Hace años, mientras aún estudiaba en la universidad, no tenía muchas de las características de la puntualidad. Sin embargo, con el paso de los años he mejorado mucho porque me he dado cuenta de que la puntualidad es sumamente importante. Ser impuntual puede afectar seriamente nuestra imagen, sobre todo si se trata de una cita importante, y también representa una falta de respeto para quien espera.
La buena noticia es que la persona puntual no nace, se hace. Por tanto, todos podemos aprender a ser puntuales simplemente poniendo en práctica algunos hábitos que caracterizan a esas personas que siempre llegan en hora a sus citas.
¿Cómo son las personas puntuales?
- Son realistas
Cuando llegaba tarde a las citas no era por despiste sino por una razón mucho sencilla: desestimaba el tiempo que tenía a mi disposición. Como resultado, me enzarzaba en diferentes actividades que consumían mi tiempo y, al final, terminaba corriendo con la certeza de que el reloj me había jugado una mala pasada.
Sin embargo, una de las características de la puntualidad más importantes consiste precisamente en desarrollar una percepción mucho más realista del tiempo, saber calcular cuánto nos tomará cada tarea y, en base a ello, organizar la jornada para llegar puntuales a la cita.
- Se preparan para retrasos inesperados
Otro de mis grandes problemas era que siempre pretendía que todo iba a salir bien. Por tanto, cuando ocurría un percance, el tiempo corría aún más deprisa. Sin embargo, las personas puntuales no solo saben estimar adecuadamente el tiempo del que disponen sino que siempre aplican la ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”.
Esto significa que si quieres ser puntual tienes que planificar un tiempo extra para los problemas. Los atascos de tráfico, una llamada inesperada o un encuentro fortuito por la calle pueden consumir minutos preciosos cuando ya vamos contra reloj. Date un margen de tiempo para que llegues a la cita con tranquilidad.
- Se sienten cómodos con el tiempo vacío
Las pocas veces que lograba prepararme a tiempo y que la ley de Murphy no se cumplía, me preguntaba “¿y qué haré si llego con demasiado tiempo de antelación?” Como resultado, siempre encontraba algo que hacer antes de salir y, consecuentemente, llegaba tarde.
No obstante, una de las principales características de las personas puntuales es que se sienten cómodas con el tiempo vacío y no les molesta ser los primeros en llegar a la cita. Estas personas aprovechan esos minutos para relajarse, prepararse para la cita o simplemente leer un libro y/o revisar el correo.
- Planifican todo
Es prácticamente imposible llevar una vida desorganizada y ser puntual. Por tanto, una característica de la puntualidad vinculada a las personas puntuales es que a menudo también son muy organizadas en su día a día, les gusta planificar su agenda de trabajo y si les preguntas qué van a hacer el lunes próximo, probablemente sabrán recitarte sin vacilar la jornada que les espera.
Esto no significa necesariamente que sean personas rutinarias sino simplemente que les gusta programar las actividades para poder cumplir con ellas y sentir que tienen todo bajo control. Son las clásicas personas a las que no se les pierden la billetera o las llaves del coche porque tienen cada cosa en su lugar, lo cual, obviamente, también contribuye a su puntualidad.
- Hacen las cosas con anticipación
Antes prefería trabajar contra reloj, al límite de los plazos de entrega, porque ese eustrés me daba una cuota de energía adicional. Sin embargo, esta estrategia es un arma de doble filo y no siempre ofrece los resultados deseados. Ahora prefiero trabajar con más calma, hacer las cosas con anticipación y, si me sobra tiempo, volver a echarles una ojeada.
De hecho, uno de los principales hábitos de las personas puntuales es que casi siempre tienen las tareas listas antes de tiempo. A estas personas no les gusta trabajar en el último minuto y con la soga al cuello porque esas situaciones les producen un gran desgaste. El ejemplo clásico es el de la persona que elige la ropa del día siguiente durante la noche antes o del que recoge la maleta el día anterior del viaje.
OPin dice
Muy buena observación.
Siempre fui puntual, cosa que me ayudó mucho en la empresa alemana en que trabajé más años de los que recuerdo. Sin embargo mis amigos y mi hijo no pueden entenderlo (o no quieren 😉 )
Creo que lo que más recuerdo sobre este tema es que había quienes me obligaban a llegar tarde a las citas con el sexo opuesto, porque , según ellos, así debían nacer esas relaciones: estableciendo jerarquías en base a la disposición del tiempo. El ajeno y el propio.
Comportamiento lamentable, pero muy frecuente.
Gracias por todos tus artículos.
Jennifer Delgado dice
OPin,
En efecto, antiguamente las personas con más jerarquía social se permitían llegar tarde para hacer ver su rango y, de hecho, en algunas culturas aún es así.
Considero que la puntualidad no solo es nuestra carta de presentación sino que también le indica a la otra persona que respetamos su tiempo (no podemos olvidar que, al final, el tiempo es la posesión más valiosa que tenemos).
Gracias a ti por leerme y comentar tus experiencias.
Dario dice
Hola!!.. lamentablemente, en mi experiencia he concientizado varios de los puntos señalados en el artículo, osea, se puede decir que soy consciente de ellos. Sin embargo; continúo recayendo en la tardanza con tanta frecuencia como de llegar temprano…no he contabilizado esto pero presiento incluso que la tardanza se ha dado con un poco mas de frecuencia. El aspecto que si me sorprendió, si fue el del tiempo vacío…lo había leído alguna vez, pero no lo había pensado tanto como ahora que leo este artículo. En fin, el punto central está en que este asunto me lo he explicado de muchas maneras -por no decir justificado- sin embargo continúo arrastrando este hábito negativo. En este tipo de situaciones prolongadas, es necesario algún otro tipo de medida?, terapia o algo así?. Saludos, y gracias por la información que comparte
Jennifer Delgado dice
Hola Dario,
El problema es que no basta con ser conscientes de que existe algo que queremos cambiar, debemos cambiarlo.
Para ello tienes que ponerte manos a la obra, planteándote pequeñas metas que no te agobien pero que te permitan ir cambiando ese mal hábito.
Si crees que no lo lograrás por ti solo, un coach podría ayudarte.