
¿Eres una persona aprensiva? Si es así, es probable que la aprensión se haya ido apoderando paulatinamente de tu vida. Llega sigilosamente. Otea riesgos. Inventa peligros. Te pone en alerta. Y no te da tregua. Comienzas a temer lo peor. Sientes que caminas sobre cristales a punto de romperse. No sabes cuándo darás el próximo paso en falso. De manera que siempre estás preparándote para el desastre. Ser aprensivo es, en una palabra: agotador.
¿Qué es ser aprensivo? Su significado psicológico
El término aprensivo se refiere a un nivel de miedo elevado. La persona aprensiva teme a la idea de que algo pueda ser peligroso o perjudicial, ya sea para sí misma o los demás. Generalmente se trata de un miedo irracional o con poco fundamento en la realidad.
Ser aprensivo suele implicar ver peligros en todas partes y vivir como si siempre estuviera a punto de suceder algo terrible. Como resultado, esa «aprensividad» termina generando un estado de angustia y ansiedad casi permanente.
De hecho, la aprensión no es un simple miedo, sino más bien un estado de temor, ansiedad y angustia constante causado por la expectativa de que podría producirse algún desastre en cualquier momento. No la desencadena un temor específico o un riesgo concreto sino que es más bien un estado de expectación impreciso cuando se mira al futuro.
¿Cómo es una persona aprensiva?

La persona aprensiva se caracteriza por tres aspectos fundamentales:
- Experimentar un temor constante a que pueda suceder algo malo.
- Preocupación excesiva causada por el miedo a que ocurra una desgracia.
- Estado de angustia difusa o ansiedad que termina afectando el bienestar, calidad de vida y las relaciones interpersonales.
La persona aprensiva suele amplificar los problemas y dificultades, llevándolos al extremo. Pone en marcha un pensamiento catastrófico que la conduce a hacer una tormenta en un vaso de agua, lo que termina sumiéndola en un estado de tensión y alerta permanente.
De hecho, cuando la aprensión supera el grado de preocupación normal, se convierte en disfuncional y es un signo de la existencia de un trastorno de ansiedad. Por ejemplo, es comprensible que una madre se preocupe porque su hijo pequeño que está aprendiendo a ir en bici se caiga y se haga daño, pero no tiene sentido que intente impedirle a un hijo adulto que vaya en bici.
¿Cuáles son las principales causas de la aprensión?
La aprensión puede ser el resultado de múltiples factores, desde experiencias de abuso hasta una baja autoestima o inseguridad personal.
1. Futuro incierto
Una de las fuentes más comunes de aprensión es la incertidumbre sobre lo que vendrá. Cuando no sabemos qué esperar, la mente tiende a llenar esos vacíos con escenarios negativos. Esta anticipación pesimista activa un estado de alerta constante, en el que sentimos que podría pasar algo desastroso en cualquier momento, aunque no sepamos exactamente qué ni cuándo.
2. Experiencias traumáticas
El recuerdo, a nivel consciente o no, de situaciones difíciles o traumáticas puede generar una sensación crónica de amenaza. El cerebro aprende a asociar ciertos contextos o señales con peligro, lo que lleva a un estado de hipervigilancia emocional. Como resultado, incluso en situaciones seguras, podemos experimentar una ansiedad basal elevada.
3. Sensación de falta de control
Cuando sentimos que no tenemos control sobre lo que ocurre en nuestra vida, la aprensión es una respuesta a esa impotencia. Esta falta de control puede estar relacionada con dinámicas familiares, trabajos inestables, decisiones ajenas que nos afectan o incluso el propio caos interno. La percepción de que el entorno es impredecible o ingobernable genera esa ansiedad flotante.
4. Predisposición biológica o temperamental
Algunas personas son más sensibles o presentan una tendencia innata a la reactividad ansiosa. Esa predisposición, a menudo ligada al temperamento o incluso a factores genéticos, hace que perciban el mundo como un lugar más amenazante o impredecible y que exista una mayor reactividad del sistema nervioso ante el peligro. En estos casos, la aprensión puede ser un estado basal con el que se convive, más allá de los estímulos externos concretos.
5. Estilo de apego inseguro
Quienes han crecido con padres o cuidadores impredecibles o poco disponibles pueden desarrollar un estilo de apego inseguro, caracterizado por una ansiedad relacional de fondo. Esta inseguridad se arrastra a la adultez como una sensación constante de que algo puede salir mal en los vínculos, generando una aprensión relacional incluso cuando todo parece ir bien.
6. Sobrestimulación y falta de descanso
En un mundo hiperconectado, donde las interrupciones son constantes y el descanso es escaso, el sistema nervioso puede permanecer en estado de alerta continua. La falta de pausas reales impide la recuperación emocional y contribuye a una sensación de ansiedad sostenida. La aprensión, en este caso, es una respuesta al cansancio acumulado y a la falta de desconexión.
