Darse una segunda oportunidad es una gran muestra de amor y compasión hacia nosotros mismos. Sin embargo, a menudo nos resulta más fácil perdonar el daño que nos ha causado otra persona y darle una oportunidad para que enmiende su error que perdonarnos y volverlo a intentar.
En realidad, podemos llegar a ser nuestros jueces más severos. Nos criticamos cuando nos equivocamos y nos tachamos de incapaces cuando no logramos alcanzar nuestras metas. De cierta forma, se trata de una actitud comprensible pues no hay nadie mejor que nosotros para conocer nuestros límites, pero también para saber que, si realmente hubiésemos dado el máximo, lo habríamos conseguido.
No podemos escapar a nuestro juez interior. Y no es algo negativo porque esa voz en nuestra cabeza nos empuja a expandir nuestros límites y crecer. Sin embargo, a veces podemos ser demasiado estrictos y traspasar la línea entre la crítica constructiva y los juicios destructivos. Cuando lo que se esconde detrás de nuestra “mano dura” es la costumbre, la culpabilización, la incapacidad para ser indulgentes con nosotros mismos o el deseo inconsciente de castigarnos, tenemos un problema que necesitamos solucionar lo antes posible.
Es precisamente en ese momento cuando muchas personas tiran la toalla. Deciden que han perdido la batalla y que no tiene sentido seguir esforzándose. Entonces pueden caer en una especie de apatía vital en la que se niegan la posibilidad de volver a ser felices o experimentar placer. Para evitar esos extremos es fundamental aprender a darse una segunda oportunidad en el amor, el trabajo o la vida.
¿Por qué nos negamos una segunda oportunidad?
1. Porque somos demasiado exigentes con nosotros mismos
Cuando nos planteamos metas muy ambiciosas, contentarnos con menos nos resulta difícil. Por eso nos sentimos tan mal cuando nos equivocamos y nuestra primera reacción es renunciar, pensando que ya no podremos alcanzar lo que nos hemos propuesto. En esos casos ponemos en práctica una especie de pensamiento dicotómico: o se logra a la primera o no se logra. Ese tipo de razonamiento es la causa principal por la que nos negamos una segunda oportunidad y no volvemos a intentarlo.
2. Porque exigimos demasiado a los demás
En algunas ocasiones ponemos el listón muy alto, de manera que nadie lo puede saltar. Cuando esperamos demasiado de los otros, es fácil que terminemos defraudados o decepcionados. Si alimentamos expectativas poco realistas de las relaciones que establecemos y exigimos mucho a los otros, es probable que terminemos dándonos de bruces con la realidad. Entonces creemos que el problema son los demás y nos cerramos a establecer nuevas relaciones, negándonos la posibilidad de ser felices a través de ellas.
3. Porque nos anclamos al pasado
Hay personas que no desean mirar al futuro porque se sienten cómodas en el pasado, aunque sean conscientes de que ya no existe. A estas personas les da miedo a salir de la zona de confort y, por disímiles motivos, prefieren vivir en el mundo de sus recuerdos. Creen que el presente o el futuro no les depara nada igual de gratificante o emocionante como lo que han vivido en el pasado. Por eso se niegan una segunda oportunidad.
4. Porque creemos que no lo merecemos
Algunas personas permiten que un error determine la imagen que tienen de sí. Cuando se etiquetan como “perdedores” o “fracasados” creen que no merecen cosas buenas, de manera que ni siquiera se esfuerzan por buscar una segunda oportunidad. Generalmente se trata de personas con una autoestima dañada y una autoimagen pobre de sí mismas que les impide luchar por lo que desean.
5. Porque nos asusta volver a equivocarnos
En muchas ocasiones darse una segunda oportunidad significa pasar página y seguir adelante, pero esa perspectiva puede resultar aterradora para algunas personas. Si nos han herido en el pasado, darse una segunda oportunidad en el amor nos hará vulnerables de nuevo. Si hemos fracasado en un proyecto profesional, emprender de nuevo un camino similar implica la posibilidad de volver a fracasar. A veces ese miedo es tan grande que simplemente nos paraliza.
