Nosotros, los seres humanos, tenemos una capacidad increíble para preocuparnos por cosas intrascendentes. Tomamos una preocupación minúscula y la cuidamos, cual jardinero solícito, hasta que crece. Y si no la cortamos a tiempo, esa preocupación, igual que las malas hierbas, puede llegar a ocupar gran parte de nuestra mente.
Y nos preocupamos tanto porque tenemos una incapacidad crónica para ver las cosas en perspectiva. Como no podemos abstraernos de la persona que observa y siente (nosotros mismos), nos preocupamos por problemas que probablemente nunca tendremos.
Tal es el caso de una noticia curiosa que leí hace poco en la que se afirmaba que los selfies son más peligrosos que los tiburones. Las estadísticas no mienten: mueren más personas haciéndose selfies que debido a ataques de tiburones. Sin embargo, nos preocupan mucho más estos últimos porque percibimos que son una amenaza, cuando en realidad una de las amenazas más grandes a la que nos enfrentamos somos nosotros mismos.
La revista Science Alert ha reportado que en lo que va de año, solo han muerto 8 personas debido a los ataques de tiburones pero, asombrosamente, se han producido al menos 12 defunciones debido a incidentes relacionados con los selfies.
Uno de los casos más recientes fue el de un japonés de 66 años que resbaló y cayó por las escaleras del Taj Mahal mientras se hacía un selfie. Pero no es el único ni mucho menos, en la prensa se han publicado otros casos. Y hay de todo, desde personas que han tenido un accidente de coche por estar tomándose un selfie hasta el de este joven que se ha disparado accidentalmente con una pistola mientras se hacía un selfie.
La situación de los selfies está comenzando a preocupar a algunos gobiernos. De hecho, el Reino Unido ha lanzado una campaña de concientización para que las personas no se tomen fotos en lugares peligrosos y en Australia las autoridades han tenido que prohibir el acceso a algunos sitios potencialmente peligrosos que se convirtieron en la meca de los fans de los selfies.
¿Qué está sucediendo? ¿Nos hemos vuelto locos?
Los selfies son mucho más que apretar un botón y sacar una foto. Detrás de este fenómeno se esconden diferentes cambios sociales, vinculados indisolublemente a la revolución tecnológica que hemos vivido en los últimos años y a la nueva forma de relacionarse. Desde mi perspectiva, considero que el riesgo que puede representar un selfie depende de varios factores:
1. Reducción del nivel de atención. Muchas personas están tan ensimismadas en inmortalizarse que se olvidan de lo que sucede a su alrededor. Es lo mismo que nos sucede cuando vamos demasiado absortos en nuestras preocupaciones y no nos percatamos del coche que se acerca cuando intentamos cruzar la calle. Al mirar a la cámara, nuestro rango de atención disminuye y ni siquiera nos percatamos de ello.
2. Baja percepción del peligro. Contradictoriamente, aunque nuestras preocupaciones son muchas, nuestra percepción del peligro es baja. Diferentes estudios han demostrado que solemos pensar que somos una especie de “superhéroes”: creemos que los demás tienen mayores probabilidades de enfermar, tener un accidente o morir que nosotros. Esa baja percepción del peligro nos lleva a asumir conductas de riesgo ya que pensamos que estaremos seguros o que no “nos va a tocar”.
3. Deseo de llamar la atención. Nunca antes nuestras vidas habían estado tan expuestas. Las redes sociales han hecho que la lucha por llamar la atención sea aún más encarnizada. En ese contexto, muchas personas se esfuerzan por tener perfiles únicos que capturen la atención de los demás. Y todo vale, aunque haya que ir contra la ley o poner en riesgo la vida. De hecho, no es casualidad que un estudio realizado en la Universidad Estatal de Ohio haya encontrado una relación entre la cantidad de selfies publicados en las redes sociales y el nivel de narcisismo y psicopatía de la persona.
Por supuesto, el objetivo no es demonizar los selfies. ¡Faltaría más! Pero debemos prestar más atención y, sobre todo, dejar de ver el mundo a través de la cámara y mirarnos más a los ojos. Cuando vivimos plenamente una experiencia, no hay necesidad de documentarla. Quizás es mejor que nos desprendamos de nuestra obsesión por documentar y que empecemos a vivir más.
Fuentes:
Rooney, M. & Fox, J. et. Al. (2015) The Dark Triad and trait self-objectification as predictors of men’s use and self-presentation behaviors on social networking sites. Journal Personality and Individual Differences; 76: 161-165.
MacDonald, F. (2015) Selfies have killed more people than sharks this year, reports show. En: Science Alert.
Alejan Bg dice
Excelente artículo!
gema vanessa mendoza duarte dice
WAO me enamore de esta página, tiene mucho contenido interesante que me ha llamado mucho la atención felicidades y gracias.
Jennifer Delgado dice
Gracias a ambos. Me alegra tenerlos como lectores 🙂