
Sentirse estresado es inevitable. Ya provenga de nuestro trabajo, familia o amistades, el estrés es una respuesta natural que se activa cuando nuestros recursos psicológicos se ven desbordados por la situación que estamos atravesando. De hecho, el estrés no es negativo en sí mismo. Su principal misión es activarnos y darnos una dosis extra de energía para que podamos lidiar con el problema.
Sin embargo, en los últimos años el estrés parece haberse convertido en el enemigo público número uno. Somos conscientes de los daños que provoca en nuestro cuerpo y los efectos en nuestra mente, por lo que intentamos combatirlo por todos los medios posibles. A pesar de ello, esa estrategia no siempre brinda los resultados esperados: a veces nos estresamos por el simple hecho de estar estresados.
Cuando la mente se convierte en tu peor enemigo
Aunque existen diferentes tipos de estrés, no es menos cierto que la línea entre el eustrés y el distrés puede ser muy fina y fácil de traspasar sin darnos cuenta. De hecho, quizá una de las características más frustrantes del estrés es su tendencia a convertirse en una especie de bola de nieve que aprovecha su propio impulso para crecer continuamente mientras arrastra todo lo que encuentra a su paso.
Esa sensación de que las cosas están fuera de control, unido a nuestra profunda reticencia a las emociones que consideramos negativas, genera un marco en el que el estrés se convierte en nuestro enemigo. Como resultado, cuando lo detectamos le declaramos la guerra. Creemos que sentirse estresado no está bien. Entonces nos juzgamos y criticamos por ello. Pero esos pensamientos no nos ayudan precisamente a aliviar el estrés sino todo lo contrario, a menudo alimentan la tensión, el nerviosismo y la frustración.
Los pensamientos sobre los pensamientos o las emociones sobre las emociones, un fenómeno que en Psicología se cataloga como “de Tipo 2” porque son secundarias a los pensamientos o emociones primarios, tienen el potencial de causar más daño de lo que nos preocupaba en un primer momento (los pensamientos o emociones de Tipo 1).
Estar estresado por sentirse estresado es un círculo vicioso. Y generalmente cuanto más pensemos en ello o más intentemos combatirlo, más se acrecentará ese malestar porque le estaremos dando una importancia desproporcionada. Cuando el estrés ocupa toda nuestra atención, no solos capaces de apreciar las otras cosas positivas de la vida, precisamente esas que podrían ayudarnos a reducir ese estrés.
La compasión como arma contra el estrés
Por supuesto, eso no significa que debamos hacer oídos sordos e ignorar las señales del estrés, permitiendo que crezca hasta llegar a ser dañino. Sin embargo, adoptar otra actitud podría evitar que nos estresemos por el mero hecho de estar estresados.
Todos lidiamos con los contratiempos, los desafíos y los problemas de manera diferente. En lugar de castigarte por el estrés, ofrécete compasión. El estrés no es 100% negativo. De hecho, puede ser una señal de que estás creciendo, desafiando tus límites, saliendo de tu zona de confort o aprendiendo cosas nuevas sobre ti mismo o el mundo.
El estrés puede ser el resultado de actuar al límite de nuestras capacidades, que es precisamente esa zona donde se produce el crecimiento. Eso puede causar tensión e incomodidad, pero también puede hacernos más sabios y resilientes. Si la incomodidad que estás experimentando está alineada con tus valores y objetivos, es probable que ese estrés no sea tan negativo como supones, a menos que realmente te provoque un gran malestar y se convierta en un obstáculo en vez de actuar como coadyuvante.
En cualquier caso, no tiene sentido castigarse o recriminarse por estar estresado. En vez de decirte que no deberías estar estresado o juzgar esas emociones como inútiles, intenta tratarte con compasión. La compasión no es decirte que todo va bien y darte una palmadita en la espalda como si no pasara nada, sino decirte que estás haciendo lo mejor que puedes con los recursos disponibles.
La compasión no es malcriar a tu niño interior, sino hablarte con amabilidad y ofrecerte el apoyo que necesitas en esos momentos difíciles. La compasión implica tomar nota de cómo te sientes y asumir que puede ser perfectamente normal. De hecho, psicólogos de las universidades de Toronto y California comprobaron que el simple hecho de aceptar nuestras experiencias mentales reduce el malestar que estas provocan, sobre todo el estrés.
Cuando te tratas con compasión no añades más tensión a una situación estresante, sino que creas un espacio de aceptación y serenidad interior en el que el estrés comience a desvanecerse. Entonces puede ocurrir la magia: cuando dejas de preocuparte por estar estresado, la tensión se alivia y el estrés va cediendo o, al menos, disminuye su intensidad. Es un cambio de perspectiva que merece la pena.
Referencia Bibliográfica:
Ford, B. Q. et. Al. (2018) The Psychological Health Benefits of Accepting Negative Emotions and Thoughts: Laboratory, Diary, and Longitudinal Evidence. J Pers Soc Psychol; 115(6): 1075–1092.
Deja una respuesta