A lo largo de la historia, el trastorno que hoy conocemos como esquizofrenia ha generado mucha confusión. Antiguamente se pensaba que las personas que sufrían esta enfermedad estaban poseídos por los demonios y les tenían miedo, por lo que a menudo los exiliaban, atormentaban o encerraban para siempre en sitios alejados de la mirada de los demás.
A pesar de los avances en la comprensión de sus causas, curso y tratamiento, la esquizofrenia sigue revestida de un halo negativo, quizás porque es más fácil comprender los síntomas de las enfermedades físicas que aceptar los comportamientos extraños asociados a los trastornos mentales.
De hecho, a menudo los amigos y la familia se sorprenden cuando a una persona le diagnostican esquizofrenia porque suelen asociarla con la violencia y la falta de control, pero lo cierto es que todos los casos no son iguales.
Las expectativas son más realistas cuando las personas comprenden mejor los síntomas del trastorno y se dan cuenta de que, aunque probablemente sea necesario someterse a tratamiento durante toda la vida, hay quienes pueden llevar una rutina bastante normal.
Obviamente, no podemos obviar que la esquizofrenia se caracteriza por presentar una amplia gama de comportamientos inusuales que pueden causar una profunda alteración en quienes sufren de la enfermedad y las personas que le rodean, sobre todo si no se someten a un tratamiento. Por tanto, no es un trastorno que se deba tomar a la ligera.
Los delirios y las alucinaciones: los síntomas angulares de la esquizofrenia
Uno de los síntomas más habituales de la esquizofrenia son los trastornos del contenido del pensamiento ya que la persona puede perder la capacidad de evaluar racionalmente su entorno y las interacciones que mantiene con los demás. Suelen creer cosas que no son ciertas y pueden tener dificultades para aceptar que lo que ven, escuchan o sienten, no siempre corresponde con la realidad «verdadera».
La esquizofrenia suele incluir alucinaciones y/o delirios, los cuales reflejan las distorsiones en la percepción e interpretación de la realidad. Los comportamientos resultantes pueden parecer extraños para el observador pero son perfectamente compatibles con las percepciones y creencias anormales que provoca la esquizofrenia.
Por ejemplo, una persona con esquizofrenia puede actuar de una manera extremadamente paranoica comprando varias cerraduras para sus puertas, mirando siempre si hay alguien detrás de sí o negándose a hablar por teléfono. Si no comprendemos el contexto, las ideas que pasan por su mente, estos comportamientos pueden parecer extremadamente irracionales o ilógicos, pero para la persona estas conductas reflejan una reacción razonable a sus falsas creencias; o sea, a la creencia de que los demás quieren hacerle mal o encerrarlos.
Según las estadísticas, casi un tercio de las personas diagnosticadas con esquizofrenia intentará suicidarse en algún momento de su vida y alrededor del 10% logrará su cometido dentro de los 20 años después de que haya comenzado la enfermedad. No obstante, las personas con esquizofrenia no son propensas a compartir sus intenciones suicidas con los demás por lo que a veces resulta difícil poder preverlas.
El intento suicida está íntimamente relacionado con el riesgo de depresión, que es particularmente elevado en las personas con esquizofrenia, sobre todo en los hombres de menos de 30 años. No obstante, muchos intentos suicidas están determinados por los delirios y las voces imaginarias que dirigen a la persona a hacerse daño.
Por otra parte, la relación entre la esquizofrenia y el abuso de sustancias también es significativa. Debido a las alteraciones en el juicio, estas personas no son capaces de evaluar objetivamente las consecuencias del consumo de drogas. Además, tampoco es raro que se automediquen y que tengan problemas de tabaquismo.
El inicio de la esquizofrenia
En la mayoría de los casos, la aparición de la esquizofrenia se aprecia como un deterioro que se produce de manera gradual, caso siempre alrededor de los 20 años. Los seres queridos pueden detectar las primeras señales de advertencia, que se producen mucho antes que los principales síntomas de la esquizofrenia propiamente dicha.
Durante la fase previa a la aparición de la enfermedad, la persona puede parecer que no tiene metas en su vida, se comporta de forma cada vez más excéntrica y carece de motivación. Puede aislarse y evitar las situaciones sociales, además, dejan de lado las actividades que solía disfrutar.
Los primeros síntomas de advertencia que pueden indicar que alguien se dirige hacia un episodio de esquizofrenia son:
- Aislamiento social
- Afirmaciones irracionales o extrañas
- Aumento de la paranoia o cuestionar las motivaciones de los demás
- Pérdida paulatina de las emociones
- Hostilidad o desconfianza
- Aumento de la dependencia de las drogas o el alcohol
- Falta de motivación
- Hablar de una manera extraña refiriéndose a sí mismo
- Risa en situaciones inapropiadas
- Insomnio o dormir demasiado
- Deterioro de la apariencia personal y falta de higiene
En cualquier caso, es importante tener presente que existen diferentes tipos de esquizofrenia, de manera que los síntomas varían. Además, se trata de un trastorno que, si bien tiene un carácter crónico, también tiene tratamiento (con nuevos medicamentos para la esquizofrenia), de manera que muchas de estas personas pueden llevar una vida bastante normal.
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