En la vida, a todos nos pasan cosas malas. La adversidad llama a todas las puertas. Sin embargo, hay personas que responden con resiliencia e intentan tomar las riendas de su destino enfocándose en aquello que pueden cambiar mientras otras emprenden el camino de la victimización.
El problema es que interpretar el rol de víctimas nos conduce a asumir una postura pasiva sustentada en un locus de control externo. Creer que no tenemos ningún poder y limitarnos a lamentarnos por lo ocurrido nos dejará completamente a merced de las circunstancias, haciendo que perdamos la confianza en nuestra capacidad para salir adelante.
Psicólogos de la Universidad de Tel Aviv consideran que la tendencia a la victimización es una característica de personalidad que influye en la manera en que las personas dan sentido al mundo. Lo llamaron Tendencia al Victimismo Interpersonal (TIV).
¿Qué es la tendencia al victimismo interpersonal?
Todos podemos sentirnos víctimas en determinadas circunstancias, en especial cuando atravesamos situaciones que consideramos injustas. Sin embargo, cuando se trata de una interpretación recurrente, muchas veces desligada de lo que ocurrió en realidad, se puede hacer referencia a un patrón de pensamiento o rasgo de personalidad.
Estos investigadores definen la TVI como “un sentimiento continuo de que uno es una víctima, el cual se generaliza a diferentes tipos de relaciones”, por lo que termina determinando la forma en que respondemos ante el mundo y, en especial, a las relaciones interpersonales.
Este rasgo de personalidad influye de manera especial en los sentimientos, pensamientos y comportamientos que asumimos ante las situaciones dolorosas de la vida. Una persona con tendencia al victimismo se sentirá sin poder para reaccionar ante la adversidad y tendrá la tendencia a buscar culpables externos.
¿Cómo son las personas con tendencia al victimismo?
Sin duda, las transgresiones interpersonales son desagradables y a veces incluso injustificadas. Pero algunas personas son capaces de ignorarlas o procesarlas y seguir adelante mientras otras le dan vueltas continuamente, asumiendo el papel de víctimas.
A través de una serie de estudios, estos psicólogos descubrieron que la tendencia al victimismo está relacionada con otras características de personalidad:
- Falta de empatía. Aunque las personas con tendencia al victimismo reclaman para sí el reconocimiento de su dolor y sufrimiento, tienen dificultades para ponerse en el lugar de los demás. Esa escasa empatía le impide darse cuenta de que ellos no son los únicos que sufren y comprender las posibles razones que tienen los demás para comportarse de cierta manera.
- Necesidad de reconocimiento. La víctima necesita que se le reconozca su rol. Por eso, a menudo se trata de personas que pregonan su dolor y mala suerte en la vida, con el objetivo, muchas veces inconsciente, de validar la autoimagen que se han formado de sí misma.
- Rumiaciones. Las personas con tendencia al victimismo también suelen rumiar sus problemas. Le dan vueltas en la cabeza una y otra vez, de manera que no logran pasar página, sino que acrecientan su dolor y se mantienen en un bucle de sufrimiento.
- Apego ansioso. Se caracteriza porque la persona se siente insegura en sus relaciones interpersonales, lo cual puede ser una señal de que esa tendencia a la victimización puede haberse desarrollado temprano en la vida, a partir de la relación con los padres.
- Elitismo moral. Las personas con tendencia al victimismo a menudo creen que su malestar y dolor las coloca por encima de los demás, por lo que pueden desarrollar una superioridad moral.
En uno de los experimentos, los participantes debían valorar escenarios que involucraban a otra persona que los trataba de manera desagradable, ya sea leyendo una viñeta en la que se describía a un compañero haciéndoles una crítica negativa o haciendo que participaran en un juego en el que su oponente se aprobiaba de la mayor parte de las ganancias.
Curiosamente, en ambos experimentos las personas con más tendencia al victimismo interpersonal tenían más probabilidades de querer vengarse contra quien les hizo daño. En el caso del juego, ese deseo de venganza se tradujo en comportamientos ya que las personas eran más propensas a quitarle dinero a su oponente cuando tenían la oportunidad, aunque eran conscientes de que esta decisión no aumentaría sus propias ganancias.
Los participantes con alto nivel de TIV también informaron haber experimentado emociones negativas más intensas, lo cual revela que suelen vivir los problemas con mayor intensidad que los demás. Además, se creían con mayor derecho a comportarse de manera poco moral. En práctica, cuanto mayor era la tendencia a la victimización, más emociones negativas experimentaban y más se sentían con derecho a comportarse de manera inmoral con los demás.
En sentido general, estas personas tienen la tendencia a interpretar las situaciones sociales como si fueran una ofensa o un ataque personal. Sufren lo que se conoce como sesgo de interpretación, el cual también tiene un carácter proyectivo porque lo aplican antes de que se produzcan los hechos, lo cual da pie a una profecía autocumplida. En práctica, suponen de antemano que los demás se comportarán mal con ellos, lo cual les lleva a poner en práctica un comportamiento defensivo que termina, efectivamente, generando fricciones que pueden causar heridas emocionales.
Obviamente, salir de ese círculo vicioso es fundamental si queremos retomar las riendas de nuestra vida. Todos experimentamos eventos negativos y estamos expuestos a las injusticias, pero si caemos en el victimismo crónico, no podremos superar esas experiencias y estas seguirán ejerciendo su influjo malsano sobre nosotros. Dejar de ser víctimas es, a fin de cuentas, una apuesta por el empoderamiento personal y una nueva oportunidad que nos damos a nosotros mismos para superar lo que hasta ahora había marcado nuestra vida.
Fuente:
Gabay, R. et. Al. (2020) The tendency for interpersonal victimhood: The personality construct and its consequences. Personality and Individual Differences; 165: 110134.
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