¿A menudo te levantas lleno de energía pensando que te comerás el mundo y apenas pones un pie fuera de casa encuentras a gente que te arruina el día? Puede ser el conductor del autobús, un motociclista negligente que casi te atropella, tu jefe, el camarero del bar… Siempre parece haber alguien dispuesto a hacer añicos nuestro plan de vivir un día tranquilo y feliz.
De esta forma, cuando llegas a casa por la noche descubres que estás estresado, irritable y enfadado, aunque en realidad no sabes muy bien por qué. Si esto ocurre de vez en cuando, no hay problemas, pero si este esquema comienza a repetirse demasiado en nuestras vidas terminaremos acumulando una inmensa carga emocional negativa que afectará nuestro equilibrio psicológico, nuestras relaciones interpersonales e incluso nuestra salud. ¿Qué hacer?
La historia del taxista ultrajado
¿Qué hacer cuando alguien intenta amargarte el día?
Por supuesto, no es una tarea fácil, sobre todo las primeras veces, pero poco a poco irás aprendiendo a dominarte y al final te saldrá de manera tan natural que te preguntarás cómo es posible que antes te enfadaras por cosas tan intrascendentes. Se trata de un cambio de perspectiva que vale la pena porque traerá una tranquilidad enorme a tu vida.
Excelente artículo. Hay que hacer un esfuerzo y practicarlo, hoy en día con los tiempos tan difíciles que vivimos nos convertimos fácilmente en "camiones de basura". Confieso que hace muchos años me aleccionó seriamente la reacción de una señora en un automercado a la cual traté bruscamente; su respuesta fue tan serena, educada y respetuosa que me sentí terrible.
En efecto, no solo debemos protegernos de los camiones de basura sino también mantenernos atentos para no convertirnos en uno de ellos.
Como bien dices, con los tiempos que corren, nada más fácil que terminar explotando ante el menor problema 🙁
Esto es fácil siempre y cuando no tienes al camión de basura 24 hs al lado tuyo
Es cuestión de irse
Pues sí, Fernando. Cuando tienes a personas así a tu lado todo el tiempo es muy difícil no contagiarse con sus emociones.