Darle vueltas a las cosas no es malo. Pero cuando damos demasiadas vueltas, tantas que llegamos a marearnos haciéndonos un lío nosotros mismos, tenemos un problema. Y no es precisamente pequeño.
Imagina que necesitas llegar del punto A al punto B pero en vez de ponerte en marcha, comienzas a darle vueltas a un árbol que encuentras en tu camino. Das vueltas y más vueltas… Al inicio incluso puede ser divertido, pero no llegarás a ningún sitio.
Eso mismo ocurre con nuestros pensamientos. Les damos vueltas y más vueltas sin buscar una salida que nos permita cumplir nuestros objetivos. Nos ocurre cuando queremos algo, pero no nos atrevemos a dar el primer paso, cuando sabemos que una situación nos está dañando, pero no logramos alejarnos de ella o cuando la vida no va según nuestros planes.
El problema de dar demasiadas vueltas a las cosas
Nuestro cerebro está programado para dar vueltas a las cosas. Antes de dar un paso, necesitamos pensar y medir las consecuencias. Imaginamos los posibles escenarios, sopesamos los riesgos, valoramos los beneficios y finalmente trazamos un plan.
El problema es que casi siempre terminamos desviándonos de ese escenario mental ideal, sobre todo cuando entran en juego las emociones. Así terminamos dándole demasiadas vueltas a las cosas. Nos machacamos y nos generamos ansiedad. Repetimos la misma historia en nuestra mente. Una y otra vez. Hasta el infinito. Nos montamos mil películas sobre lo que podría pasar, y cada una más catastrófica que la anterior.
Y hacemos todo eso con la intención de buscar soluciones. O al menos eso es lo que nos decimos, porque en realidad esa procrastinación no nos ayuda a avanzar, al contrario, nos mantiene paralizados generando más confusión. Dar vueltas a las cosas nos convierte en especialistas en complicarse la vida.
Y cada una de esas vueltas consume recursos cognitivos valiosos. Ese carrusel incesante de preocupaciones nos agota física y mentalmente. Nos genera frustración y nos vuelve irritables. Por lo que al final generará malestar y nos conducirá a tomar peores decisiones.
Miedo, la emoción detrás de la procrastinación
Podemos inventar mil y una razones para darle vueltas a las cosas. Pero cuando las vueltas se convierten en un tiovivo y generan cada vez más confusión en vez de aportar la ansiada claridad, generalmente el motivo que se encuentra en su base es el miedo.
Darle vueltas a algo sin decidirnos a pasar a la acción suele indicar un temor latente que no queremos reconocer. Cuando damos demasiadas vueltas a un proyecto, por ejemplo, suele significar que tenemos miedo al fracaso. Nos asusta equivocarnos y fallar. También puede deberse a que tenemos miedo a perder la ilusión porque mientras un proyecto se mantiene en la esfera de los planes por realizar, podemos refugiarnos en ese sueño, sin riesgos a explotar la burbuja.
En otros casos, esa tendencia a darle vueltas a las cosas encierra un miedo a la incertidumbre. Todos los planes, incluso los más emocionantes y positivos, entrañan cierto grado de incertidumbre. Si sentimos que muchas variables escapan de nuestro control y no tenemos claro el camino o dudamos sobre los resultados, es probable que prefiramos dar vueltas para evitar lanzarnos a lo desconocido.
De hecho, muchas veces todos esos temores se yuxtaponen para generar un miedo paralizante. En esos casos, dar demasiadas vueltas a las cosas, con la excusa de tener más claridad, esperar que las condiciones sean más propicias o poder controlar mejor los resultados suele ser un mecanismo de racionalización para no reconocer que es el miedo quien está dictando nuestro comportamiento.
¿Cómo dejar de darle vueltas a las cosas?
Dejar de darle vueltas a las cosas es una decisión que se toma conscientemente. Cuando detienes ese torbellino de preocupaciones que atiborran tu mente, puedes arrojar un poco de luz sobre lo que te está ocurriendo. Entonces lograrás identificar el miedo que te está paralizando.
En vez de negar ese temor, que es lo que haces con la procrastinación, debes aceptar su existencia. De hecho, el miedo no es una emoción negativa, tan solo te está advirtiendo de que debes tener cuidado o ir más despacio. El objetivo no es eliminar el miedo sino reducirlo a un nivel aceptable que te permita dejar de darle vueltas a las cosas y seguir progresando en tu camino.
A fin de cuentas, en la vida lo normal es avanzar en alguna dirección. O bien decides ir a por ello porque confías en que puedes lograrlo, aunque todavía tengas dudas y temores. O bien decides dejar ir la idea porque no termina de convencerte, no estás preparado para dar ese paso o no es el momento correcto. En uno u otro caso, lo importante es que salgas de esa fase de estancamiento en la que te has sumido por dar vueltas a algo incesantemente.
Referencias Bibliográficas:
Feysi, R. & Ferrari, J. R. (2022) Exploring 40 years on affective correlates to procrastination: a literature review of situational and dispositional types. Current Psychology; 41: 1097–1111.
Schouwenburg, H. C. et. Al (1992) Procrastinators and fear of failure: an exploration of reasons for procrastination. European Journal of Personality; 6(3): 10.1002.
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