Hay quienes piensan que época de incertidumbre y precariedad, el llamado constante a salir de nuestra zona de confort resulta paradójico y hasta cruel. Hay quienes piensan que abandonar la zona de confort en esas condiciones nos desorienta y descoloca. También hay quienes piensan que una vez que construimos ese espacio, con tanto esfuerzo y sacrificio, deberíamos defenderlo a capa y espada, manteniéndonos en esa zona durante el mayor tiempo posible.
Se equivocan.
Es precisamente en los tiempos más convulsos e inciertos cuando más necesitamos salir de la zona de confort. Porque, más temprano que tarde, necesitaremos esas habilidades para afrontar los cambios que vendrán. Quienes se queden amodorrados en esa pequeña burbuja, pensando que están a salvo de los vaivenes del mundo, serán golpeados con más fuerza y probablemente la vida los obligue a ir en una dirección que no habrían elegido libremente.
La resistencia a lo incierto y la búsqueda de seguridad
Nuestro cerebro es reacio a la incertidumbre. Programado para buscar patrones y dar un orden lógico a lo que ocurre, le cuesta lidiar con las situaciones aleatorias y cambiantes. Por ese motivo, cuando nos sumergimos en situaciones inciertas, experimentamos una gran incomodidad y tenemos la tendencia a reestablecer el control de alguna manera.
Como parte de las conductas compensatorias que ponemos en marcha – muchas veces inconscientemente – a menudo intentamos recluirnos en nuestra zona de confort porque es un espacio conocido y coherente en el que nos sentimos a salvo y donde podemos ejercer cierto grado de control sobre nuestro entorno.
Sin embargo, ninguna burbuja personal está hecha a prueba del mundo. Lo que ocurre a nuestro alrededor nos acabará afectando, de una forma u otra, por lo que es mejor estar preparados. Y eso significa que debemos ir desarrollando las habilidades de afrontamiento necesarias, muchas de las cuales se ponen a prueba solo fuera de esa zona de comodidad que hemos creado.
Aprender a sentirnos cómodos con la incertidumbre
Existe la creencia errónea de que salir de la zona de confort consiste en lanzarse desde una gran altura sin paracaídas o dejarlo todo para comenzar de cero. En realidad, la zona de confort no está compuesta únicamente por nuestras rutinas y hábitos, sino también por nuestros estereotipos y formas de pensar.
Por tanto, salir de ese espacio no significa únicamente probar algo nuevo que nos empuje a salir de lo conocido sino también atrevernos a pensar fuera de los límites para poder ver cosas que normalmente nos pasan desapercibidas.
Lo ideal es ir ampliando esa zona de comodidad sin caer en el pánico. Consiste en exponerse continuamente a nuevos estímulos – ya sean físicos o mentales – para poder sentirnos cada vez más cómodos con la incertidumbre, lo novedoso e incluso lo paradójico. Esas habilidades serán las que nos preparen para afrontar mejor la adversidad o los cambios drásticos.
La tendencia a sentirnos víctimas de las circunstancias y compadecernos no nos ayudará a desarrollar una actitud resiliente. La cultura de la complacencia y la evitación experiencial son un paliativo que nos conforta inmediatamente haciéndonos sentir relativamente seguros, pero no son un remedio eficaz a largo plazo.
Quedarse en la zona de confort es perfectamente lícito. Podemos volver a ese espacio para descansar, recuperar fuerzas y disfrutar de lo que hemos creado, pero también debemos asegurarnos de salir para explorar nuevas facetas de nosotros mismos y ponernos a prueba, tomando nota de los cambios en el mundo para poder trazar las estrategias más eficaces y adaptativas.
Si no lo hacemos, la vida terminará decidiendo por nosotros, probablemente empujándonos fuera de nuestra zona de confort en el peor momento posible.
Elige tu camino, no esperes a que la vida te empuje
Séneca decía: “Los efectos de lo que no se espera son más aplastantes ya que a lo inesperado se suma el peso del desastre. Lo imprevisto siempre ha intensificado el dolor de la persona. Por esa razón, debemos asegurarnos de que nada nos tome por sorpresa […] Debemos prever todas las posibilidades y fortalecer el espíritu para lidiar con las cosas que podrían ocurrir. Pruébalas en tu mente”.
Siglos después, la ciencia le ha dado la razón. Investigadores de la Universidad de California comprobaron que, si queremos lograr nuestras metas, imaginar que todo saldrá bien no es lo más inteligente ni eficaz. Al contrario, es mejor visualizar el camino que debemos seguir y prepararnos para los contratiempos que probablemente se producirán. Ese proceso puede generar un poco de ansiedad. Por supuesto. Pero también acabará ahorrando mucho sufrimiento y angustia.
Como dijera el filósofo estoico, “es en tiempos de seguridad que el espíritu debe prepararse para enfrentar los tiempos difíciles”. O sea, debemos salir de nuestra zona de confort por voluntad propia, antes que la adversidad se encargue de expulsarnos de ella. Si lo hacemos, podremos prepararnos y tomar mejores decisiones. Si no lo hacemos, es probable que el golpe de la adversidad sea infinitamente más fuerte y nos empuje por derroteros que no habríamos elegido conscientemente. Tú decides.
Referencias:
Séneca, L. A. (2018) Cartas a Lucilio. Epístolas escogidas. Barcelona: Editorial Ariel.
Pham, L. B. & Taylor, S. E. (1999) From Thought to Action: Effects of Process-Versus Outcome-Based Mental Simulations on Performance. Personality and Social Psychology Bulletin; 25(2): 250-260.
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