La Ley de Brandolini, también conocida como principio de asimetría de la estupidez, enuncia que “la cantidad de energía necesaria para refutar una estupidez, falsedad o engaño es un orden de magnitud superior al que se requirió para producirla”.
En 2013, el informático italiano Alberto Brandolini postuló este principio en un intento por explicar lo que ocurre en el mundo de las redes sociales, los medios de comunicación y la posverdad en el que vivimos.
Sin embargo, también puede aplicarse en el día a día, en nuestras relaciones interpersonales. De hecho, es la razón por la cual resulta tan difícil demostrarle a alguien que se equivoca o convencerle de que sus ideas no tienen ningún fundamento.
La Ley de Brandolini también explica por qué nos volvemos tan testarudos y defendemos a capa y espada algo que hemos visto o escuchado, pero que realmente no hemos comprobado y que incluso carece de lógica.
¿Por qué las mentiras y estupideces se difunden y arraigan tan rápido?
El principio de asimetría de la estupidez descansa en gran medida en la forma en que se transmite la información inexacta o falsa. Generalmente quienes difunden esas ideas adoptan un aire pomposo. Recurren a títulos, términos y oraciones extravagantes especialmente pensados para esconder sus insuficiencias, aumentar su poder como referente y hacer que quienes los escuchan o leen duden de sí mismos y se fíen del «gurú» o «conocedor».
Asimismo, estas personas muestran una gran intolerancia hacia cualquier dato que no confirme su versión e intentan enmascarar su falta de conocimiento o profundidad con términos vagos que atrapen a los demás en una búsqueda inútil de una explicación más profunda. En resumen, son personas ignorantes que se presentan bajo un halo de autoridad con el cual atraen a los demás.
Sin embargo, la difusión de las mentiras, inexactitudes y bulos no depende únicamente de la persona que los crea, también intervienen otros factores. En “La démocratie des crédules”, Gerald Bronner hizo referencia a cómo Internet actúa como un amplificador de las teorías más vagas y descabelladas. Este sociólogo francés identificó lo que podríamos considerar como los principales medios que facilitan la propagación y consolidación de esos bulos, que son al mismo tiempo los obstáculos que debemos afrontar para desenmascararlos, tanto en el mundo online como en la vida.
- Asimetría del impacto. La amplia difusión que puede llegar a tener un rumor, mentira o noticia falsa garantiza un impacto mucho mayor que cualquier retractación posterior. En muchos casos, ese tipo de ideas han sido lanzadas precisamente con el objetivo de impactar emocionalmente, al margen de la verdad, lo cual les garantiza que corran como la pólvora. En cambio, la enmienda o rectificación no suele atraer tanta atención porque no resulta tan llamativa, de manera que una vez que se siembra el engaño, es necesario esforzarse mucho para desmentirlo pues un gran número de personas creerá en ello.
- Asimetría de la retención en la memoria. La huella que deja en la memoria la mentira, difamación o el rumor suele ser mucho más profunda que cualquier información que luego la niegue. Dado su impacto emocional y por el efecto de primacía, tenemos la tendencia a fijarnos más en lo primero que escuchamos. De hecho, una investigación realizada en la Universidad de Harvard, por ejemplo, confirmó que solemos preferir las cosas que nos muestran primero.
- Asimetría del carisma. Bronner sostiene que quien difunde tonterías, mentiras o rumores sin ninguna base real está envuelto en un aura ventajosa, mientras que quien intenta hacer entrar en razón a la gente suele ser percibido como un aguafiestas. Por desgracia, resulta más fácil creer y seguir a quien afirma que puedes transformar tu vida tan solo con desearlo, que a quien te explicas que debes trabajar duro y realizar un profundo ejercicio de transformación interior. Nuestro cerebro tiende a ahorrar energía, por lo que suele preferir afirmaciones sencillas e impactantes que liarse con teorías complejas que explican cómo funciona realmente el mundo.
Podemos apreciar que el pensamiento racional y la información basada en hechos parten con una clara desventaja frente a los argumentos populares y las posturas emocionales que pululan en el actual espacio de la opinión pública y que, por ende, también extienden sus tentáculos a nuestros hogares.
