“Las mejores cosas de la vida son inesperadas porque no teníamos expectativas”, dijo Eli Khamarov, y no le faltaba razón. La felicidad suele ser proporcional a nuestro nivel de aceptación e inversamente proporcional a nuestras expectativas.
Las expectativas están presentes en nuestro día a día, acechándonos con su carga de ilusiones y pretensiones. Pero cuando no se cumplen – algo que puede ocurrir a menudo – resbalamos hasta caer en el agujero de la frustración, el desengaño y la desilusión. Por eso es esencial comprender las zancadillas mentales que representan las expectativas.
¿Qué son las expectativas? Su significado psicológico y etimológico
La palabra expectativa proviene del latín exspectare, que a su vez está compuesto por el prefijo “ex”, que indica “fuera” y el vocablo “spectare” que significa ver o contemplar. Eso significa que la expectativa, desde su propia etimología, consiste en esperar que ocurra aquello que se desea. Es, por tanto, la proyección de una esperanza o un anhelo, ya sea sobre los eventos o sobre las personas.
De hecho, es curiosa su relación con las palabras especular y especulación, las cuales también provienen del latín specularis y se refieren a aquello que refleja como un espejo. Ese vínculo evoca la idea de que las expectativas son, de cierta forma, una proyección de nuestros deseos, anhelos, ilusiones o incluso valores en el mundo o en los demás.
Como resultado, las expectativas no solo se revisten de un carácter especular, sino también especulativo, porque no solo pensamos que los demás deben reflejarlas (complacerlas), sino que como en muchos casos ese deseo no tiene una base real, pertenece al mundo de la especulación.
De esta forma, las expectativas terminan cumpliendo una doble acción de carácter ambivalente. Por una parte, condenan al que las alimenta a un rol pasivo ya que debe esperar que se produzca aquello que desea, pero al mismo tiempo esa persona ata a los demás a sus expectativas al comunicarlas implícitamente a través de sus actitudes, con lo cual intenta arrebatarles la posibilidad de elegir.
Desde el punto de vista psicológico, las expectativas no se alejan demasiado de su concepción etimológica ya que se refieren a creencias personales sobre los sucesos que pueden ocurrir – o no. Son suposiciones de cara al futuro, anticipaciones basadas en aspectos subjetivos y objetivos. De hecho, las expectativas se desarrollan a partir de una compleja combinación de nuestros deseos e ilusiones pero también de nuestras experiencias, hechos constatables y el conocimiento del entorno o de las personas que nos rodean.
Las expectativas varían desde una pequeña posibilidad de ocurrencia hasta una ocurrencia casi segura. Algunas expectativas tienen un carácter automático ya que están alimentadas fundamentalmente por nuestros deseos, ilusiones y creencias, por lo que las alimentamos sin ser plenamente conscientes de su origen y sin contrastar cuán realistas son. Otras expectativas tienen un carácter más reflexivo ya que parten de un proceso de análisis de los diferentes factores involucrados, siendo más realistas.
En algunos casos podemos albergar una ligera expectativa, como cuando simplemente deseamos que salga el sol. Entonces esas expectativas se revisten de una espera humilde, discreta y confiada. Pero en otros casos las expectativas pueden volverse muy intensas, hasta el punto de consumirnos a nosotros mismos y añadir una gran tensión sobre aquellos sobre quienes recaen, como cuando esperamos que alguien haga algo por nosotros.
¿Cuáles son las funciones de las expectativas?
La principal función de las expectativas es prepararnos para la acción. Si nos anticipamos mentalmente a lo que pueda ocurrir, podemos preparar un plan de acción para que la vida no nos tome por sorpresa. Las expectativas, por ende, nos ayudan a prepararnos mentalmente para el futuro.
De hecho, la mayoría de nuestras decisiones no se basan exclusivamente en los datos objetivos – como nos gusta creer – sino en las expectativas que albergamos sobre los resultados de esas decisiones. Eso significa que cada decisión es, de cierta forma, un acto de fe. Detrás de cada decisión se esconde la confianza en que nuestras expectativas sobre las consecuencias de nuestra elección ocurrirán.
Por tanto, las expectativas se convierten en una especie de brújula interior. El problema es que esperar que algo suceda no hará que suceda, de manera que cuando las expectativas son poco realistas pueden terminar jugándonos malas pasadas y, en vez de ayudarnos a prepararnos mentalmente, nos abocan a la frustración.
