No somos eternos, aunque a menudo vivamos como si lo fuésemos. De hecho, en las últimas décadas nuestra sociedad ha desarrollado una auténtica fobia a la vejez y la muerte, lo cual, lejos de hacernos más felices, nos sume en un bucle de frustración empujándonos a perseguir metas inalcanzables. Hace siglos, el enfoque social era muy diferente. Las personas tenían muy presente la frase latina “memento mori”, que significa literalmente “recuerda que debes morir”. Un recordatorio que podría cambiarnos radicalmente la vida, en sentido positivo.
¿Cuál es el origen de la frase “memento mori”?
Según el Instituto Galileo Galilei de Turín, los orígenes de esta frase se remontan a la sociedad romana, que había desarrollado una sensibilidad especial hacia la muerte y la vida. Se cuenta que proviene de una costumbre de la antigua Roma: cuando un general regresaba a la ciudad después de una gran victoria sobre sus enemigos en el campo de batalla, desfilaba por las calles sobre un carro dorado recibiendo los aplausos y vítores de la multitud.
Sin embargo, esos logros y alabanzas podían hacer mella en su “hybris” conduciendo a un estado de soberbia, desmesura y arrogancia que le hiciera desarrollar un auténtico delirio de omnipotencia. Para evitarlo, un esclavo – precisamente uno de los servidores más humildes – era el encargado de recordarle su naturaleza humana y mortal (limitada y perecedera) susurrándole: “Respice post te. Hominem te memento”, que significaba “mira detrás, recuerda que eres un hombre”.
En ese mismo sentido se utilizaba la frase “memento mori”, para recordarle a aquellos grandes hombres que independientemente de sus hazañas y glorias, el epílogo sería el mismo para todos. De esta manera, cuando se celebraba a un general victorioso en procesión por las calles de la ciudad, también se le recordaba su muerte para evitar que incurriera en un orgullo desmesurado.
Recordar la muerte para celebrar la vida
Dicho recordatorio no era exclusivo de los romanos. Muchas otras civilizaciones lo hicieron suyo con el paso del tiempo. En el siglo XVII, por ejemplo, en la orden de clausura de los frailes trapenses, estos se repetían a menudo la frase “memento mori” e incluso cavaban sus tumbas un poco cada día con el objetivo de tener siempre presente su muerte y no perder el sentido de la vida.
Aunque en un primer momento puede parecer lúgubre, lo cierto es que la frase «memento mori» es una invitación a reflexionar sobre la brevedad de la vida y la vanidad de las ambiciones humanas. A la sociedad actual no le gusta pensar demasiado en la muerte y prefiere vivir ajena a ella porque consideramos que se trata de algo demasiado deprimente o morboso para la sensibilidad actual.
Sin embargo, hasta el siglo XX recordar la propia muerte no era algo negativo, sino que se consideraba una incitación a llevar una vida virtuosa, buena y significativa. Muchas obras de arte colocadas en las iglesias, por ejemplo, también recuerdan el tema de la muerte para inducir a los espectadores a meditar sobre el sentido de la vida.
En la Danse Macabre, un género que se originó a finales de la Edad Media pero que se volvió popular durante el Renacimiento, los esqueletos que personificaban la muerte bailaban con las personas, sin distinción de clases. De esta forma se les recordaba a todos, desde campesinos hasta obispos o emperadores, que los goces mundanos tienen su fin y todos han de morir.
El significado oculto de la frase “memento mori”
La frase “memento mori”, que a menudo se traduce erróneamente como “recuerda que morirás”, en realidad también tiene otro significado cuando se analiza una traducción más correcta: “recuerda que debes morir”. La diferencia es sutil pero importante ya que no solo es un recordatorio de nuestra mortalidad sino además una exhortación a prepararnos para ese momento de la vida.
De hecho, nos recuerda que morimos un poco cada día, de manera que debemos comenzar a desapegarnos de todas las cosas banales y las ambiciones mundanas. Ese recordatorio nos ayuda a ver con otros ojos el placer y el dolor. Nos anima a dejar atrás nuestros temores, inquietudes y dudas. Y nos empuja a deshacernos de los hábitos que nos obstaculizan para ir más ligeros de equipaje.
No es casual que los antiguos egipcios – una cultura de la que bebió la romana – tuvieran la tradición de pesar el corazón en una psicostasis o balanza. En el otro plato se colocaba una pluma de avestruz, símbolo de la diosa Maat. Si el corazón pesaba más que la pluma, significaba que esa persona había muerto llena de culpas y no había actuado correctamente, de manera que sería devorada por Ammit, una bestia mitológica. En caso contrario, se entendía que el difunto había llevado una vida justa y estaba preparado para renacer en el más allá.
Recordar la muerte animaba a separar el alma de la pesadez mundana y todas las trampas que esta encierra, como el hecho de aplazar indefinidamente nuestras metas, llenar nuestras jornadas de cosas urgentes pero poco importantes o preocuparnos inútilmente por temas intrascendentes.
¡Memento vivere!
La tendencia cada vez más patente de nuestra cultura es negar la muerte para vivir en la ilusión de que podemos permanecer eternamente jóvenes y que nuestra vida continúa para siempre. Perseguir esa ilusión a menudo implica emprender una lucha perdida de antemano contra el tiempo, manteniendo nuestra mente ocupada en asuntos intrascendentes y persiguiendo objetos que no aportan auténtica satisfacción.
En ese contexto, recordar de vez en cuando la frase latina “memento mori” puede convertirse en una oda a la vida. Nos anima a dejar de malgastar nuestra vida persiguiendo metas ajenas, acaparando posesiones materiales o preocupándonos por asuntos triviales. Puede motivarnos, en definitiva, a dar ese primer paso para vivir como realmente deseamos, de manera que al final del camino no tengamos arrepentimientos. Memento mori lo que nos dice realmente es: ¡memento vivere!
Fuentes:
Zaffarano, G. L. (2011) Memento mori. Oltre Magazine; 1.
Ricasoli, C. (2016) Memento Mori’ in Baroque Rome. Studies; 104(416): 456-467.
Margarita Luna. dice
Muchas gracias por este contenido.
La presentación es limpia y simple, felicidades.
Jennifer Delgado dice
Hola Margarita,
Gracias por tu retroalimentación, la aprecio mucho.