Los finales suelen ser momentos cargados de emociones. Da igual si hablamos de un año que termina, una etapa laboral, un proyecto personal o una relación de pareja. Los cierres tienen el poder de revolver sentimientos profundos que creíamos enterrados, aunque al mismo tiempo también ofrecen una especie de lienzo en blanco de cara al futuro que puede ser tan emocionante como aterrador, según cómo se asuma.
Pero, ¿por qué nos cuesta tanto cerrar ciclos? ¿Por qué nos resistimos a pasar página? Y lo que es más importante: ¿cómo podemos hacerlo de manera que nos permita crecer, en lugar de quedarnos atrapados en el pasado?
Los cierres importan – y mucho
En 1993, el psicólogo Daniel Kahneman pidió a un grupo de personas que se sometieran a dos versiones diferentes de una experiencia desagradable. En la primera prueba, los sujetos sumergieron una mano en agua fría a 14°C durante 60 segundos. En la segunda prueba, sumergieron la otra mano en agua a 14 °C durante 60 segundos, pero luego mantuvieron la mano sumergida durante 30 segundos más, durante los cuales la temperatura se elevó a 15 °C.
A continuación, les preguntaron qué prueba preferían repetir. En contra del sentido común, los participantes estaban más dispuestos a repetir la segunda prueba, a pesar de que se trataba de una exposición más prolongada a temperaturas frías. Kahneman concluyó que, como el final fue menos desagradable, el recuerdo que guardaban de la experiencia general era más positivo.
Lo cierto es que los finales tienen un impacto desproporcionado en nuestra memoria. La “regla del pico y el final” señala que solemos juzgar una experiencia en función de cómo nos sentimos durante el punto álgido y el final, en lugar de basarnos en la suma de cada momento. Por tanto, la manera en que cerramos un ciclo puede determinar cómo recordamos esa vivencia.
Dado que los finales suelen activar un sentimiento de pérdida, incluso cuando dejamos atrás algo que nos daña o que ya no queremos, es importante no permitir que ese sesgo emocional, generado muchas veces por la sensación de nostalgia o el miedo por lo que vendrá, matice toda la experiencia.
El ritual de cierre, mucho más que simples gestos
Los rituales son acciones simbólicas que nos permiten recuperar la sensación de control, generalmente a través de la familiaridad, por lo que nos ayudan a lidiar con los cambios. De hecho, uno de los beneficios de los rituales es que nos permiten afrontar mejor las pérdidas y aliviar el dolor que estas provocan.
Un estudio realizado en la Universidad de Harvard también descubrió que los rituales mejoran nuestro rendimiento al reducir la ansiedad. Se debe a que proporcionan estructura en momentos de incertidumbre y nos permiten expresar sentimientos que, de otro modo, podrían quedar reprimidos en lo más profundo de nuestro inconsciente.
Los rituales de cierre, en especial, representan el límite entre lo que acaba y lo que comienza. Nos ayudan a soltar nuestras emociones y procesar nuestros pensamientos para hacer cabida en nuestra vida a una nueva etapa.
De hecho, es probable que en tu día a día ya implementes algún ritual de cierre sin ser plenamente consciente de ello. Un ritual de cierre al final de cada jornada laboral, por ejemplo, podría ser darte un baño relajante para aligerar todas las tensiones del día y prepararte para el descanso.
Obviamente, los rituales de cierre de ciclos también pueden servirnos para cerrar períodos de tiempo más largos, capítulos más importantes de nuestra vida o despedirnos de personas significativas que, por una u otra razón, ya no están con nosotros.
¿Cómo crear un ritual de cierre de año o de ciclo que te ayude a pasar página?
Los rituales de cierre de ciclos no tienen que ser complejos ni ceremoniosos, el secreto radica en que te permitan conectar con tus emociones para que puedas cerrar ese capítulo de tu vida de manera consciente.
