Pensamos que estar mal es negativo y sentirnos bien es positivo. Sin términos medios. Sin embargo, en la vida muy pocas cosas son en blanco o negro. Y aunque nos resistimos a creer que estar enfermos pueda tener alguna ventaja, lo cierto es que aporta algunos beneficios para quien se siente mal. En Psicología, ese fenómeno se conoce como ganancia secundaria.
Una investigación realizada en el Reino Unido sobre las “agendas ocultas” de los pacientes reveló que hasta el 42% de ellos tenían motivos encubiertos. Los médicos constataron que esperaban obtener ganancias secundarias asociadas con su condición de pacientes, como recibir apoyo económico, ayuda o atención de otros, que le prescribieran medicamentos estimulantes, evadir ciertas responsabilidades o incluso obtener privilegios en el trabajo o la escuela.
Por supuesto, eso no implica que esas personas no estén enfermas o que no sufran un trastorno, solo significa que de manera más o menos consciente intentan sacar partido de su malestar, por lo que algunos pueden llegar a cruzar la línea y convertirse en victimistas crónicos.
¿Qué es la ganancia secundaria en una enfermedad?
El término “ganancia secundaria” se refiere al beneficio indirecto que obtenemos de una enfermedad física o un trastorno o problema psicológico, aunque en general podría expandirse a cualquier situación aparentemente negativa que genera sufrimiento y malestar pero que, precisamente debido a esa condición adversa, también produce ciertos beneficios o favores.
Como resultado, la ganancia secundaria suele terminar generando una resistencia al cambio bastante intensa. Ya sea de manera consciente o inconsciente, la persona no quiere perder esos beneficios, por lo que puede aferrarse a su rol de enfermo o rechazar las soluciones, lo cual le impide mejorar y la mantiene encerrada en un círculo vicioso.
Las 7 ganancias secundarias principales a las que nos aferramos
Generalmente la persona no suele ser plenamente consciente de que este mecanismo psicológico está ralentizando su proceso de recuperación o reduciendo la posibilidad de solucionar su problema. Por ese motivo, es importante identificar las ganancias secundarias y deshacerse de ellas para avanzar hacia el camino de la verdadera sanación.
- Mayor cercanía emocional con alguien significativo. La enfermedad a menudo actúa como un catalizador que fortalece los lazos con personas importantes en nuestra vida. En esos momentos de vulnerabilidad, es normal que se produzca una mayor proximidad emocional o que incluso se retomen relaciones rotas. Para algunas personas, el miedo a perder ese nivel de conexión una vez superado el trastorno actúa como un freno para la sanación. Básicamente, tememos que al mejorar esa persona se aleje o no nos preste tanta atención y volvamos a sentirnos solos, por lo que preferimos mantener el estado de cosas.
- Ganar poder asumiendo el rol de víctima. Muchas personas no han desarrollado la capacidad para pedir ayuda o afecto directamente. Por tanto, recurren a estrategias más sutiles de manipulación emocional, como dar lástima. A menudo una enfermedad, trastorno o adversidad se convierte en la ocasión ideal para asumir el rol de víctima y demandar todo el cariño, compasión, atención y apoyo que no se atreven a pedir. Al sentirse cómodas emocionalmente, esas personas se rehúsan a deshacerse de su rol de víctima y lo usan para controlar a quienes forman parte de su red de apoyo. De esta forma, la ganancia secundaria les otorga mayor poder sobre los otros.
- Deshacerse de las responsabilidades. Vivimos en un mundo extremadamente exigente, por lo que no es extraño que a veces el peso de las responsabilidades nos aplaste. La enfermedad puede eximirnos de muchos compromisos y tareas porque los demás las asumen en nuestro lugar para que podamos recuperarnos. Ese “escudo protector” es un respiro que nos libera de tener que tomar decisiones o enfrentar la presión del día a día. Es una oportunidad para no tener que cumplir con las expectativas externas y poder delegar en los demás, por lo que no es extraño que podamos acabar aficionándonos inconscientemente a esta ganancia secundaria de la enfermedad.
- Tiempo para uno mismo, ¡por fin! En la era de la productividad, en la que nos sentimos culpables si nos tomamos un descanso de nuestras obligaciones, sufrir una enfermedad puede parecer la única justificación legítima para pausar el ajetreo de la vida diaria. En el caso de quienes cuidan a otras personas, la enfermedad también les ofrece una especie de permiso implícito para prestarse atención a sí mismos. La mente encuentra, en medio del malestar, una oportunidad para descansar de sus obligaciones cotidianas, para desconectar, dejar de pensar en los otros y, finalmente, enfocarse en sí misma y en sus necesidades. Obviamente, retomar la rutina después de esa pausa puede generar una gran resistencia inconsciente.
- Evitar conflictos. En el caso de las personas que temen abordar los conflictos, una ganancia secundaria de la enfermedad es la posibilidad de evadir esos desencuentros. Su condición se convierte en una razón válida para no tener que tomar decisiones difíciles y, al mismo tiempo, crea a su alrededor un halo protector, de manera que los demás tampoco las presionan. De esta forma se convierte en una estrategia para prorrogar el abordaje de problemas en las relaciones de pareja o con los hijos, por ejemplo, ya que estos evitarán los desacuerdos para no molestar a la persona enferma.
- Liberarse de las expectativas externas. Hay quienes se sienten atrapados en las expectativas ajenas, pero no son capaces de romper esas ataduras. Entonces aprovechan la enfermedad para tomar decisiones que, de otra forma, jamás se habrían atrevido a tomar. Un joven, por ejemplo, podría dejar una carrera impuesta por las expectativas familiares y un padre de familia podría finalmente renunciar a un trabajo que no le satisface. En esos casos, la enfermedad se convierte en una vía legítima para tomar decisiones difíciles y escapar del peso de la decepción ajena. Es una oportunidad para encontrar una nueva narrativa con la que los otros se mostrarán más comprensivos.
