Hace muchos años un rico ejecutivo decide trasladarse a vivir a una pequeña isla polinesia. Quiere disfrutar su merecida jubilación obtenida después de muchos años de estrés y duro trabajo, enfocados en acumular riqueza. El hombre se encuentra excitado ante la idea de vivir sobre esta islita donde le han dicho que se pesca maravillosamente. Él es un apasionado de la pesca. Cuando era joven era su pasatiempo preferido pero luego abandonó esta pasión pues el trabajo no le dejaba mucho tiempo libre.
Así, el primer día sobre la isla, desayuna y se dirige rápidamente a la playa. Son las nueve de la mañana. ¡Ve a un pescador local que vuelve de la ribera con una gran cesto lleno de peces!
«Cuánto tiempo ha estado fuera para conseguir todo ese pescado»? Le pregunta.
El polinesio mira a su interlocutor sonriendo y simpáticamente le contesta que, como media, él pesca tres horas todos los días.
El ejecutivo le pregunta por qué regresa tan pronto y no sigue pescando para capturar más peces.
«No te preocupes», le responde el pescador «siempre queda mucha pesca allá fuera».
Sorprendido, el ejecutivo le pregunta nuevamente por qué él no sigue pescando para capturar muchos más peces. Pacientemente el polinesio le explica que él pesca regularmente cada día solo el pez que le sirve a su familia para sobrevivir. “Así puedo dedicar el resto del día a mi familia y a mis amigos; me bebo una cerveza con ellos. Luego voy a relajarme a la playa.»
Ahora el ejecutivo siente la necesidad de instruir a este simple joven pescador polinesio. Le explica que si se pasa todo el día pescando, capturará muchos más peces que luego puede revender. Con el dinero ganado puede invertir en un barco más grande y capturar más pez. Así puede seguir reinvirtiendo los provechos, asumir personal, quizás abrir una industria para enlatar el pez, incluso hasta cotizarse en la bolsa. Así, después de 30 o 40 años se convertirá en un hombre rico.
El polinesio lo mira perplejo, piensa en todo lo que le ha sido dicho y luego le pregunta: “Entiendo que después de muchos años de duro trabajo me volvería rico, pero luego, con todo ese dinero ¿qué haría?”
El ejecutivo le contesta sonriendo, convencido de haber ayudado concretamente al joven: «Bueno… me parece obvio, harás lo que en mi mundo todos sueñan y por lo cual trabajan duramente. Irás sobre una pequeña isla en el pacífico del sur, podrás pasar el tiempo con tu familia, beberte todos los días una cerveza con los amigos y cuando lo quieras podrás ir a una bella playa a relajarte.»
El joven lo mira de nuevo, cada vez más perplejo y dice: «¿No entiendo, debería trabajar duramente todos esos años para tener como único objetivo vivir lo que ahora estoy viviendo?”
Todos sabemos que el dinero no trae la felicidad… ¿o si? Probablemente esta solo sea una frase hecha porque lo cierto es que muchas personas se comportan como si el dinero fuera un indicador de felicidad. Tanto es así que existe una ecuación: dinero=éxito=felicidad; idea que venden muchos manuales de autoayuda de los cuales les aconsejo huir.
Pero hablemos sin reservas, en muchas ocasiones e independientemente del país o del gobierno de turno, tener dinero implica: hacer lo que quieres, cuando quieres y como quieres. Sin lugar a dudas ese poder o sensación de libertad casi ilimitada resulta atrayente para muchos.
Sin embargo, si es así ¿por qué las tasas de suicidio entre las personas adineradas es tan elevada? ¿por qué los científicos han hallado en sus múltiples investigaciones que las relaciones entre dinero y felicidad no son tan fuertes como se pensaba?
Aunque muchos se pasen toda su vida soñando con llegar a ser ricos y ganar la lotería, probablemente y después de todo, el dinero no sea el camino más seguro ni más directo hacia la felicidad.
¿Por qué? Sencillamente porque los ingresos económicos siempre son relativos. Esto quiere decir que las necesidades humanas aumentan continuamente por lo cual los ingresos que antes bastaban para satisfacernos pasan a ser insuficientes y así, una y otra vez, de manera continua. Mientras más se ingresa en la cuenta, más se extrae de la misma porque pasamos a formar parte de círculos diversos que nos demandan un cambio en el estilo de vida; así que muchas veces el nuevo poder adquisitivo solo brinda una felicidad o satisfacción por un periodo de tiempo muy corto.
Además, para ganar más dinero se necesitará de más horas de trabajo por lo cual el tiempo que podemos dedicarle a las personas que amamos o a nosotros mismos cada vez se reduce más. De esta manera es muy probable que nos convirtamos en presa fácil del estrés, la angustia, la sobrecarga… Un estudio de Psicología que data del 1998 evaluó cuán felices se sentían las personas durante un día normal de trabajo. Cada 25 minutos se le pedía a un total de 374 trabajadores de las más disímiles profesiones que valorasen cuan felices se sentían. Obviamente la relación entre los ingresos y el nivel de felicidad era tan pequeña que no fue representativa, estadísticamente hablando.
Desgraciadamente existen muchas personas que pasan toda su vida en pos de un ideal falso como el dinero. Cuando llegan al final del viaje se percatan que la felicidad es un estado de satisfacción y goce interior; un estado donde se ama lo que eres y a quienes te rodean. Pero para ese entonces quizás sea demasiado tarde, entonces… ¿qué haces cada día para que la felicidad no se te escape?
Fuente:
Schnall, P., Landsbergis, P., Belkic, K., Warren, K., Schwartz, J., & Pickering, T. (1998) Findings In The Cornell University Ambulatory Blood Pressure Worksite Study: A Review. Psychosomatic Medicine; 60: 697.
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