
El Downshifting o Slow Down, como también se le conoce, significa literalmente: «bajar la marcha». Es una moda anglosajona que ahora está penetrando en Europa aunque a decir verdad, de nuevo tiene bien poco y sus principales ideas se basan en la sabiduría antigua y popular.
La razón por la cual este movimiento ha cobrado nuevas fuerzas se encuentra en el ritmo vertiginoso que sigue nuestra sociedad contemporánea y que logra imponernos de una forma u otra. Así, como podrán presuponer, los primeros en sumarse a este estilo de vida fueron algunos altos ejecutivos, manager y personas que tenían ciertas responsabilidades en las grandes empresas en un intento de huir del estrés, el consumismo y la carencia de relaciones humanas sólidas. Pero el downshifting es algo más que una moda de altos empresarios…
El downshifting en cifras
Según Datamonitor (una agencia londinense), en el 2007 los trabajadores que habían disminuido su ritmo de trabajo y consumo rondaban los 16 millones, de los cuales 2.6 pertenecen a Gran Bretaña pero al contrario de lo que muchos pueden imaginar, es un estilo de vida asumido por aquellos que rondan los 30 y los 40 años; lo cual equivale a echar por tierra el mito de que el downshifting es practicable solo por los que ya han amasado una pequeña fortuna (al menos en Inglaterra resulta una opción por la cual han optado personas de todos los niveles sociales reduciendo hasta un 40% su consumo habitual).
El método más usual para iniciar el dowshifting es simplemente abandonar un trabajo actual que exige demasiado y buscar otra fuente de ingreso que les brinde más tiempo libre; luego, siempre hay quienes optan por una reducción de las horas laborables o un cambio de carrera. La motivaciones más usuales fueron: pasar más tiempo con la familia (un tercio de los encuestados), seguida por el intento de brindarle sentido a sus vidas y la pretensión de asumir un estilo de vida más saludable.
Pero quizás el dato más importante es que el 90% de las personas que apostaron por el cambio se mostraba satisfecha con su nuevo ritmo de vida.
La simplicidad voluntaria
En el año 1994 se usa por vez primera el término downshifting y se le atribuye a Gerald Celente, investigador del Trends Research Institute de Nueva York aunque sus orígenes se remontan a la idea popularizada en la década del ’80 sobre la «simplicidad voluntaria».
Desde entonces muchas definiciones se han perfilado; algunas comprenden el downshifting como una habilidad para asumir un estilo de vida que maximiza el control personal sobre la vida cotidiana y minimiza el consumo y la dependencia mientras que otras conceptualizaciones afirman que es solo una orientación hacia un bajo consumo.
Una de las conceptualizaciones más aceptada (por el simple hecho de hallarse alojada en Wikipedia) es: «los trabajadores que de forma voluntaria y consciente reducen su salario empleando menos horas en la actividad profesional para poseer más tiempo libre«.
Debo decir que estas definiciones no me satisfacen, les encuentro cierto dejo reduccionista pues desde mi perspectiva el Downshifting va más allá de un cambio externo expresado en la relación esfuerzo laboral/beneficio económico para acarrear profundas implicaciones en el sentido de la vida de la persona. Considero que el Downshifting no es simplemente reducir el ritmo de trabajo porque estamos agotados y estresados; es una decisión consciente que implica un cambio en nuestra perspectiva del mundo y en nuestra jerarquía de necesidades.
De esta manera, el downshifting se centra en disminuir el estrés cotidiano a partir de asumir un estilo de vida más satisfactorio. Este estilo de vida se sustenta en un redimensionamiento de nuestras prioridades cotidianas y de nuestros objetivos a largo plazo, apoyándose en tres pilares fundamentales: la disminución de la carga laboral, el enriquecimiento de las relaciones humanas y el consumo consciente.
