Lo que lanzas al universo, te viene devuelto, como si de un boomerang se tratase. Creemos que si somos buenas personas, nos pasarán cosas buenas. Y probablemente esta ley karmica se aplica a las situaciones sociales donde podemos esperar que nos devuelvan los favores y la reputación desempeña un rol importante para escalar peldaños pero cuando se trata del universo y de la vida real todo podría ser diverso.
Una investigación muy interesante desarrollada en la Universidad de Chicago y la Universidad de Virginia nos indica que cuando queremos algo del universo, solemos invertir en desarrollar un buen karma. Después de cuatro experimentos, estos psicólogos afirman que cuando las personas esperan una ganancia pero tienen poco control sobre la situación, tienden a ser más magnánimos en sus donaciones.
Por supuesto, esta es una creencia que sienta sus bases en la más tierna infancia. Desde pequeños, tanto en la familia como en la escuela nos han enseñado que si nos comportamos bien recibiremos un premio y si nos comportamos mal, el castigo no se hará esperar. Se trata de un patrón muy simple al cual nos aferramos aún más cuando no tenemos el control de la situación ya que nos hace sentir más tranquilos y seguros. Nos brinda una ilusoria sensación de que todo irá bien.
Sin embargo, no queremos creer que las cosas malas también le pasan a la gente buena y viceversa. Se trata de una realidad muy triste que alejamos de nuestra mente como si de un mal presagio se tratase.
La investigación paso a paso
En el estudio anteriormente citado, los investigadores han descubierto cómo las personas intentan manipular el karma realizando favores.
En el primer experimento realizado con 99 participantes, a la mitad de ellos se les pidió que escribieran un ensayo sobre una situación en la que realmente querían obtener éxito. A la otra mitad se les pidió que escribiesen sobre su rutina diaria. De esta forma, en unos se activaba la idea del éxito y el deseo de alcanzar algo.
Después de haber sido pagados por su participación en el experimento, a las personas se les preguntó si deseaban participar en otra tarea cuyo objetivo era ganar dinero que se donaría íntegramente a un centro de beneficencia. Lo curioso fue que entre las personas que escribieron sobre sus actividades diarias, el 78% se brindó como voluntarios, una cifra que aumentó al 94% entre quienes escribieron sobre una situación en la cual deseaban tener éxito.
Los investigadores diseñaron un segundo experimento, con otros 99 participantes se repitió todo el proceso solo que al final, se les preguntó si deseaban donar lo que habían acabado de ganar por su participación en el estudio. Una vez más, se apreció que las personas que estaban a la espera de una gratificación donaron mucho más.
En un tercer experimento los investigadores reclutaron a 77 asistentes a un evento comunitario organizado para que se pusiesen en contacto con posibles empleadores. Se les dijo que si rellenaban una encuesta, tenían el derecho a participar en una lotería en la cual podrían ganar hasta 100 dólares. Lo interesante es que a la mitad de las personas se les entregó una encuesta donde se brindaban afirmaciones que fomentaban la sensación de control como por ejemplo: “aprender más sobre la industria”. Mientras que la otra mitad rellenó cuestionarios con afirmaciones que disminuían la sensación de control sobre el entorno, como: “nuevos puestos de trabajo se abrirán”.
Al terminar de rellenar el cuestionario, a cada persona se le preguntó cuánto dinero estaría dispuesta a donar si ganaba. Como ya podrás presuponer, quienes sentían que no tenían control sobre el trabajo, donaron como media 30 dólares mientras que la otra mitad que se sentía más confiada, donó un promedio de 20 dólares.
El último experimento se centró en analizar cómo las donaciones incidían en nuestras expectativas. Esta vez reclutaron a 377 personas en busca de trabajo y manipularon su percepción de control a través de los cuestionarios. No obstante, esta vez le brindaron la oportunidad de completar una segunda encuesta con la condición de agregar otros 50 dólares al premio final en juego. A la mitad de las personas se les dijo que este premio iría a una obra de beneficencia mientas a la otra mitad se les dijo que serían suyos si ganaban el premio.
Al finalizar, se evaluó el nivel de optimismo para encontrar un puesto de trabajo. Curiosamente, las personas que experimentaron la falta de control pero cuya parte del premio iría dirigida a la caridad, se mostraron mucho más optimistas.
En resumen, que creemos casi ciegamente en el karma porque nos da una sensación de control y organización. Y, con tal de mantener todas las cosas en este orden lógico, estaríamos dispuestos a ayudar a los otros y ser más magnánimos. Quizás el universo capta nuestro comportamiento como una “deuda pendiente” y al final termina devolviéndonos algo positivo.
Fuente:
Converse, B. A.; Risen, J. L. & Carter, T. J. (2012) Investing in Karma. When Wanting Promotes Helping. Psychological Science; 23(7).
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