Así como existen quienes sacan a la luz tu mejor versión, también hay personas que sacan lo peor de ti. Hay quienes nos ayudan a crecer y encontrar nuestro baricentro mientras otros nos generan estrés y alteran nuestro equilibrio. Son auténticos especialistas en sacarnos de quicio, tensar la cuerda hasta que se rompe o hacernos sentir como si no fuésemos capaces de lograr nada. Cuando esas personas forman parte de nuestro círculo más íntimo y estamos expuestos a sus comportamientos día tras día, tenemos grandes probabilidades de que nuestra estabilidad emocional derrape.
Sumidos en un bucle tóxico
En un mundo idílico, nuestras relaciones serían simbióticas, o sea, nos ayudaríamos y beneficiaríamos los unos de los otros. Cada quien respetaría los límites de los demás e intentaría ayudarlos en la medida de sus posibilidades para que puedan desarrollar sus potencialidades y alcanzar su mejor versión.
En el mundo real, las relaciones distan bastante de ser idílicas. De hecho, el ambiente familiar, laboral o incluso social suele agregar elementos de tensión e incomodidad a nuestras vidas. Sin embargo, hay personas que van un paso más allá y logran sacar lo peor de ti a la luz.
Esas personas tienen la habilidad de hacerte perder la paciencia fácilmente. Es posible que su mera presencia te genere tensión. Te hacen hervir la sangre hasta que no puedes más y das rienda suelta a la ira. Te aguijonean hasta que terminas diciendo cosas de las que después te arrepientes. O hunden tu autoestima hasta el subsuelo haciéndote creer que no vales para nada.
Independientemente de la estrategia que utilicen, el resultado es el mismo: pierdes el control y muestras tu peor cara para luego sentirte culpable por ese exabrupto. Te propones firmemente que la próxima vez no pasará, pero cuando le vuelves a encontrar, caes de nuevo en su trampa. Así terminas en un bucle, cada vez más malhumorado, irritable y confundido. ¿Qué ocurre?
Comprendiendo los disparadores emocionales
Así como existe el efecto Miguel Ángel, según el cual ambos miembros de la pareja se esculpen para sacar a la luz la mejor versión del otro, también existe el fenómeno de Blueberry, mediante el cual la relación saca a relucir las características más negativas del otro.
Sin duda, todos tenemos sombras y luces. Una persona equilibrada no es aquella que se ha deshecho de sus sombras, sino que es capaz de conocerlas y gestionarlas, compensándolas con sus zonas de luces. Todos podemos enfadarnos, irritarnos y responder mal en ciertas circunstancias.
Eso significa que, aunque puede ser muy tentador hablar de un perfil de personas tóxicas del que deberíamos escapar a toda costa, en realidad el asunto es mucho más complejo y si quieres retomar el control para impedir que algunas personas saquen lo peor de ti, deberías realizar un ejercicio de introspección.
Hay que aceptar que el problema no es exclusivamente el otro. El problema es también tu reacción y, sobre todo, el significado que otorgas a la situación. Si alguien te enfada, irrita o te pone ansioso, es porque esa ira, irritación o ansiedad ya formaban parte de ti. Las personas que sacan lo peor de ti solo están aprovechando tu equipaje emocional. Presionan tus botones rojos o lo que en términos psicológicos se conoce como disparadores emocionales.
Los disparadores emocionales son experiencias que desencadenan una reacción emocional y/o física particularmente intensa porque nos recuerdan un evento traumático o amenazan áreas de nuestro “yo” que consideramos vitales para la imagen que nos hemos formado de nosotros mismos. Esos disparadores pueden formarse a partir de una experiencia traumática. Por ejemplo, si sufrimos maltrato verbal en la infancia, es probable que una palabra fuera de lugar baste para hacernos reaccionar de manera desproporcionada.
No obstante, los disparadores también pueden provenir de actitudes y creencias de nuestros padres que hemos asumido de manera inconsciente. En ocasiones, los traumas familiares se asientan en el subconsciente y disparan reacciones emocionales muy intensas sin que comprendamos muy bien su motivo.
Otras veces esos disparadores se originan en una autoimagen demasiado rígida. Si nos identificamos como una persona profundamente religiosa, cualquier cosa que vaya en contra de nuestras creencias, por mínima que sea, nos hará reaccionar. No obstante, los disparadores emocionales también pueden originarse a partir de las emociones, pensamientos y creencias que no queremos aceptar. Si nos cuesta aceptar que nosotros también seríamos capaces de mentir, es probable que cuando alguien nos mienta, aunque se trate de una mentira piadosa, reacciones de manera exagerada.
¿Cómo lidiar con las personas que sacan lo peor de ti?
Ante todo, debes ser consciente de que las personas que sacan lo peor de ti en realidad están excavando en tus inseguridades. Están activando un patrón de reacción emocional que aprendiste en algún momento de tu vida, ya sea por un evento traumático, unos hábitos heredados o un contenido psicológico que no deseas reconocer.
Sea cual sea la causa, esa persona que saca lo peor de ti en realidad te está brindando una oportunidad para escudriñar en tu interior y sanar esa herida. No es agradable, pero es necesario para aligerar tu equipaje emocional. Como adulto, tienes “la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir tu propio camino”, como escribiera Viktor Frankl.
