A finales de 2017, Salvator Mundi, considerada como el Santo Grial en el mundo del arte, fue subastada por 450,3 millones de dólares para convertirse en la obra más cara de la historia.
Sin duda, es un gran reconocimiento para aquel niño que nació en el siglo XV, hijo ilegítimo de un notable embajador de la República de Florencia con una humilde joven llamada Caterina. Sin embargo, las pinturas no fueron la única contribución que Leonardo Da Vinci hizo al mundo.
Da Vinci encarna, como ningún otro, la palabra “Renacimiento” ya que no solo fue un excelente artista sino también un prolífico inventor que incursionó en diferentes ámbitos de las ciencias. Era un genio, sin duda. Sin embargo, ¿qué impulsó esa genialidad?
Walter Isaacson, quien escribió la biografía “Leonardo Da Vinci”, cree que esa genialidad proviene de las experiencias que tuvo a lo largo de su vida, motivadas por una curiosidad insaciable. Da Vinci imaginaba, preguntaba, aprendía e hizo cosas ordinarias de una manera extraordinaria. De hecho, solía tomar las cosas que ya existían e intentaba llevar el concepto lo más lejos que pudiera. Afirmaba que «lo mismo que el hierro se oxida por falta de uso, también la inactividad destruye el intelecto«.
Por supuesto, no podemos replicar sus experiencias, pero podemos aplicar su método y alimentar la curiosidad como una vía para desarrollar la creatividad y ver el mundo de manera original. ¿Cómo lograrlo?
Estimular la creatividad como Da Vinci
1. Observa como un polímata
Si miramos a través del lente de la historia y analizamos la vida de muchos grandes inventores y creadores, encontraremos un hilo común que se repite con bastante frecuencia: muchas de las contribuciones más importantes provienen de personas que se encontraban en la intersección entre la ciencia y el arte.
Eso significa que, en el fondo, no basta una especialización profunda sino que es necesario poner en marcha la creatividad humana para hacer coincidir diferentes campos y perspectivas aparentemente inconexas. Da Vinci es uno de los mayores ejemplos de ese tipo de intersección, fue un polímata.
Lo más interesante de esta mentalidad es que Da Vinci y muchos otros grandes genios nunca consideraron que existía una distinción, una gran separación entre los campos. Simplemente observó, notó y contextualizó las cosas como mejor le parecía.
En el mismo momento en que nos acercamos al conocimiento con ideas preconcebidas y establecemos distinciones y límites férreos entre los diferentes campos, nos estamos cerrando un camino a la creatividad. El mundo que observamos y en el que vivimos es uno solo, las ciencias son una división humana para facilitar su estudio y comprensión, pero la genialidad nace cuando se asume una mentalidad multidisciplinar y global.
Eso significa que, si queremos ver el mundo como es y descubrir sus maravillas, deberíamos ampliar nuestra perspectiva y liberarnos de ese sesgo. Cuanto más sepamos de diferentes campos, mejor comprenderemos el mundo y mejor equipada estará nuestra mente para crear algo maravilloso.
2. Cuestiona lo mundano y lo obvio
Tenemos más de 4.000 páginas de los famosos cuadernos de Da Vinci, pero se piensa que se trata tan solo una cuarta parte del volumen que escribió. Aun así, proporcionan una visión increíble del genio ya que contienen registros de su época en Florencia y Milán, revelan sus dudas e inseguridades y brindan un atisbo de cómo eran sus relaciones con amigos y colaboradores.
Sin embargo, lo más interesante desde el punto de vista psicológico son las preguntas que se planteó en esas notas. No solo las que versan sobre temas trascendentes sino las que se refieren a cuestiones aparentemente nimias e intrascendentes. Esas preguntas muestran que a Da Vinci le fascinaba, literalmente, cualquier cosa. En sus propias palabras:
“¿Por qué el trueno dura más tiempo que el que lo causa, y por qué inmediatamente en su creación el rayo se vuelve visible a la vista mientras que el trueno requiere tiempo para viajar? ¿Cómo se forman los diversos círculos de agua alrededor del lugar que ha sido golpeado por una piedra, y por qué un pájaro se sostiene en el aire? Estas preguntas y otros fenómenos extraños comprometen mi pensamiento a lo largo de mi vida”.
La mayoría de nosotros no pierde tiempo planteándose preguntas de este tipo pues nos parecen irrelevantes. Sin embargo, nos olvidamos que incluso lo obvio o lo más pequeño puede contener un tesoro si lo exploramos en profundidad. Muy pocas cosas son interesantes cuando nos limitamos a su superficie, hay que excavar.
Muchas de esas preguntas no aportaron nada inmediatamente a las obras de Da Vinci, pero se sumaron a la riqueza con que la cual el artista e inventor veía el mundo, y esa riqueza contribuyó a sus creaciones.
Hay un mundo de cosas que valen la pena ahí fuera, pero debes buscarlas. Regresa a lo sencillo, recupera la capacidad de maravillarte y se abrirá ante ti una nueva puerta a la creatividad. Recuerda siempre una frase del genio: «la simplicidad es la máxima sofistificación«.
3. Experimenta con la mentalidad del aprendiz
El perfeccionismo es una tendencia cada vez más común. Sin embargo, es extremadamene dañina porque alimenta el miedo y la duda, llegando incluso a paralizarnos. En el caso de los artistas, el perfeccionismo detiene la producción y la creación. Les impide progresar.
No hay dudas de que Da Vinci también tenía un lado muy perfeccionista. De hecho, no terminó algunos de los trabajos que comenzó y a otros les dedicó años, si bien también podría deberse a que se aburría con relativa facilidad una vez que había concebido la obra mentalmente.
Sin embargo, este genio no quería mejorar únicamente su trabajo, sino que aspiraba a mejorar algo más. Asumió la pintura como un experimento en progreso pues sabía que siempre podía dominar nuevas técnicas. Se conoce que le tomó años terminar la Mona Lisa, e incluso es probable que no lo considerara completo cuando le dio la última pincelada. En el cuadro realizó ajustes y aplicó nuevos métodos.
Eso no significa que no debemos finalizar los proyectos añadiéndoles cada vez más detalles, sino que debemos asumir la vida como un experimento en continuo desarrollo. La realidad no es estática, y tampoco lo deben ser nuestras decisiones y producciones.
Podemos mejorar con el tiempo, experimentando continuamente e incluyendo nuevas perspectivas y formas de hacer las cosas. La mentalidad del aprendiz es fundamental para alejarnos de la monotonía y abrazar lo nuevo. Cuando nos anquilosamos y nos aferramos a una única forma de pensar o hacer las cosas, morimos un poco cada día.
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