El abuso verbal no deja huellas físicas, pero sus marcas psicológicas son muy profundas. Una frase, dicha en un momento en el cual somos especialmente vulnerables, puede quedarse impresa con fuego en nuestra mente, activándose una y otra vez. Las palabras tienen un poder increíble. Pueden calmarnos y empoderarnos, pero también pueden herirnos y derrumbarnos.
La convivencia genera desencuentros que muchas veces nos dejan con las emociones a flor de piel. Hasta cierto punto, los conflictos son positivos ya que representan oportunidades para el cambio. Sin embargo, cuando la pelea sube de tono y las palabras se vuelven ofensivas, se produce una situación de violencia verbal. Y “la violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, siempre es un fracaso”, en palabras de Jean Paul Sartre.
¿Qué es la violencia verbal?
En ocasiones, en medio de una discusión acalorada, las emociones toman el mando y la rabia o la frustración pueden hacer que digamos cosas hirientes. Es comprensible que, en algunas circunstancias perdamos la compostura, pero si se convierte en la norma, estamos ante una situación de maltrato verbal.
La violencia verbal es una forma de comunicación destructiva en la que una persona daña a otra. Se trata de un patrón comunicativo sostenido a lo largo del tiempo en el que, de manera más o menos intencional, se ejerce un maltrato verbal continuo que afecta la autoestima de la víctima provocando un estado emocional negativo y generando dudas sobre su valía como persona.
Y cabe aclarar que no se produce únicamente en el seno de la relación de pareja o la familia, también es habitual en los entornos laborales tóxicos, ya sea entre colegas de trabajo o, lo que es más común, por parte de quienes ostentan una posición de poder.
¿Cuál es la diferencia entre el abuso verbal y una discusión acalorada?
No es fácil distinguir una discusión acalorada del maltrato verbal. De hecho, muchas personas ni siquiera son plenamente conscientes de que están siendo víctimas de una situación de abuso verbal. A menudo las víctimas le restan importancia a lo que ocurre o intentan justificar el comportamiento del otro pensando cosas como “realmente no quiso decir eso” o “lo dijo en un momento de rabia, no hay que prestarle atención”.
Hay que tener claro que, si en una discusión acalorada una de las personas insulta, humilla y/o culpabiliza al otro, se está produciendo una agresión verbal. No obstante, una situación puntual no implica que se haya establecido una dinámica de violencia verbal en la relación. Esta se produce cuando existe un patrón recurrente; es decir, cuando se usan continuamente los gritos, insultos, amenazas y humillaciones para someter al otro.
Por tanto, si bien lo ideal es evitar las palabras que puedan dañar al otro, el abuso verbal se produce cuando se convierte en la norma. Aunque debemos ser conscientes de que esa “norma” no implica que se produzca todos los días a todas horas. De hecho, la violencia verbal, al igual que el resto de los tipos de abuso, suelen seguir un ciclo.
El ciclo de la violencia verbal que la perpetúa
En 1979, la psicóloga Lenore E. Walker entrevistó a unas 1.500 mujeres que habían sido víctimas de violencia doméstica y descubrió que existía un patrón similar, al que llamó “ciclo de abuso”. Al inicio propuso tres fases, pero luego estas se ampliaron incluyendo una cuarta que permite comprender mejor la dinámica del abuso:
- Generación de la tensión
Las obligaciones de la vida cotidiana, como los conflictos en la crianza de los hijos, los problemas de pareja, las discrepancias con las familias de origen, las dificultades económicas o simplemente los malentendidos, generan una tensión que se va acumulando. Durante esa fase, el abusador se siente molesto o incluso ignorado, amenazado o humillado de alguna forma.
Sin embargo, al carecer de las herramientas psicológicas adecuadas para liberar esas tensiones, las va acumulando en su interior durante días o a veces incluso meses. Da vueltas a lo que ocurre en su mente y a menudo crea narrativas en las que culpa al otro de todos los problemas, por lo que comienza a generar un sentimiento de animadversión.