5 ejemplos de expectativas poco realistas que alimentan un pensamiento mágico
Jean Piaget señaló que los niños pequeños tienen dificultades para distinguir entre el mundo subjetivo que crean en su mente y el mundo externo y objetivo. Piaget descubrió que los niños suelen creer que sus pensamientos pueden hacer que las cosas sucedan. Por ejemplo, si se enfadan con su hermano, pueden pensar que este enfermó por su culpa, aunque no sea así.
Piaget llamó a este fenómeno “pensamiento mágico” y sugirió que todos lo superamos alrededor de los 7 años. Sin embargo, lo cierto es que en la adultez seguimos teniendo diferentes formas de pensamiento mágico. A muchas personas les resulta difícil abandonar la idea de que esperar que algo suceda, lo hará posible, una idea en la que hacen leva teorías como la famosa “ley de la atracción”.
Además, tenemos la tendencia a depositar nuestras esperanzas de felicidad en las expectativas cumplidas. O sea, creemos que seremos felices si lo que esperamos o deseamos se cumple. Y si no ocurre, creemos que seremos profundamente infelices. Ese tipo de pensamiento posterga la felicidad, hipotecándola a una probabilidad.
Sin embargo, las expectativas no son necesariamente negativas, siempre y cuando tengamos buenas razones para creer que el cumplimiento de una expectativa nos hará felices, y nos aseguremos de dar los pasos necesarios para que esos deseos se cumplan.
El verdadero problema de las expectativas radica en esperar que algo suceda sin tener buenas razones para ello. Si creemos que el simple hecho de albergar ciertos deseos, hará que ocurran, estamos alimentando un pensamiento mágico y sentando las bases para la decepción.
Este tipo de expectativas puede parecer delirante. Y lo es, pero todos lo hemos alimentado en ciertas circunstancias cada vez que albergamos expectativas poco realistas como:
- La vida debería ser justa. La vida no es justa, a las “personas buenas” les suceden cosas malas. Esperar que podamos librarnos de los problemas y dificultades solo porque somos “buenos” es un ejemplo de expectativa poco realista que solemos alimentar.
- Las personas tienen que entenderme. Todos sufrimos en cierta medida el Efecto del Falso Consenso, un fenómeno psicológico según el cual solemos pensar que un gran número de personas piensan como nosotros y que tenemos la razón. No siempre es así, cada quien tiene su punto de vista y no tiene que coincidir con el nuestro.
- Todo saldrá bien. Es una frase que nos decimos a menudo para infundirnos confianza, pero lo cierto es que si no nos aseguramos de que las cosas salgan bien poniendo manos a la obra, nuestros planes podrían torcerse en cualquier momento.
- La gente debería comportarse bien conmigo. Esperamos que las personas sean amables y estén dispuestas a ayudarnos, pero no siempre será así. A algunas personas no les caeremos bien y a otras simplemente no les importamos. Debemos asumirlo.
- Puedo cambiarlo. Solemos pensar que podemos cambiar a los demás, una expectativa bastante común en las relaciones de pareja. Pero lo cierto es que el cambio personal debe provenir del interior, de una motivación intrínseca. Podemos ayudar a una persona a cambiar, pero no podemos cambiarla ni “arreglarla”.
Las consecuencias de las expectativas poco realistas
Las expectativas no son dañinas en sí puesto que nos ayudan a formarnos un cuadro general de lo que podría ocurrir en un futuro más o menos cercano. El problema comienza cuando esperamos que la vida discurra según nuestros deseos, algo que más temprano que tarde nos conducirá a la desilusión, porque como dijo la escritora Margaret Mitchell: “la vida no está obligada a darnos lo que esperamos”.
El problema aparece cuando nos olvidamos que nuestras expectativas a menudo solo reflejan un deseo o una probabilidad – a menudo bastante remota – de que algo ocurra. Cuando perdemos de vista esa perspectiva, las expectativas se convierten en un auténtico asesino de la felicidad. El problema comienza cuando la intensidad de las expectativas se desboca sin más base que nuestras ilusiones, deseos o anhelos.
Además, cuando las expectativas incumplidas involucran el “fracaso” de otras personas para comportarse de la manera en que esperamos, a la decepción se le suma el resentimiento, el cual terminará afectando profundamente la relación, haciendo que perdamos la confianza en esas personas.
Deshacernos de las expectativas es complicado. La buena noticia es que no es necesario desterrarlas de nuestro mundo psicológico, pero necesitamos aprender a distinguir entre las expectativas realistas y aquellas poco realistas.
