“No creas todo lo que piensas. Los pensamientos son solo eso, pensamientos”, dijo Allan Lokos. Sin embargo, muchas veces asumimos que nuestros pensamientos son la realidad. Que nuestros valores son los más elevados. Nuestras creencias, la verdad absoluta. Y nuestra forma de pensar, la única posible. Creemos – o nos gusta creer – que nuestras ideas son racionales y las de los demás inconsistentes. Esas “certezas” inamovibles suelen provenir de nuestros puntos ciegos psicológicos. Y no nos suman puntos a nuestro favor. Al contrario, nos restan.
¿Qué son los puntos ciegos psicológicos?
Al igual que los puntos ciegos de la carretera cuando conducimos y miramos por los espejos del coche, también tenemos puntos ciegos en nuestra personalidad que se encuentran ocultos, no solo a los demás sino a nosotros mismos.
Puede tratarse de miedos demasiado intensos como para reconocerlos, deseos recónditos que no queremos aceptar porque van en contra de nuestro sistema de valores o ideas incipientes que contradicen nuestra aparentemente perfecta lógica. De hecho, a menudo los puntos ciegos psicológicos son rasgos que consideramos vergonzosos o inaceptables y que no queremos reconocer en nosotros.
En 2002, un grupo de psicólogos sociales de la Universidad de Princeton se refirieron al prejuicio de punto ciego. Se trata de nuestra incapacidad para reconocer el impacto de nuestros sesgos y limitaciones en nuestro juicio, comportamiento y decisiones. Aunque no tenemos problemas para reconocerlos en los demás, lo cual indica que no es una cuestión de desconocimiento sino más bien de una ignorancia motivada para proteger la imagen que nos hemos formado de nosotros mismos.
El problema de los puntos ciegos psicológicos es que asumimos esos sesgos como confiables, pensando que somos inmunes a ellos, de manera que nos autoengañamos. Etiquetar a los demás como sesgados, mientras creemos que somos objetivos e imparciales, es una ilusión. Todo lo que negamos de nosotros nos debilita porque nos impide crecer, haciendo que asumamos una postura más inmadura e inadaptada.
¿Cómo descubrir nuestros puntos ciegos psicológicos?
No solemos ser conscientes de nuestros procesos inconscientes, de manera que no podemos notar su influencia en nuestras decisiones. Tampoco somos conscientes de todos los factores que afectan nuestro comportamiento. Por ejemplo, sostener una taza caliente en las manos nos puede volver más colaboradores mientras que usar unas gafas de sol puede hacer que mintamos más. Nuestro comportamiento y decisiones reciben el influjo constante de cientos de estímulos, muchos de los cuales pasan por debajo del radar de nuestra conciencia.
Sin embargo, los puntos ciegos psicológicos son aquellas características personales que no queremos reconocer. Un buen punto de partida para descubrirlos consiste en centrarnos en nuestras reacciones más intensas. Una reacción emocional muy intensa, o una opinión inusualmente fuerte, puede indicar que en el fondo existe un impulso interior inaceptable o indeseable. De hecho, solemos reaccionar intensamente ante las características propias indeseables que vemos en los demás. Es lo que los psicólogos Hal y Sidra Stone llamaron “yos repudiados”.
Esta teoría fue confirmada por un estudio desarrollado en la Universidad de Rhode Island y otro llevado a cabo en la Universidad de Georgia. En ambos se apreció que las personas que catalogaban las imágenes eróticas como inaceptables, debido a que arrastraban una gran culpa sexual, eran precisamente aquellas que experimentaban más excitación como respuesta a esas imágenes. En otras palabras: aquello que negamos con más vehemencia puede esconder un punto ciego psicológico.
Obviamente, esa tendencia no se limita a la sexualidad, sino que se aplica a cualquier ámbito de la vida. Los juicios ásperos sobre los comportamientos ajenos suelen revelar una inseguridad personal proveniente de ciertos rasgos que no queremos aceptar.