- Identifica lo que te molesta. Cuando esa persona se acerca o te habla, presta atención a tus reacciones ¿Te sientes ansioso, abrumado o te resulta difícil calmarte? En algunos casos, a veces la simple presencia de la persona desencadena esas reacciones, en otros casos es un tema de conversación o simplemente una actitud. Identificar exactamente lo que te molesta te ayudará a comprender lo que te sucede. Además, volver la atención hacia ti, en vez de enfocarte exclusivamente en la situación, te ayudará a mantener la calma.
- Respira profundo. Cuando sientes que estás perdiendo el control, no suele ser una buena idea responder de inmediato. Tómate unos minutos para procesar lo que está ocurriendo, de manera que puedas responder, en vez de limitarte a reaccionar. Puedes respirar profundo o, si lo necesitas, poner fin a la conversación y pedir un tiempo muerto. Si no es posible, puedes pedirle a la persona que aclare lo que acaba de decir. Su reformulación disminuirá la intensidad emocional de la conversación y te dará tiempo para recuperar el control y reflexionar sobre tu respuesta. Quizá su aclaración te sirva para comprender que estás reaccionando excesivamente.
- Escucha tu diálogo interior. No siempre es fácil identificar lo que nos molesta. Por eso debes prestar más atención a tu diálogo interno. ¿Qué te estás diciendo? ¿Cómo estás respondiendo mentalmente? ¿Estás respondiendo a las palabras de esa persona o a las emociones que generaron? ¿Estás reaccionando ante lo que ha hecho esa persona o al estrés acumulado? ¿En qué te quedas pensando cuando la situación llega a su fin? Podrías descubrir que estás reaccionando de manera exagerada porque esa persona ha activado uno de tus disparadores emocionales.
- Comprende tus sentimientos. Reaccionar con enojo o rabia no es agradable, pero huir de esos sentimientos no es saludable. A fin de cuentas, todas las emociones te transmiten un mensaje. Intenta comprender el origen de esa rabia o malestar, no culpando a la persona que tienes delante sino buceando mucho más profundo. Si no estás seguro de cuáles son tus desencadenantes, puede ser útil llevar un diario que te permita identificar ciertos patrones emocionales de reacción.
- Aprende a dejar ir. Para que una persona saque lo peor de ti, primero tienes que permitírselo. Debemos ser conscientes de que no siempre podemos elegir a quienes nos rodean ni podemos lograr que cambien, por lo que a veces no queda más remedio que aprender a convivir con ello. No se trata de permitir que traspasen tus líneas rojas, sino de decidir conscientemente que esas personas no van a condicionar tu respuesta ni van a alterar tu equilibrio mental. No es una muestra de debilidad sino un increíble ejercicio de fortaleza interior. En el momento en que decides dejar ir, le arrebatas el poder que tiene sobre ti.
Puede que haya personas que van por el mundo hurgando en las sombras de los demás, pero recuerda que la última palabra siempre la tienes tú. Deja ir todo lo que te afecte. Y si vuelve, déjalo ir otra vez. Y así hasta que te hayas liberado de ello. Comprométete contigo, con tu crecimiento y estabilidad emocional. El hecho de que existan personas que quieran proyectar sus sombras sobre ti no significa que debas permitir que apaguen tu luz.
Laura dice
Obviamente que las emociones que generan este tipo de personas están ya en nuestro interior, ya que, más allá de nuestra historia personal todos tenemos la posibilidad de experimentar todas las emociones dependiendo de las circunstancias. Una cosa es tratar de ser consciente y de regular las propias reacciones y otra muy distinta (y perversa) es pretender que todo depende absolutamente de nosotros, es decir, hiperresponsabilizar al individuo de si relación con.un entorno que puede ser abrumador, injusto, acosador o claramente hostil. En esos casos, hay que buscar la manera de poder límites claros o distancia si es necesario, en vez de buscar esta nueva «santidad o perfección paicologica» a la que el sistema nos empuja cada vez más: «adaptate bajo cualquier circunstancia», «no reacciones», «regula tus emociones», etc. La rabia puede ser, simplemente, lógica y natural en una situación de abuso de poder, y no una cuestión interna que hay que examinar. Y hay personas con quienes directamente no se puede dialogar, ni por mucho que respires, porque son manipuladoras, o agresivas, o pasivo agresivas, o no escuchan, o tergiversar la realidad, etc. No cargemos los psicologos más a la pobre gente con el «mira en tu interior » cuando a veces lo que la persona necesita es la validación de sus emociones y la confirmación de la percepcion de esa realidad vincular (porque puede ser tu madre, tu jefe, tu pareja…) tan difícil de manejar.
Jennifer Delgado dice
Hola Laura,
Entiendo tu postura, pero no la comparto. Mirar en nuestro interior siempre es beneficioso, sobre todo para tomar mejores decisiones que no den paso a arrepentimientos. La responsabilidad no tiene que convertirse en culpa.
Toda relación siempre tiene dos partes y muchas veces es recomendable preguntarnos qué granito de arena estamos poniendo. Eso no significa permitir el maltrato. A veces, sin duda, hay que marcar distancia y límites. Pero antes de salir corriendo conviene hacer un ejercicio de introspección ya que, bien hecho, solo nos beneficiará y hará crecer.