- Haz un cierre simbólico
Puedes elegir cualquier ritual que simbolice un cierre de ciclo para ti, como escribir una carta de despedida, realizar una limpieza en casa para deshacerte de esas cosas que te recuerdan la antigua etapa o incluso guardar algunos objetos especiales en una caja, como si fuera una especie de “archivo emocional”.
También puedes escribir en un papel todas las situaciones, emociones o patrones negativos que quieres dejar atrás. Luego, en un lugar seguro, quema ese papel como símbolo de liberación. Este ritual te ayudará a soltar el pasado y liberar la energía acumulada, dejando espacio para recibir lo nuevo.
- Agradece (incluso a lo malo)
Puede sonar trillado, pero experimentar gratitud, incluso por los momentos difíciles, puede ser muy útil para reconciliarte con el pasado. Por supuesto, sentirse agradecido por una etapa complicada es difícil porque tendrás la tendencia a enfocarte en lo negativo.
La gratitud no significa minimizar el dolor o justificar las cosas negativas que han sucedido, sino encontrar los pequeños destellos de luz que pueden surgir incluso en la oscuridad. Para cultivar ese sentimiento, es clave cambiar la perspectiva. Pregúntate: ¿qué enseñanza me ha dejado? ¿Cómo puedo utilizarlo para seguir avanzando? Ese acto te permite transformar el dolor en aprendizaje y, por ende, desarrollar una actitud más positiva con vistas al futuro.
- Declara un cierre oficial
En muchas ocasiones nos quedamos orbitando alrededor de proyectos, relaciones o personas que han perdido su razón de ser para nosotros. Generalmente nos quedamos en bucle porque no nos atrevemos a poner un punto final ya que al hacerlo confirmamos que no hay vuelta atrás.
En esos casos, puede ser conveniente expresarlo en voz alta y repetírtelo varias veces. Puedes decirte: “doy por cerrado este año/relación y agradezco todo lo que trajo. Estoy listo/a para lo que viene”. Al repetirlas con convicción, tu mente empieza a aceptarlas como una realidad. Es un paso sencillo, pero te asombrará descubrir que tiene un gran poder simbólico para realizar esos finales necesarios y abrirte a lo nuevo.
- Visualiza el futuro
Después del cierre, es normal experimentar cierta sensación de vacío, sobre todo si a lo que decimos adiós ha ocupado un lugar relevante en nuestra vida. Ese vacío puede crecer, dejándonos confundidos, desorientados y tristes. Por tanto, no solo debes aprender a despedirte de lo que ya no puede ser sino además pensar en lo que quieres construir.
Haz una lista de metas o deseos. Tómate unos minutos, siéntate en silencio y visualiza tus intenciones. No tienes que comenzar inmediatamente, pero te ayudará a comprender que hay vida más allá de lo que has dejado atrás. Este pequeño ejercicio te ayudará a alinear tu mente con tus objetivos, facilitando la actitud adecuada para seguir adelante.
El fin de año es un momento perfecto para practicar este ritual de despedida y cierre. Es una invitación a reflexionar, agradecer y, sobre todo, a seguir adelante. Puedes dedicar una tarde a reflexionar, cerrar y planificar la próxima etapa. Elige un espacio tranquilo y piensa en lo que deseas dejar atrás.
Recuerda que no se trata de borrar el pasado, sino de aceptarlo e integrarlo en tu historia vital. A fin de cuentas, dejar ir no es olvidar, sino avanzar con menos peso y más claridad. Un ritual de cierre de ciclos no es solo algo que se haga por tradición o porque “toca”, es un acto de autocuidado que nos permite soltar lo que nos está obstaculizando para abrirnos a nuevas posibilidades.
Referencias Bibliográficas:
Wood, A. et. Al. (2016) Don’t stop believing: Rituals improve performance by decreasing anxiety. Organizational Behavior and Human Decision Processes; 137: 71–85.
Kahneman, D. et. Al. (1993) When More Pain Is Preferred to Less: Adding a Better End. Psychological Science; 4(6): 401-405.
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