Las opiniones de los especialistas al respecto resultan bastante divididas.
Recientemente, a partir de estudios realizados con Neuroimagen funcional, se observó que la adicción al chocolate e incluso a la pizza, provoca la misma respuesta cerebral que la adicción a las drogas. Este estudio, llevado a cabo en doce personas “supuestamente sanas” confirmó que la contemplación, el olor y el sabor de los alimentos favoritos de las personas activan, especialmente, el metabolismo en la ínsula anterior, la circunvolución temporal superior y la corteza orbitofrontal; las mismas zonas que se movilizan en los adictos cuando piensan en el consumo.
Sin embargo, en la actualidad se ha desarrollado toda una tendencia que resalta las consecuencias saludables del chocolate y que va mucho más allá de los efectos de euforia, vigorizantes y afrodisíacos o de sus efectos antioxidantes y de prevención de las enfermedades cardiovasculares y de algunas formas de cáncer. ¿Cuáles son estos nuevos descubrimientos? ¿Cómo se relaciona el chocolate con nuestra psiquis?
El consumo de chocolate brinda sensaciones de relajación y felicidad debido a que digerimos componentes como: el triptófano que ejerce su poder regulador sobre la serotonina u hormona del bienestar; la feniletilamina que pertenece al grupo de las endorfinas que mejoran el estado de ánimo y la anandamina que proporciona sensación de tranquilidad.
A la vez, se dice que comer chocolate alivia el síndrome premenstrual a partir de la ingestión del magnesio, que incide como controlador de la irritación y el desánimo. De la misma forma actúa disminuyendo los estados depresivos.
También es muy utilizado para controlar la ansiedad, tal y como algunas personas fuman o beben cuando están nerviosas; otras simplemente comen chocolates.
Pero los efectos positivos del chocolate no terminan ahí.
El chocolate resulta un estimulante natural que nos recupera de la falta de energía. En el Reino Unido se ha hallado que el chocolate mejora la actividad intelectual de las personas reduciendo el cansancio tras una jornada de estudio. Los estudiantes que tomaban una taza de chocolate resultaban más eficaces intelectualmente que los que no la bebían.
Estos resultados son sustentados por la Universidad Jesuita de Wheeling, West Virginia: «es sabido que estas sustancias por sí solas incrementan la atención y el estado de alerta; consumir chocolate provoca efectos estimulantes, lo que conlleva un incremento del rendimiento mental». A la vez: «las puntuaciones obtenidas en cuanto a memoria visual y verbal fueron significativamente más elevadas cuando tomaron chocolate con leche que en el resto de los casos». Mientras, el consumo de chocolate negro y de chocolate con leche se relacionó con una mejora del control de los impulsos y el tiempo de reacción.
Como último detalle, aparece un estudio llevado a cabo en la Universidad de Helsinki, Finlandia donde se enrolaron un total de 300 mujeres embarazadas. Se llegó a la conclusión de que, a los seis meses del parto, los niños de las mujeres que habían consumido chocolate de forma regular durante el embarazo se mostraban “más activos y positivamente reactivos”. Es decir, las madres consumidoras de chocolate manifestaron que sus bebes sonríen mucho.
¿Demasiadas coincidencias? De hecho muchos de estos estudios son subvencionados parcial o totalmente por los principales fabricantes de chocolate. A buen entendedor le sobran las palabras. Ahora las campañas publicitarias no solo pueden decir que el chocolate es rico sino también saludable e incluso necesario para nuestra dieta. Pero ¡cuidado! La mayoría de los chocolatines que se venden contienen un elevado porcentaje de azúcar y muy bajo porcentaje de cacao, precisamente aquel que produce los mencionados efectos beneficiosos.
Es por ello que, comer chocolate, siempre exige una dosis de cautela y sentido común. Por ejemplo, la Asociación de Dietética y Nutrición Británica desaconseja el consumo del cacao. El peligro de la adicción al chocolate siempre está acechando y éste no solo conduce a la obesidad sino también a la falta de control sobre los impulsos e incluso a la disminución de la autoestima. Comer chocolates debe ser un momento placentero, no una forma de escape para intentar controlar la ansiedad o la depresión y mucho menos una excusa para anclar nuestra vida a una adicción sinsentido.
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