Todos inmediatamente se preguntarán: «si trabajamos menos también ganaremos menos, ¿cómo podremos mantener el ritmo de consumo?» Precisamente, un punto esencial del downshifting se centra en concientizar que podemos vivir con mucho menos; se trata de cambiar nuestra jerarquía de necesidades: priorizamos las relaciones interpersonales y nuestros verdaderos intereses y preferencias sobre el beneficio económico adoptando estrategias de ahorro y reducción del consumo de todo aquello que no es verdaderamente indispensable.
Esta propuesta es practicable para cualquier persona (salvando las innegables diferencias económicas que existirán entre un manager y un obrero) porque parte de su esencia se sostiene en el consumo consciente. Seamos honestos: podemos vivir con muchísimo menos de lo que tenemos. No es necesario cambiar el móvil cada año ni ser los primeros en comprar el nuevo equipo hipertecnológico que recién salió al mercado. ¿Con qué objetivo? Dentro de 6 meses costará la mitad del precio y continuará teniendo las mismas funcionalidades. Así, todos tenemos algunas áreas en las cuales podemos reducir nuestro consumo y esto nos permitirá reducir el estrés provocado por la «necesidad» de estar en la moda o probar el último producto que ha salido al mercado.
Asumir el downshifting como una simple reducción de nuestra jornada laboral o porque es la moda del momento no nos traerá grandes beneficios e incluso puede que a la larga nos arrepintamos de la decisión tomada pero si asumimos esta propuesta como un estilo de vida donde emprenderemos un viaje a nuestro interior para intentar desgajarnos de las ataduras que impone la sociedad moderna es una opción sobre la que vale la pena reflexionar.
Recordemos que el mayor obstáculo para cambiar no solo proviene del medio sino también de nosotros mismos. Muchas personas han construido una vida en la cual se sienten «relativamente cómodas» y les da pavor salir de la misma para enfrentar algo diverso e incierto; pero sobre todo, tenemos mucho miedo a asumir las responsabilidades de las cuales nos libra una sociedad homogeneizadora.
La sencillísima frase de Zygmunt Bauman: «consumo, luego existo«, resulta muy explicativa.
Fuente:
Hamilton, C. (2003) Downshifting in Britain. A sea-change in the pursuit of happiness. Discussion Papers; 58: 1-30.
Addax dice
Uffffffffff, re mil interesante.
Había escuchado de algo más o menos parecido con respecto al Fast Food, que creo era el Low Food, de comer despacio, lento, saboreando, creo que también comidas elaboradas.
¡Muy bueno, che! Un saludín!!!
Jennifer Delgado Suarez dice
Hola Addax:
Muy interesante lo del Low Food ya que el Fast Food vendría siendo un ejemplo de nuestra vertiginosidad cotidiana y el deseo de satisfacer nuestras necesidades de manera inmediata.
El downshifting sería algo similar solo que en relación con el sentido de la vida. Si bien es una práctica que cualquiera con un poco de sentido común podría practicar pero ya sabemos que el sentido común no es precisamente el más común de todos los sentidos asi que muchas personas esperan a que aparezca una moda para cambiar su vida.
Un saludo y gracias por pasarte.
Juan Pedro Sánchez dice
Excelente post, Jennifer. Totalmente de acuerdo. Yo estoy en el camino de dar "el salto" a esa nueva vida, que por otro lado sería la más natural. Lo que ocurre, como indicas, es que la vorágine del día a día no te deja ver más allá de tus narices, y nos es muy complicado parar por unos instantes, elevarte, y observarte desde arriba para ver claramente qué tipo de vida llevamos.
GRACIAS por tu post.
Jennifer Delgado Suarez dice
Juan Pedro,
Creo que decidirse a "dar el salto" es difícil, pero más difícil aún es aprender a manejarse en esta nueva vida, donde muchos de los presupuestos que siempre hemos dado como lógicos e inamovibles deben cambiar.
Hoy por hoy cada vez son más las personas que están pensando en el downshifting como en una forma para mejorar su calidad de vida.
Particularmente creo que el principal derecho y deber que tenemos es ser felices por lo que deberíamos sentarnos y repensar el sentido de todas aquellas cosas que hacemos pero que no nos brindan ninguna satisfacción.
Buena suerte!