- Incidente
Puede ser una explosión verbal puntual durante una discusión, pero también puede extenderse durante días. En esta fase, el maltratador intenta dominar y manipular a su víctima haciendo que se sienta mal. Prácticamente todo le molesta y cualquier excusa es buena para iniciar una disputa, por lo que a menudo la víctima siente que está caminando sobre cristales frágiles a punto de romperse. Al liberar la energía psicológica retenida, el maltratador reduce la tensión interior, por lo que incluso puede llegar a pensar que la víctima “se lo merecía”.
- Reconciliación
En este punto, el maltratador puede comprender que ha traspasado los límites e incluso puede temer que la persona lo abandone. Por eso, es habitual que comience a sentir remordimiento o experimente culpabilidad. En cambio, la víctima puede sentirse confundida, lastimada, humillada o incluso tener miedo o pensar que es la responsable de lo ocurrido.
El maltratador intentará disculparse y recuperar el afecto de la víctima, a menudo prometiendo que no volverá a pasar y mostrando su arrepentimiento y tristeza. Es probable que haga de todo para volver a ganarse la confianza de esa persona. En algunos casos incluso puede intentar quitarle importancia a lo ocurrido afirmando que “no fue para tanto”, que “le ocurre a todos” o que el otro “ha sacado las cosas de quicio”.
Por su parte, la víctima, que a menudo solo desea que la relación mejore y que también se siente agotada emocionalmente, puede mostrarse dispuesta a ignorar lo ocurrido, perdonarle y hacer borrón y cuenta nueva con tal de dejar atrás la pesadilla que estaba viviendo.
- Calma
Durante esta etapa del ciclo de violencia, que muchos bautizan como luna de miel, la relación vuelve a ser relativamente tranquila y serena. Es posible que el abusador incluso se esfuerce porque las cosas vuelvan a la normalidad y que la otra persona se sienta bien, quizá comprándole regalos o teniendo detalles.
De esta forma, la víctima alimenta la esperanza de que el abuso haya terminado y vuelve a confiar en el otro. A menudo incluso puede adoptar una postura más sumisa y dependiente pensando que de esta manera no dará pie al abuso, lo cual implica que en el fondo se culpabiliza por lo que ocurre.
Son precisamente esas oscilaciones entre el abuso y la gratificación lo que apuntala la relación abusiva ya que la víctima mantiene viva la ilusión de que el otro cambie. Sin embargo, cuando los problemas no se abordan de frente, sino que se ignoran, terminan convirtiéndose en un elefante en la habitación. Por consiguiente, no es raro que las tensiones cotidianas y los conflictos latentes vuelvan a aflorar y el abuso se perpetúe.
7 señales de maltrato verbal: Más allá de los gritos e insultos
1. Insultos y gritos
Los insultos y gritos son la expresión más evidente del maltrato verbal. En este caso, la persona alza continuamente la voz para intentar imponerse y no duda en recurrir a los insultos y ofensas para intentar controlarte infundiendo temor. Como apuntó el escritor John Frederick Boyes: “la violencia en la voz es a menudo la muerte de la razón en la garganta”.
2. Humillación y críticas destructivas
Existe un tipo de abuso verbal más sutil pero muy dañino: la humillación y las críticas destructivas. En este caso, la persona no recurre a los gritos sino al sarcasmo, la vergüenza, los gestos desdeñosos y la degradación para ejercer el control. Puede recurrir a bromas que te hagan sentir mal o usar palabras y gestos que te menosprecien y/o te hagan sentir incompetente.
3. Acusaciones y culpabilización
En algunos casos, el maltrato verbal se reviste de manipulación. La persona te responsabilizará por todo lo malo que sucede, despojándose de su cuota de responsabilidad para hacerte sentir sentir mal. Esa persona no dudará en acusarte y culparte, achacándote siempre malas intenciones o una incompetencia total.
4. Trivializar
Este tipo de abuso verbal es más sutil y difícil de detectar ya que consiste en restar importancia a tus opiniones y sentimientos, hasta el punto de hacerte sentir que eres completamente insignificante. Esa persona no muestra empatía, minimizando continuamente tus problemas e incluso negándose a abordarlos.
5. Amenazas
Además de las típicas amenazas a través de las cuales una persona intenta controlar tu comportamiento, también existen amenazas que recurren a un tipo de chantaje emocional. Uno de los ejemplos más extremos es: “Si me dejas, me/te mato”, pero existen muchas otras formas de amenazas y extorsiones en todo tipo de relaciones.