Las 5 claves para darse una segunda oportunidad
No siempre somos conscientes de que el mayor obstáculo para volver a ser felices somos nosotros mismos. Nuestra mente es compleja y a menudo nos tiende trampas en las que caemos con facilidad. No obstante, existen tres pasos bastante universales para darse una segunda oportunidad:
1. No tengas prisa por sanar. El mundo no acabará mañana, no intentes curar la herida poniendo un parche porque a la larga será peor el remedio que la enfermedad. Tómate el tiempo que necesites para sanar y empezar de nuevo. Las heridas emocionales no cierran tan fácilmente, de manera que no es necesario que tengas prisa por mirar al futuro. Tan solo asegúrate de ir recomponiendo los pedazos rotos. Ve a tu ritmo, pero cerciórate de ir dando pequeños pasos hacia la sanación para que no te quedes anquilosado en el pasado.
2. Ábrete a las oportunidades. Uno de los mayores errores que podemos cometer es cerrarnos a las oportunidades. A veces donde menos lo esperamos nos aguarda una sorpresa que puede cambiar nuestra vida, o al menos parte de ella. Asegúrate de que ese golpe no te arrebate el deseo de descubrir y explorar. Mantente abierto a las personas y a las propuestas interesantes. Así cuando una buena ocasión llame a tu puerta, estarás preparado para aprovecharla y darte una segunda oportunidad.
3. Aprende realmente de los errores. ¿Te has equivocado? No pasa nada, reflexiona sobre las decisiones que te llevaron a ese punto e intenta tomar un camino diferente la próxima vez. Los errores son oportunidades para aprender y hacerlo mejor la próxima vez. Las experiencias nos pueden convertir en personas más sabias y resilientes, siempre y cuando aprendamos de ellas. A fin de cuentas, las personas no se miden por sus caídas sino por su fuerza para levantarse.
4. No permitas que el fracaso te limite. Los fracasos pueden ser golpes dolorosos difíciles de encajar. No cabe duda. Sin embargo, el verdadero fracaso no es el de un proyecto profesional o una relación amorosa sino dejar que ese revés determine para siempre nuestra vida. Somos personas en continua transformación, que evolucionamos y aprendemos, de manera que no hay razón para pensar que lo que ayer salió mal, hoy no saldrá bien.
5. Integra la experiencia de vida en tu historia vital. Un estudio realizado en el Haverford College confirmó que para darse una segunda oportunidad tras una experiencia dolorosa o difícil deben confluir dos factores. En primer lugar, necesitamos dar sentido a lo ocurrido y, en segundo lugar, debemos llegar a una resolución positiva y coherente. Ello “implica reconocer las emociones negativas del pasado y conectarlas con el desarrollo de nuevas formas de experimentar las emociones positivas en el presente”, como explican estos psicólogos. Eso significa que no se trata de olvidarnos de la experiencia sino de encontrarle un sentido positivo para integrarla en nuestra historia de vida.
¿Por qué es bueno dar una segunda oportunidad?
Las segundas oportunidades son ocasiones estupendas para alcanzar lo que se nos resistió a la primera. Tras una derrota o un fracaso, podemos aprender de lo que hicimos mal para corregirlo y hacerlo mejor. Podemos darnos cuenta de las cosas en las que fallamos y las fortalezas que necesitamos trabajar.
En el plano interpersonal también es bueno dar una segunda oportunidad. Implica dar un voto de confianza a esa otra persona y creer que el cambio es posible. También implica ser capaces de perdonar y dejar ir el resentimiento. A la larga, estas relaciones incluso pueden llegar a ser más sólidas y satisfactorias.
¿Cuándo no vale la pena?
Sin embargo, no siempre es bueno dar una segunda oportunidad. Hay circunstancias en las que simplemente no vale la pena o podría ser una señal de terquedad o incluso masoquismo. Por tanto, piénsatelo dos veces antes de dar una segunda oportunidad cuando:
- El proyecto te ha dejado de interesar o ha perdido su razón de ser.
- No crees que la otra persona pueda cambiar.
- Existe un patrón de fracasos sistemático a lo largo del tiempo.
- No has madurado lo suficiente como para volver a intentarlo.
- No estás dispuesto a comprometerte al 100% y asumir los riesgos no te vale la pena.
Fuentes:
Pals, J. L. (2006) Authoring a Second Chance in Life: Emotion and Transformational Processing Within Narrative Identity. Research in Human Development; 3(2-3) 101-120.
Giles, J. (1990) Second Chance, Second Self? Gender and Education; 2(3): 357-361.
Lalljee, M. et. Al. (1989) Confidence and Control: a Psychological Perspective on the Impact of ‘Second Chance to Learn’. Studies in the Education of Adults; 21(1): 20-28.
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