Las ventajas de dominar tus expectativas
1. Asumes la responsabilidad por tus decisiones
Las expectativas no son hechos, son simples probabilidades, comprender esta diferencia, que no es meramente terminológica, nos permitirá tomar las riendas de nuestra vida. Eso significa que, si deseas que ocurra algo, debes asumir una actitud proactiva y dar los pasos que sean necesarios para que ese deseo se convierta en realidad, no esperar pacientemente a que los demás adivinen qué quieres o esperas de ellos.
Paradójicamente, esperar menos y actuar más nos permite retomar el control sin sentirnos agobiados ya que implica una mayor confianza en nuestras potencialidades y un mayor autoconocimiento. Las personas que no se sientan a esperar a que los demás cumplan con sus expectativas, sino que luchan por lo que quieren, no suelen adoptar el papel de víctimas o mártires, sino que se encargan de hacer que las cosas sucedan.
2. Separas tus deseos de tus deberes
La mayor parte del tiempo funcionamos en piloto automático asumiendo la “mentalidad de la manada”; es decir, nos dedicamos a cumplir con nuestros deberes. Sin embargo, los deberes no son más que las expectativas que nos han impuesto los demás, ya sea la familia o la sociedad.
Cuando no cumplimos nuestros deberes, nos sentimos culpables. Pero si cumplimos con ellos esperamos una recompensa y cuando esta no llega, nos enfadamos y desilusionamos. En cualquier caso, siempre llevamos las de perder porque estamos inmersos en un estado emocional negativo permanente. Sin embargo, deshacernos de nuestras expectativas también implica comprender que no necesitamos satisfacer las expectativas de los demás. Y se trata de un proceso liberador a través del cual entras en contacto con tus verdaderos deseos y pasiones, que son dos ingredientes fundamentales para lograr lo que te propones en la vida.
3. Disfrutas más del presente
“No cruces el puente hasta que no llegues a él”, aconseja un refrán inglés. Necesitamos comprender que las expectativas están conformadas por retazos del pasado, que nos han servido para realizar la predicción, y por deseos para el futuro pero no contienen ni una pizca de presente, que es lo único que realmente tenemos. Las expectativas sin acción solo sirven para encerrarnos en la trampa del futuro, nos limitan al papel del ajedrecista que está sentado a la espera del movimiento de su adversario, mientras por su mente pasan todas las posibles jugadas para contraatacar. Solo que en la vida, asumir durante demasiado tiempo el papel del ajedrecista significa dejar que el presente se nos escape.
Además, a menudo las expectativas se convierten en unas gafas que nos impiden ver el mundo con claridad. Al esperar algo, podemos desaprovechar otras oportunidades, como si estuviéramos en el andén de una estación esperando un tren que nunca llega y, mientras tanto, dejamos que los otros se marchen. Al contrario, tener expectativas realistas nos permite vivir en el presente, construirlo y aprovechar las oportunidades que este nos brinda.
¿Cómo ajustar las expectativas?
- Controla la mente expectante. En el budismo se hace referencia a la “mente expectante” para referirse a aquellas personas que esperan algo, pero no ponen manos a la obra para lograrlo. Desde esta óptica, las expectativas serían tan inútiles como una danza india para llamar la lluvia. De hecho, son contraproducentes porque cuando no se cumplen, solo sirven para generar dolor y sufrimiento, irritación y tristeza. ¿La solución? Controlar esa mente expectante. Podemos lograrlo abriéndonos más a la incertidumbre y al discurrir de la vida, viviendo las situaciones sin anticipar un resultado.
- Deja ir la necesidad de control. Muchas expectativas surgen de nuestra necesidad de control y de la idea de que existe una relación lineal entre causa y efecto. Esperamos que si hacemos algo por una persona, por ejemplo, tarde o temprano nos devuelva el favor. Pero la vida no funciona así, o al menos no siempre. Por eso, para ajustar las expectativas debes dejar ir la necesidad de controlarlo todo y abrirte más al cambio, lo desconocido o incluso lo improbable. Necesitas dejar de dar por sentado ciertos resultados o comportamientos de los demás, en especial cuando no dependen por completo de ti.
- Diferencia las expectativas realistas de las poco realistas. Las expectativas nos ayudan a prepararnos para el futuro, por lo que podemos usarlas a nuestro favor, solo necesitamos aprender a diferenciar las expectativas realistas, esas que tienen grandes probabilidades de convertirse en realidad, de aquellas poco realistas que se basan casi exclusivamente en nuestros deseos. Debemos tener en cuenta que “las expectativas poco realistas son resentimientos premeditados”, como dijera Steve Lynch, ya que existen grandes probabilidades de que no se cumplan. Esperar que una persona haga algo a nuestro favor que vaya en contra de sus intereses es poco realista. En cambio, esperar que esa persona haga algo a nuestro favor que también le favorece es una expectativa más realista.
