean que se deje más a la imaginación y otras personas prefieren una literatura más descriptiva. Por eso te dejo los títulos de algunos clásicos y otros más modernos del erotismo y así escoges aquello que más se acerca a tus preferencias por ti misma.
– El amante de Lady Chatterley, una de las obras maestras del erotismo en la modernidad, cuando fue publicada por primera vez inmediatamente la retiraron del mercado por ser considerada muy pecaminosa.
– La Historia de O. Un recuento de vivencias sadomasoquistas a las que se somete la protagonista por amor a su pareja.
– Lolita. La historia entre un hombre madura y una niña/adolescente. No puede faltar en esta lista porque es un clásico pero particularmente no me agradó.
– Nueve semanas y media. Se centra más en el tipo de relación de pareja y deja más a la imaginación.
– Las edades de Lulú. Otro clásico por excelencia que tampoco me agradó mucho.
– Malena es un nombre de tango. Si bien no es un libro erótico, me agradó mucho la forma en que Almudena Grande narra algunos pasajes.
– Diario de una ninfómana. Al contrario de lo que puede pensarse por el título es una obra poco explícita y muy interesante desde el perfil psicológico de la joven protagonista italiana que asevera que las historias son reales.
Títulos más explícitos, realmente demasiado para mi gusto son: Lobas de mar y Café Nostalgia de la escritora Zoe Valdés.
La poesía erótica por excelencia, en mi modesta opinión es la de Carilda Oliver Labra. Desenfadada sin perder el arte.
Espero puedas encontrar algo de tu agrado entre tantos títulos.
Saludos, Jennifer
José Domingo Hernández dice
Agradecido Jenifer. La idea es concretar mi hipótesis del orgasmo como antecedente remoto de la imaginación. Saber que sacrificio es Sacri- Factum. Hacer sagrado lo que hacemos.