- Desentendernos de nuestras necesidades. La enfermedad a menudo genera una situación de vulnerabilidad, de manera que otras personas tienen que ayudarnos a satisfacer algunas de nuestras necesidades. Eso puede convertirse en una excusa perfecta para no tener que seguir luchando y asumir un rol pasivo. Por ejemplo, alguien con miedo a hablar en público podría sentirse mal cada vez que tenga que dar una charla o presentar un proyecto, una excusa perfecta para cancelarlas o que alguien ocupe su lugar. Esa ganancia secundaria nos permitiría desentendernos de nuestra obligación de ocuparnos de satisfacer nuestras necesidades para transferirla sobre los hombros de los demás, sin que nos juzguen por ello o nos consideren perezosos.
La trampa de las ganancias secundarias
No cabe duda de que las ganancias secundarias ofrecen un alivio emocional y protección temporal, pero a largo plazo suelen generar efectos adversos que sería mejor evitar.
- Si nos negamos a afrontar los problemas y conflictos, estos no desaparecerán, sino que seguirán creciendo.
- Si nos negamos a asumir la responsabilidad por nuestras decisiones, no llegamos a madurar emocionalmente, sino que nos convertimos en niños eternos.
- Si dejamos que otros satisfagan siempre nuestras necesidades, nos volvemos extremadamente dependientes de los demás, generándoles una carga cada vez más difícil de sobrellevar.
- Si usamos la enfermedad para escapar de las expectativas, perdemos la oportunidad de construir una vida basada en decisiones propias y auténticas.
- Si nos atamos al rol de víctimas, obstaculizamos nuestro desarrollo y nos negamos la posibilidad de transformar el dolor en poder.
- Si nos refugiamos en la enfermedad, abandonamos otros sueños y aspiraciones, por lo que a la larga solo experimentaremos una amarga sensación de frustración.
¿Cómo salir de ese bucle?
Tras cada problema, ya sea interpersonal, psicológico o físico, suele existir un beneficio indirecto que puede frenar nuestra evolución e impedirnos superar esa situación. Mantenernos aferrados a esas ganancias secundarias, obviamente, no es la mejor solución.
El primer paso: tomar conciencia
Si tomamos conciencia de lo que nos ocurre, será más fácil renunciar a los beneficios que nos están atando a comportamientos nocivos. Para ello, es necesario realizar un acto de introspección con completa honestidad.
Los síntomas pueden darnos algunas respuestas: ¿Aparecen de manera cíclica? ¿Cuánto tiempo permanecen? ¿Qué suele ocurrir cuando se presentan? ¿Qué ocurre cuando se alivian? El secreto consiste en comprender el contexto y las emociones que giran alrededor de ese malestar.
El segundo paso: detectar la ganancia secundaria
En este punto, se trata de encontrar la ganancia secundaria que nos impide avanzar. En este caso, la pregunta clave sería: ¿Qué sentimientos positivos rodean la enfermedad?
Puede tratarse de sentimientos de alivio, pero también de satisfacción, apoyo, comprensión, cercanía… Debemos estar atentos para detectar de dónde provienen esas emociones positivas ya que su origen nos revelará la ganancia secundaria.
También podemos preguntarnos: ¿Qué nos hemos atrevido a hacer? ¿Qué hemos ganado desde que estamos enfermos? Es probable que al inicio no acuda ninguna respuesta a nuestra mente ya que nos negamos a reconocer que la enfermedad pueda traer algo positivo.
En ese caso, podemos imaginar que nos libramos de esa enfermedad o malestar. ¿Qué cambiaría en nuestra vida? ¿De qué tendríamos que responsabilizarnos? Y, sobre todo, ¿qué echaríamos de menos?
El tercer paso: buscar una manera más asertiva de satisfacer esa necesidad
Si hemos caído en el bucle de la ganancia secundaria, es porque estamos satisfaciendo una necesidad importante para nosotros. Por tanto, tenemos que buscar una forma más madura y saludable de satisfacerla sin mantenernos enganchados al síntoma.
Se trata de asumir que tenemos que afrontar el problema de base. Quizá debamos aprender a expresar directamente nuestras necesidades y deseos, o tal vez tengamos que poner límites. Quizá debamos enfrentar nuestros miedos e inseguridades o incluso negarnos a satisfacer las expectativas ajenas.
En muchos casos, cuando la enfermedad es de larga data, la hemos incorporado en nuestra personalidad, de manera que nos veremos forzados a reconstruir una nueva identidad sin esa condición. Al inicio, eso puede dar miedo y generar resistencias ya que nos hemos identificado con nuestros problemas, de manera que si desaparecen, dejarán una sensación de vacío.
No obstante, es el único camino si queremos llevar una vida más plena y auténtica, mientras liberamos a los demás del peso de cuidarnos emocionalmente. Debemos recordar que detrás de cada adversidad hay un aprendizaje. De nosotros depende usarlo para crecer o quedarnos estancados en ese punto.
Referencias:
Wise J. (2022) The Importance of Secondary Gain – a Missing Story. Eur Psychiatry; 65(1): S46.
Fishbain, D.A. et. Al. (1995) Secondary gain concept: a review of the scientific evidence. Clin J Pain; 11(1): 6-21.
Fishbain, D. A. (1994) Secondary gain concept: Definition problems and its abuse in medical practice. APS Journal; 3(4): 264-273.
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