6. Cosificación
En este caso, no suelen mediar insultos ni gritos, la persona simplemente se limita a tratarte como si fueras un objeto, lo cual significa que no te presta atención ni satisface tus necesidades emocionales. Esa persona te ignora sistemáticamente, haciendo como si no existieras.
7. Bloqueo del diálogo
Solemos identificar la agresión verbal con los gritos e insultos, pero el silencio también puede blandirse como un arma para causar profundas heridas. No hablarle a una persona, con el objetivo de hacerla sentir mal, impidiendo el diálogo que pueda solucionar los conflictos que existen en la relación, es una forma de violencia verbal.
Las consecuencias de la violencia verbal afectan tu cerebro y salud
El hecho de que nos griten, humillen o ignoren nuestras necesidades afectivas con frecuencia termina cambiando nuestra mente, el cerebro e incluso nuestro cuerpo. Cuando se desencadena una respuesta de miedo repetidamente debido a un entorno hostil, como uno marcado por los gritos o la frialdad emocional, se producen reacciones físicas y emocionales automáticas que pueden causar un trauma psicológico. De hecho, no es inusual que quienes han sido víctimas del maltrato verbal durante años terminen sufriendo cuadros de depresión o ansiedad.
Además, la violencia verbal aumenta la actividad de la amígdala, de manera que esta se vuelve más reactiva y nos mantiene en un estado de excitación nerviosa constante. También incrementa la producción de hormonas del estrés y genera tensión muscular, lo cual significa que tendrá repercusiones negativas sobre nuestra salud a medio y largo plazo, desencadenando enfermedades que tienen un componente psicosomático.
El maltrato verbal también termina cambiando lo que pensamos y cómo nos sentimos respecto a nosotros mismos. Esto se debe a que las conexiones neuronales que se establecen en nuestro cerebro dependen en gran medida de nuestras experiencias. Y si esas experiencias están marcadas por el abuso verbal, es difícil escapar de ellas. En otras palabras: si alguien nos hace sentir que no valemos nada, es probable que terminemos creyéndolo.
Las investigaciones sobre el apego y la maternidad confirman lo que todos sabemos intuitivamente: como seres humanos, nos sentimos mejor cuando somos amados y estamos seguros, lo cual significa, entre otras cosas, recibir un trato respetuoso.
¿Cómo detener el maltrato verbal?
Si estás siendo víctima de agresiones verbales, es importante que le pongas coto. Detener la violencia verbal es un acto de autodefensa y amor propio porque a la larga esa situación terminará dañando profundamente tu autoestima y se cobrará una factura muy elevada en tu salud.
Establece límites, líneas rojas que la otra persona no debe soprepasar. Déjale claro que no estás dispuesto a soportar ciertos comportamientos.
Dado que algunas personas no son plenamente conscientes del impacto de sus palabras, un buen punto de partida consiste en hacerle notar cuánto te dañan sus palabras y actitudes. De esta manera lograrás que salga de su postura egocéntrica y se ponga en tu lugar.
También puedes brindarle ayuda para encontrar una solución juntos. El abuso verbal puede ser la expresión del agotamiento psicológico, de la incapacidad para adoptar un estilo relacional más asertivo o incluso del miedo. Al fin y al cabo, como dijo el psicólogo Marshall Rosenberg: “Toda violencia es el resultado de personas engañándose para creer que su dolor es provocado por otra gente, pensando por tanto que merecen ser castigadas”. Lo importante es que esa persona reconozca que necesita ayuda para lidiar con los conflictos y las relaciones de manera más constructiva y enriquecedora.
Como último recurso, si estas estrategias no funcionan, porque no siempre está en nuestras manos cambiar al otro, siempre nos queda la opción de alejarnos de esa persona que nos está haciendo daño.
Referencias Bibliográficas:
Yun, J. et. Al. (2019) Verbal Abuse Related to Self-Esteem Damage and Unjust Blame Harms Mental Health and Social Interaction in College Population. Scientific Reports; 9: 5655.
Ney, P. G. (1987) Does Verbal Abuse Leave Deeper Scars: A Study of Children and Parents. The Canadian Journal of Psychiatry; 32(5): 10.1177.
Walker, L. E. (1979) The Battered Woman. New York: Harper and Row.
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