La base psicológica de la Ley de Brandolini
Sumidos en la posverdad, la realidad se distorsiona a medida para manipular las creencias y emociones de las masas con el objetivo de influir en su opinión, decisiones y comportamientos. En un mundo donde las opiniones pesan más que la razón y los hechos, cada vez hay más personas que se comunican con poca o ninguna consideración por la verdad, las evidencias, la lógica y el sentido común.
Generalmente esas personas hacen leva en las emociones y recurren a estrategias retóricas diseñadas para ignorar los hechos y el conocimiento establecido. No dudan en sacar de contexto los hechos, manipularlos o tergiversarlos para respaldar las posturas más absurdas.
Por supuesto, cualquiera que tenga un espíritu crítico e investigue un poco podrá darse cuenta del engaño o la manipulación. Pero por desgracia, creemos cada vez más y pensamos cada vez menos.
Nuestro sesgo de confirmación tampoco nos lo pone fácil.
No solo tenemos la tendencia a buscar la información que confirme nuestras creencias, sino que la analizaremos bajo ese prisma y la priorizaremos en nuestra memoria. Eso explica por qué es tan difícil desmentir las estupideces, chismes o conjeturas sin ninguna base científica o real. Una vez que se plantan en nuestra mente, es complicado erradicarlas, como sucede con las malas hierbas.
Por otra parte, neurocientíficos de la Universidad del Sur de California constataron que nuestro cerebro reacciona con dolor a la disonancia cognitiva que experimentamos cuando nos presentan información contraria a nuestras creencias más arraigadas. Eso significa que para proteger nuestro ego y evitar ese sufrimiento, hay ocasiones en las que preferimos seguir creyendo en la información descabellada, antes que aceptar que nos manipularon o engañaron – y que nos equivocamos.
¿Cómo contrarrestar la Ley de Brandolini?
- Elige tus batallas. Desmontar las ideas sin fundamentos y descubrir los engaños es importante, pero debemos hacerlo inteligentemente. Mark Twain aconsejaba: “nunca tengas una batalla de ingenio con una persona desarmada”. Antes de lanzarnos a discutir, es mejor sopesar las posibilidades de llegar a un entendimiento. ¿La otra persona está dispuesta a escuchar? Si crees que vas a tener una discusión de sordos, será mejor que ni siquiera la inicies o que dejes clara tu posición sin entrar en disquisiciones.
- No pierdas el foco. Franklin Pierce había notado que “con frecuencia, cuanto más trivial es el tema, más animada y prolongada es la discusión”. Por tanto, intenta mantenerte enfocado en el asunto que estáis tratando. Las personas que recurren a mentiras o hechos sin confirmar suelen usar la “técnica de la avalancha”; o sea, lanzan un montón de argumentos inconexos e inconsistentes para confundir a los demás. No permitas que se vayan por las ramas porque intentarán llevarte a áreas que no dominas para atacar tu credibilidad con “argumentos” ad hominem.
- Apégate a los hechos. Quienes tergiversan y manipulan la realidad no dudan en recurrir a afirmaciones vagas y generalistas para respaldar sus teorías. No caigas en su juego. No permitas que tu ego se involucre en la discusión. Recuerda que no tienes que ganar sino tan solo mostrar los hechos, así que apégate a ellos. A fin de cuentas, el objetivo no es que los demás te crean, como creyeron antes a otro, sino estimular su pensamiento crítico para que puedan desafiar las ideas desde una postura más sensata e informada.
En cualquier caso, recuerda que si la energía necesaria para combatir las falsedades o estupideces es mayor de la que se destinó a generarlas, es más inteligente reservarla para espacios donde los hechos que aportes tengan cierto valor, tu intervención tenga un mayor impacto o con personas que realmente se muestren dispuestas a escuchar y dialogar de forma madura y lógica.
Referencias Bibliográficas:
Petrocelli, J. (2021) Bullshitting and persuasion: The persuasiveness of a disregard for the truth. British Journal of Social Psychology; (60): 1464–1483.
Kaplan, J. T. et. Al. (2016) Neural correlates of maintaining one’s political beliefs in the face of counterevidence. Scientific Reports; 6: 39589.
Bronner, G. (2013) La démocratie des crédules. París: Presses Universitaires de France.
Carney, D. R. & Banaji, M. R. (2012) First Is Best. PLoS ONE; 7(6).
Deja una respuesta