7. Pobre gestión emocional
Cuando una persona no ha aprendido a gestionar sus emociones de forma saludable, cualquier estado emocional desagradable puede intensificarse y prolongarse más allá de lo necesario. La falta de recursos psicológicos para autorregularse nos deja a merced de nuestras reacciones internas, de manera que la aprensión no tiene freno, porque no hay mecanismos internos que ayuden a devolver el equilibrio. Es como tener una alarma que se activa fácilmente, pero sin botón de apagado.
¿Cómo es la persona aprensiva en una relación?
Ser aprensivo implica percibir el mundo como un sitio hostil, lo cual hace que la persona vea riesgos y peligros en todas partes. A menudo termina transfiriendo esa sensación de miedo e inquietud a quienes le rodean.
Los padres aprensivos, por ejemplo, tienen involuntariamente a ser muy exigentes y controladores con sus hijos ya que pretenden protegerlos de los peligros. También pueden expresar esos comportamientos aprensivos en la relación de pareja, por lo que pueden llegar a asfixiar al otro.
A menudo, las personas aprensivas también necesitan garantías continuas. Exigen que los demás las calmen y validen emocionalmente, por lo que puede llegar a ser un “trabajo” extenuante. Por esa razón, la relación con una persona aprensiva termina siendo tensa y difícil.
Es complicado gestionar la distancia y la autonomía con una persona que intenta controlar todo “por nuestro bien” sin darse cuenta de que realmente nos está cortando las alas. Por esa razón, para tratar con una persona aprensiva es importante comprender que vive en un estado de alerta y tensión permanente.
¿Cómo dejar de ser aprensivo?
La aprensión es el camino más directo hacia la ansiedad. Sin duda, necesitamos estar al tanto de los riesgos para poder minimizarlos y prepararnos para la adversidad, pero vivir sobre la cuerda floja pensando que vamos a caer en cualquier momento se convierte en un sinvivir.
Ser aprensivo termina afectando tu calidad de vida, hace que tu rendimiento caiga en picado y daña tus relaciones interpersonales. De hecho, la aprensividad incluso puede terminar pasándole factura a tu salud.
1. Establece un “tiempo de preocupación”
Cada día, puedes dedicar 15 minutos en la mañana y otros 15 en la noche solamente a abordar tus preocupaciones. Con esta técnica, evitarás que las preocupaciones ronden tu mente continuamente. Cuando las preocupaciones surjan fuera del tiempo designado, pregúntate: ¿Puedo hacer algo ahora mismo para solucionarlo? Por ejemplo, si empiezas a preocuparte porque has olvidado pagar una factura, simplemente págala.
En cambio, si comienzas a preocuparte por un desastre de proporciones épicas, solo debes repetirte: “Ahora no. No es el momento de preocuparse”. Al inicio será difícil, pero poco a poco irás desarrollando un mayor autocontrol sobre tus pensamientos automáticos negativos. El objetivo de esta técnica no es ignorar las preocupaciones sino impedir que te arruinen la vida ocupando continuamente tu mente y generando un estado de aprensión.
2. Piensa en lo peor que podría pasar
Si quieres dejar de ser aprensivo, uno de los métodos más eficaces es preguntarte qué es lo peor que podría pasar si tus preocupaciones se materializan. Imagina el peor escenario posible, retenlo en tu mente durante cinco minutos y soporta las emociones negativas que genera. Repite el mismo ejercicio al día siguiente.
Esta técnica de la Psicología Inversa sigue el principio: para ser feliz, enfócate en lo que te hace desgraciado. Más temprano que tarde tu cerebro se agotará de esas preocupaciones y te darás cuenta de que el desastre que imaginaste no es tan terrible como suponías o, al menos, ya no te genera tanta aprensión porque lo has encarado y has dejado de escapar de las emociones que te generaba.
3. Atrévete a salir de tu zona de confort
La aprensión te encierra en una zona cada vez más estrecha. El temor te limita, de manera que poco a poco te coartas de muchas cosas. Al inicio, salir de la zona de confort puede dar miedo, pero te ayudará a ganar confianza y seguridad en ti mismo. Atreverte a hacer cosas que te asustan, te generan un poco de ansiedad, te estresan o te intimidan es beneficioso porque te demuestra que todo no saldrá tan mal como temes.
Vivir nuevas experiencias, en especial aquellas que encierren cierto grado de imprevisibilidad y demanden improvisación, también te ayudará a sentirte más cómodo con esas situaciones, de manera que dejarás de reaccionar con aprensión cuando el mundo a tu alrededor cambie demasiado. Así podrás combatir la mente ansiosa y aprensiva, ganándole la batalla usando sus propias armas.
Fuentes:
Ren, L. (2024) Towards the role of apprehension and anxiety as antecedents of EFL students’ burnout. Heliyon; 10(4): e25777.
Huang, Z. (2015) Walking the Straight and Narrow: The Moderating Effect of Evaluation Apprehension on the Relationship between Collectivism and Corruption. PLOS ONE; 10 (3): 10.1371.
Cottrell, N. B. et. Al. (1968) Social facilitation of dominant responses by presence of others. Journal of Personality and Social Psychology; 9 (3): 245–250.
José Antonio Peláez dice
Muy útil el artículo