Todos no respondemos de la misma manera ante la presión. Hay quienes sacan lo mejor de sí cuando les presionan y hay quienes se sienten abrumados, hasta el punto que pueden llegar a paralizarse. Investigadores de la Universidad Estatal de Iowa descubrieron que las personas más inteligentes tienen más probabilidades de ahogarse en situaciones de presión.
Las personas que tienen un Cociente Intelectual elevado a menudo se sienten abrumadas en entornos complejos y cambiantes. ¿Por qué? Su capacidad mental los vuelve más vulnerables a la ansiedad de desempeño y los pensamientos rumiativos. En otras palabras: ser capaces de prever todo lo que puede ir mal y exigirse demasiado juega en su contra, generando más preocupación, que termina minando su desempeño.
Tu desempeño dependerá de los objetivos que te plantees
Estos psicólogos pidieron a 261 estudiantes de negocios que participaran en un experimento relacionado con el mercado de valores. Los dividieron en tres grupos, a los cuales dieron objetivos diferentes: rendimiento, aprendizaje o hacer lo mejor posible.
A medida que los estudiantes fueron entendiendo la tarea, los investigadores comenzaron a manipular las condiciones para complejizar el ejercicio y ver cómo respondían los participantes a los cambios.
Así descubrieron que los estudiantes con un mayor C.I. mostraron un desempeño bastante similar a los que tenían un C.I. más bajo cuando el objetivo era medir el rendimiento. Sin embargo, cuando solo se les había pedido que “lo hicieran lo mejor posible”, los estudiantes más inteligentes sobrepasaron con creces al resto.
Un cerebro híperreactivo
Un estudio anterior realizado en la Seattle Pacific University había revelado que las personas con un C.I. mayor tenían más probabilidades de desarrollar desde ansiedad hasta pensamientos rumiativos. Estos psicólogos propusieron la “Teoría de la Sobreexcitabilidad Intelectual”, basada en el concepto de la “sobreexcitabilidad psicológica y fisiológica” introducido por el psiquiatra y psicólogo Kazimierz Dabrowski en la década de 1960.
En práctica, ser apenas un 2% más inteligente que la media está asociado a un estado de sobreexcitabilidad, una reacción inusualmente intensa ante una amenaza ambiental, que puede ser cualquier cosa, desde un ruido que nos tome por sorpresa hasta una confrontación con otra persona o la presión por el desempeño.
Ese estado de sobreexcitabilidad también se relaciona con una marcada tendencia a rumiar y preocuparse, lo cual se debe a un cerebro altamente conectado. Lo usual es que nuestro cerebro se mantenga activo cuando hacemos algo pero cuando la mente se distrae, gran parte de esos circuitos se “apagan”, hasta que nos concentremos en otra tarea.
El cerebro de las personas más inteligentes no funciona así. Es más excitable y le cuesta “apagarse”, lo que hace que estas personas no puedan relajarse por completo y que a menudo respondan de forma intensa a las situaciones. Eso también puede llevarles a sentirse abrumados y agobiados, que sería la expresión de su ver, sentir y pensar “demasiado”.
Si la persona no es capaz de salir de ese círculo vicioso, se estresará más y será más propensa a desarrollar problemas psicológicos. De hecho, muchos genios del pasado, como Leonardo da Vinci, Sigmund Freud, Albert Einstein y Pablo Picasso estaban plagados de sobreexcitabilidades que les condujeron a sufrir trastornos afectivos y del estado de ánimo generalizados. La prodigiosa creatividad de Isaac Newton, por ejemplo, fue el producto de su intensa y prolongada rumiación. Meditó mucho sobre sus errores pasados y se preocupó excesivamente, lo que finalmente lo llevó a sufrir una crisis nerviosa en 1693.
Aprende a restar presión
Este experimento sugiere que nuestro desempeño en ciertas tareas no solo depende de nuestras habilidades intelectuales sino también de los objetivos que nos planteemos. Si sentimos que estamos bajo presión y que nos están evaluando, nuestros resultados serán peores que si simplemente decidimos esforzarnos al máximo y dar lo mejor de nosotros.
La inteligencia, entendida únicamente como aquellas habilidades cognitivas que permiten resolver problemas, no te permitirá llegar muy lejos en un entorno tan incierto y cambiante como el actual. También necesitamos una dosis de Inteligencia Emocional.
Eso significa que, bajo presión, debemos aprender a gestionar las emociones y cambiar de foco. En vez de centrarnos únicamente en los resultados, debemos centrarnos en el proceso. En vez de fijarnos en el objetivo final, debemos plantearnos pequeños objetivos que nos permitan alcanzar la meta y, en vez de asumir el problema con una mentalidad fija, debemos afrontarlo con una mentalidad de crecimiento que nos permita aprender.
Así podremos asumir una distancia psicológica que nos permita mantener la calma y mejoraremos nuestro desempeño, sin sentir esa presión que termina agobiándonos.
Fuentes:
Howe, M. (2019) General mental ability and goal type as antecedents of recurrent adaptive task performance. Journal of Applied Psychology.
Karpinski, R. I. et. Al. (2018) High intelligence: A risk factor for psychological and physiological overexcitabilities. Intelligence; 66: 8-23.
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