Los puntos ciegos psicológicos no se limitan a las reacciones negativas, también pueden expresarse a través de actitudes o comportamientos extremadamente positivos, los cuales sugieren la falta de un rasgo deseado. Un estudio realizado en la Case Western Reserve University, por ejemplo, reveló que las personas intentan esforzarse por parecer desprejuiciadas y muestran actitudes excesivamente positivas hacia un grupo estigmatizado cuando su “yo” como persona sin prejuicios está amenazado.
Otra señal de que no reconocemos nuestros puntos ciegos psicológicos consiste en mantener la misma relación con diferentes personas. Si siempre te quejas porque tus parejas o amigos se comportan de la misma manera, es probable que se deba a que estás elgiendo perfiles psicológicos similares, que te llevan a replicar la relación de la que supuestamente deseas salir. Hasta que no descubras cuáles son los puntos ciegos psicológicos que perpetúan esas relaciones, no podrás salir de ese bucle.
Si piensas que tu suerte nunca cambia, también es señal de que necesitas sacar a la luz esos puntos ciegos. En el fondo, tu vida no cambia porque estás repitiendo ciertos patrones emocionales y cognitivos que te llevan continuamente al punto de partida. Por tanto, en vez de quejarnos de nuestra “mala suerte”, deberíamos preguntarnos cómo estamos contribuyendo a esa mala suerte.
3 preguntas para descubrir los puntos ciegos psicológicos
Muchos puntos ciegos esconden verdades sobre nosotros que no estamos dispuestos a aceptar tan a la ligera. Por eso, para hacer este ejercicio es conveniente practicar antes la meditación midnfulness o ejercicios de respiración que nos ayuden a bajar nuestras barreras psicológicas. Si estamos relajados y nos sentimos a gusto con nosotros mismos, podremos tolerar mejor que ciertas verdades salgan a la luz. Las preguntas que debes plantearte son:
- ¿Qué tengo miedo de saber?
- ¿Qué es lo que menos quiero aceptar?
- ¿Qué siento sobre mí?
No necesitas hacer nada con las respuestas que acudan a tu mente. Si acuden respuestas que te sacuden, es un gran paso porque indica que has descubierto un punto ciego psicológico. Tan solo necesitas irte acostumbrando a esa nueva verdad.
El neurólogo Oliver Sacks relató el caso de un hombre ciego de nacimiento que pudo ver cuando llegó a la mediana edad. Aunque sus ojos captaban la información visual, su cerebro no sabía cómo darle un sentido. No podía diferenciar entre un hombre y un gorila, hasta que tocó una estatua cercana de un gorila, entonces la diferencia se hizo evidente.
Cuando encuetres tus puntos ciegos psicológicos, es probable que experimentes un estado de confusión similar porque no estás acostumbrado a esos nuevos ojos con los que ves tu “yo”. La primera reacción es la negación. Hay que sobrepasarla comprendiendo que todos tenemos luces y sombras y que cuanto mejor nos conozcamos, más nos acercaremos a la persona que queremos ser, pero la persona real, no la imagen engañosa que hemos construido.
El simple hecho de observar la verdad sobre ti mismo sin juzgarla comenzará a cambiarte. Te verás de manera más clara, con todas esas contradicciones que te enriquecen y hacen humano. Es un viaje difícil, pero vale la pena.
Fuentes:
Stone, H. & Stone, S. L. (2014) Manual del Diálogo de Voces. Barcelona: Editorial Eleftheria.
Pronin, E. (2007) Perception and misperception of bias in human judgment. Trends Cogn Sci; 11(1): 37-43.
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Baumeister, R. F. et. Al. (1998) Freudian Defense Mechanisms and Empirical Findings in Modern Social Psychology: Reaction Formation, Projection, Displacement, Undoing, Isolation, Sublimation and Denial. Journal of Personality; 66(6): 1081-1095.
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