
Que las experiencias emocionales afectan la memoria no es un secreto para nadie. Cuando vivimos un evento particularmente estresante o conmovedor, podemos recordar todos los detalles incluso décadas después. Si existe un impacto emocional, el recuerdo se fija con mayor fuerza. Sin embargo, eso no significa que los recuerdos sean objetivos y fidedignos porque el impacto emocional puede distorsionarlos, sobre todo si hay emociones negativas de por medio, como el miedo, el enojo y la tristeza.
En este sentido, un estudio muy interesante realizado en la Universidad de Cambridge arroja nuevas luces sobre cómo funciona la memoria analizando el impacto que tiene el asco.
Asco o miedo: ¿cuál es más impactante para nuestra memoria?
En el experimento los investigadores recopilaron una serie de imágenes de contenido repugnante, que causaban miedo o que eran neutrales. Por ejemplo, dentro de las fotos que causaban asco se encontraban imágenes de cucarachas o enfermedades que causaban profundas deformaciones, para generar el miedo se usaron fotos de animales feroces y disturbios sociales mientras que las fotos neutrales mostraban simples cafeteras o perchas.
Cada imagen se mostraba durante 2 segundos. Cuando la imagen se presentaba, aparecía una línea encima o debajo de ella. Los participantes tenían que pulsar un botón para indicar en qué posición se encontraba la línea respecto a la imagen.
Después de 10 o 45 minutos, se les pidió que recordaran algunas de las imágenes y entonces llegó la sorpresa: las personas recordaban mejor los detalles de las fotos que generaban miedo y disgusto que las de contenido neutral. Hasta aquí no hay nada extraordinario puesto que sabemos que las emociones ayudan a consolidar la memoria pero lo más curioso fue que las imágenes que producían asco eran más vívidas que las que despertaban el miedo. Y esta diferencia fue aún más evidente después de un retraso de 45 minutos.
A continuación los investigadores analizaron los tiempos de respuesta de las personas cuando estas tenían que indicar la posición de las líneas y notaron que las imágenes vinculadas al asco producían una respuesta más lenta, lo cual indica que las personas estaban más concentradas en estas fotos.
¿Por qué ocurre esto?
Los investigadores piensan que la memoria para los artículos específicos (como una percha o una cafetera), no ocupa un lugar relevante en nuestro “almacén mental” ya que solo nos basta con reconocerlos y saber para qué sirven. Por tanto, a menudo no nos detenemos en los detalles.
Cuando experimentamos miedo, se pone en marcha la amígdala para generar una respuesta de lucha o huída puesto que lo más importante es preservar nuestra integridad. Sin embargo, cuando experimentamos asco, un mecanismo ancestral nos empuja a prestar más atención ya que normalmente las imágenes que generan esta sensación pueden hacernos enfermar por lo que es importante que las fijemos en nuestra memoria para poder evitarlas en un futuro.
Fuente:
Chapman, H. A. et. Al. (2013) Evidence for the differential salience of disgust and fear in episodic memory. Journal of Experimental Psychology: General; 142(4): 1100-1112.
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