La mitad de las personas recuerdan hechos que nunca sucedieron. Sin embargo, en el 1990 George Franklin se convirtió en el primer ciudadano norteamericano acusado de asesinato debido a un testigo que recuperó sus memorias. Vale aclarar que los recuerdos incriminatorios del testigo se mantuvieron reprimidos durante un lapso de tiempo de 20 años después del suceso.
La testigo era la misma hija de Franklin y esto aseguró que el caso se extendiese por los medios de comunicación. Franklin pasó seis años en prisión y fue liberado solo cuando se descubrieron algunas irregularidades en el testimonio de su hija: había sido hipnotizada antes de testificar.
De hecho, en algunas jurisdicciones la hipnosis se presenta como una barrera para la credibilidad del testigo ya que todos sabemos que bajo los estados hipnóticos somos altamente sugestionables. Incluso bajo un estado de conciencia normal, la memoria se muestra como un proceso muy influenciable aunque, como podrán suponer, existe una dificultad esencial que frena las investigaciones sobre los recuerdos falsos: no sabemos objetivamente si las memorias son reales o falsas, sobre todo cuando el tiempo continúa pasando. No obstante, no es misión imposible…
Loftus, profesora de la Universidad de California, que participó en el caso de Franklin y ha conducido varias investigaciones en este campo reclutó a 24 personas a las cuales les presentó cuatro historias de sus vidas que comprendían el período entre sus cuatro y seis años de edad. Tres eran verdaderas y una falsa.
Para obtener las historias reales los investigadores hablaron con diferentes familiares de las personas y escogieron aquellos eventos que no representaban un hecho traumático. De la misma manera, a los familiares les pidieron que brindaran datos sobre alguna situación que pudiera haber pasado pero que nunca sucedió realmente. A los participantes se les dijo que se evaluaría su capacidad para recordar detalles de su infancia. A cada voluntario se le pidió que escribiera una descripción de cada uno de los cuatro eventos que sus familiares refirieron.
Posteriormente los participantes fueron entrevistados y sorprendentemente recordaban las ¡cuatro historias! Una semana después se siguió un procedimiento similar solo que al finalizar las entrevistas las personas debían evaluar cuán claros eran sus recuerdos. Solo entonces se les reveló que una de las historias era falsa y se les conminó a que determinaran cuál era. De los 24 participantes, cinco de ellos no fueron capaces de discriminar entre los recuerdos reales y los falsos.
Aunque el número pueda parecer pequeño debemos considerar que el nivel de sugestión fue extremadamente bajo y no se empleó ningún método coercitivo. Investigaciones posteriores realizadas con un número muestral mucho mayor concluyen que dependiendo del método que se utilice, las memorias falsas pueden implantarse entre un 20 y un 40% de las personas. Por supuesto, no faltan quienes critican la validez de estos estudios alegando que una cosa es implantar recuerdos aparentemente irrelevantes y otra cuestión es promover como propias memorias de contenido traumático.
Aunque en este último caso, probablemente el ejemplo más dramático se encuentra en la condena aplicada a Paul Ingram, un hombre acusado por sus hijos de abusos sexuales y práctica de ritos satánicos. Al final de varios interrogatorios y de mucha presión Ingram se reconoció culpable y además declaró haber cometido hechos prácticamente imposibles. La mayoría de los psicólogos comprenden sus declaraciones como recuerdos falsos e implantados pero lo cierto es que la justicia fue implacable.
Fuentes:
Hyman, I. E. & Pentland, J. (1996) The role of mental imagery in the creation of false childhood memories. Journal of Memory and Language, 35: 101-117.
Loftus, E. F. (1993) The reality of repressed memories. American Psychologist; 48: 518-537.
Loftus, E. F. & Pickrell, J. E. (1995) The formation of false memories. Psychiatric Annals, 25: 720-725.
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