- Usa las expectativas para abrir tu mente. Solemos usar las expectativas como un túnel que conduce solo a un destino, con escasas posibilidades de desvío a lo largo del camino. En cambio, dado que las expectativas son solo suposiciones de cara al futuro, puedes utilizarlas como una herramienta para expandir tu mente. Úsalas para ampliar tu pensamiento valorando todas las opciones posibles, incluso aquellas menos probables. Eso te brindará la oportunidad de descubrir nuevos caminos y abrazar la incertidumbre, liberándote además del dolor que provoca que las cosas no salgan según lo que habías planeado.
- Comunica tus expectativas. Creer que una expectativa no verbalizada nos traerá lo que deseamos es un pensamiento mágico y poco realista. En realidad, es muy probable que una expectativa no expresada no se cumpla. Por tanto, si esperamos algo de los demás, no debemos esperar que nos lean el pensamiento, lo mejor es comunicar nuestras expectativas, explicarles lo que deseamos y conocer su disposición para ayudarnos.
- Prepara un plan B. Comunicar nuestras expectativas no siempre es suficiente para que estas se hagan realidad. Entre nuestros planes y su consecución influyen muchos factores que escapan de nuestro control, por lo que lo más inteligente es tener preparado un plan B. Como dijera el escritor Denis Waitley: “Espera lo mejor, planea para lo peor y prepárate para sorprenderte”. Esa es la actitud.
¿Cómo lidiar con las expectativas ajenas?
Gestionar las expectativas propias es complejo, pero puede ser aún más difícil lidiar con las expectativas ajenas ya que, de cierta forma, estamos programados para cumplir con las normas sociales y hacer lo que se espera de nosotros. Así obtenemos la aprobación y aceptación de los diferentes grupos a los que pertenecemos. Sin embargo, hay ocasiones en que las expectativas ajenas se convierten en unas cadenas que nos limitan y tenemos que deshacernos de ellas.
En ese caso, es importante ser claros. Si has detectado que los demás tienen expectativas que no puedes o no quieres cumplir, la mejor estrategia de afrontamiento suele ser ponerlas sobre la mesa. Habla sobre esas expectativas y deja claro lo que estás dispuesto a hacer y las líneas rojas que no traspasarás.
Muchas veces las personas albergan expectativas inconscientemente o porque se guían por patrones y roles sociales que quizá no estás dispuesto a seguir. Si quieres mantener una relación saludable y respetuosa en la que ninguno de los dos se sienta obligado a tomar decisiones por la presión que ejercen las expectativas ajenas, es fundamental que abordes esos temas con sinceridad.
También es importante que te prepares para los conflictos, reproches o recriminaciones pues no puedes esperar que la otra persona siempre entienda tu punto de vista. Una expectativa rota duele, de manera que las personas intentarán aferrarse a esa esperanza. Asume que cada quien tiene sus expectativas y no siempre es posible hacerlas coincidir o satisfacerlas. Una vez que has dejado clara tu postura, la otra persona es enteramente responsable de sus expectativas.
En cualquier caso, ten presente que no necesitas justificar tus decisiones de vida. No siempre podrás ajustar las expectativas ajenas. Es probable que tus padres sigan esperando que tengas hijos o que tu amigo espere que no te mudes al otro lado del mundo, pero no estás obligado a tomar esas decisiones para complacerlos. La clave radica en encontrar un equilibrio entre lo que deseas y te hace feliz y aquello que no dañe a las personas que te rodean. A fin de cuentas, quien bien te quiere, te entenderá.
Referencias Bibliográficas:
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Berger, J & Conner, T. L. (1969) Performance expectations and behavior in small groups. Acta Sociologica; 12: 186-197.
Luis dice
Espero que todo el sacrificio, las energías y el amor que pones en este post te vuelvan multiplicados. Muchas Gracias
María dice
No hay NADA con fecha, es imposible de citar y compartir sus conocimientos en trabajos universitarios.
Jennifer Delgado dice
Hola María,
Si te interesa citar un artículo en particular, puedes preguntarme la fecha.
En cualquier caso, supongo que sabes que se pueden citar artículos sin fecha indicando simplemente, por ejemplo: Freud, S. (Sin fecha)…
Un saludo
nayeli medina dice
El articulo me encanto, estuve investigando sobre las expectativas para un trabajo de la Universidad , pero quedé fascinada con todo lo mencionado.