Cuándo te sucede algo, ¿te responsabilizas o culpas a los demás? La respuesta a esa pregunta determina si tienes un locus de control externo o interno. Esa orientación no solo determinará la manera en que te relacionas con el mundo, sino que también influirá en tu éxito en la vida, así como en la satisfacción contigo mismo.
¿Qué es el locus de control?
En 1950, Julian Rotter desarrolló este concepto para referirse a la percepción de una persona sobre las causas de los acontecimientos en su vida. O sea, para responder a la pregunta: ¿crees que controlas tu destino o que depende de fuerzas externas?
Originalmente Rotter lo llamó locus de control de reforzamiento para así tender un puente entre el comportamiento y la Psicología cognitiva. Rotter pensaba que el comportamiento estaba guiado en gran medida por «refuerzos» (premios y castigos) y que a través de esas contingencias desarrollamos determinadas creencias sobre la causa de nuestras acciones. A su vez, esas creencias guían las actitudes y comportamientos que adoptamos.
Esa concepción coincide con la idea de Philip Zimbardo, según el cual, sería “la creencia sobre si los resultados de nuestras acciones dependen de lo que hacemos (orientación hacia un control interno) o de eventos que escapan de nuestro control (orientación hacia un control externo)”.
Las personas con un locus de control externo creen que las fuerzas externas, ya sea el destino, la suerte, las circunstancias o los demás son los principales responsables de los acontecimientos de sus vidas. En cambio, quienes tienen un locus interno creen que su vida depende de sus decisiones, esfuerzos y comportamientos.
No obstante, no se trata de un constructo rígido sino más bien un continuo que se mueve entre lo externo y lo interno. Eso significa que podemos tener un locus externo en un área de nuestra vida, pensando, por ejemplo, que la salud se hereda y no podemos hacer nada para mejorarla, mientras tenemos un locus de control interno en otras áreas, como puede ser el trabajo o la relación de pareja.
Curiosamente, se ha apreciado que a medida que envejecemos, tendemos a desarrollar un locus de control interno, probablemente porque nos damos cuenta de que tenemos el poder de decidir cómo afrontar los desafíos que la vida nos trae.
¿Eres dueño de tu destino?
El locus de control se puede convertir en una especie de profecía autocumplida. Si creemos que el éxito depende de la suerte, por ejemplo, es menos probable que nos esforcemos. Si creemos que encontrar pareja depende del destino, es posible que asumamos una actitud más pasiva esperando el flechazo.
Varios estudios han demostrado la importancia de este constructo en los resultados que alcanzamos en la vida. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Southampton comprobaron que la percepción que tienen los niños de 10 años sobre su propio albedrío es un predictor bastante fiable de su salud a los 30 años, incluida la obesidad, la hipertensión y la angustia psicológica. Por tanto, quienes desarrollan un locus de control interno desde la infancia tienen más probabilidades de tener buena salud.
Este también se ha asociado con un mayor bienestar psicológico. Un estudio realizado en la Universidad de la Laguna constató que las personas con un locus de control interno se sentían más satisfechas con su vida, reportaban más emociones positivas y experimentaban un mayor bienestar psicológico.
Investigadores de la Universidad de Lahore comprobaron que los estudiantes que tienen un locus de control interno tienen un desempeño académico más alto porque son más proactivos y se involucran más en el proceso de aprendizaje. Al contrario, aquellos con un locus de control externo adoptan una actitud más pasiva y reactiva ante el aprendizaje, por lo que suelen tener peores resultados.
La influencia del locus de control también se extiende a la esfera laboral. Un estudio realizado en China y Reino Unido constató que las personas con un locus de control interno podían adaptarse mejor al entorno profesional, equilibraban mejor su vida laboral y personal y mostraban una mayor satisfacción con su carrera.
Luces y sombras del locus interno vs. externo
Como regla general, tener un locus de control interno suele ser más ventajoso, no solo para alcanzar los resultados que nos proponemos en la vida, sino también para proteger nuestro bienestar emocional. Sin embargo, no existe un locus “correcto”. Ambos tienen puntos fuertes y débiles.
Por ejemplo, las personas con un locus de control externo suelen estar más dispuestas a dejar que las cosas fluyan y son mejores delegando tareas, por lo que son menos propensas a saturarse de trabajo. También son capaces de dejar ir con mayor facilidad, de manera que no suelen aferrarse a proyectos imposibles o condenados al fracaso.
En cambio, quienes tienen un locus de control interno suelen someterse a una mayor presión y a menudo pueden experimentar intensos sentimientos de culpa, aunque no sean directamente responsables de los acontecimientos.
Un locus de control interno demasiado fuerte puede llevarnos a creer que podemos controlarlo todo, de manera que si nuestros planes no funcionan, nos sentimos responsables de ese fracaso y podemos venirnos abajo emocionalmente. Eso puede generar mucha frustración, estrés y, en casos extremos, ansiedad o depresión.
Cuando el locus de control interno no se acompaña de la autoeficacia puede ser una bomba de relojería. Las personas con una percepción exagerada de su control, pero que carecen de las competencias, eficacia y oportunidades adecuadas, pueden volverse neuróticas.
Eso significa que lo ideal es encontrar un punto de equilibrio. Necesitamos desarrollar un sentido realista de nuestro círculo de influencia para esforzarnos por cambiar aquello que depende de nosotros y dejar ir todo lo que no está en nuestras manos.
La buena noticia es que, aunque nuestro locus de control se forma en gran parte debido a las experiencias de recompensa y castigo que vivimos cuando somos niños, es una construcción flexible que podemos cambiar a lo largo de la vida.
Desarrollar un locus de control equilibrado nos ayudará a aceptar las situaciones sobre las que no podemos influir y gestionarlas de manera más adaptativa cuando surjan mientras centramos nuestros esfuerzos y energía en controlar lo que podemos. Así tomamos las riendas de nuestra vida y, al mismo tiempo, hacemos las paces con lo incontrolable.
Fuentes:
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