Cuentan que un viajero sediento vio un conducto de madera por el que corría agua. Contento, bebió hasta saciar su sed. Al terminar, levantó la mano y anunció:
-Ya he terminado de beber. Deja de correr.
Aquel hombre, acostumbrado a que se hiciese su voluntad, se enojó al ver que el agua seguía corriendo, así que gritó:
– ¡Ya he dejado de beber y acabo de decirte que te detengas! ¿Por qué sigues fluyendo?
Una persona que pasaba a su lado vio la escena e intervino:
– ¿Por qué no te olvidas del agua y sigues tu camino, en vez de gritarle para que deje de fluir?
A primera vista, la actitud del viajero puede parecernos completamente desquiciada. Y, sin embargo, la replicamos cada día sin darnos cuenta.
Control ilusorio, la trampa de pensar que puedes controlar todo
“El que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos”, escribió Francisco de Quevedo. El escritor que conoció la gloria, pero que también se hundió en el infierno, famoso por su carácter mordaz, era un experto en fluir con los acontecimientos.
Sin embargo, siglos han pasado, muchas generaciones se han ido sucediendo y hemos desarrollado un mayor poder tecnológico, por lo también hemos comenzado a actuar como el hombre de la parábola. Rechazamos la idea de que no somos omnipotentes y nos enfadamos cuando las cosas no van como deseamos.
Ese es el camino más directo hacia la frustración, como apuntaba sabiamente Quevedo.
Una de las principales razones por las que nos resistimos a aceptar que las cosas no siempre irán como queremos es la ilusión de control. Desde pequeños nos han enseñado que si nos esforzamos lo suficiente y planificamos todo con lujo de detalle, podremos alcanzar lo que nos propongamos y controlar nuestro destino.
Como resultado, tenemos la tendencia a sobreestimar el control que ejercemos sobre los eventos, incluso sobre los que son completamente incontrolables o escapan en gran medida de nuestro influjo y voluntad. Nos convencemos de que si creemos que algo “no puede ser”, no será.
Sin duda, esa creencia puede ser reconfortante, pero es solo la mitad de la historia. Lo cierto es que la vida está llena de variables impredecibles y vueltas de tuerca inesperadas. No todo está bajo nuestro control. Cuando el mundo gira y las cosas se tuercen, no toma particularmente en cuenta nuestra idea del “no puede ser”.
Pero, ¿sabes qué es lo peor de todo? Que aquello a lo que nos resistimos, nos daña. Que si no tomamos nota de la realidad, no podremos responder adaptativamente. Que si nos empeñamos en que todo esté a nuestro gusto, gastaremos energía y recursos inútilmente. Y que a la larga, solo nos sentiremos más agotados y frustrados, como el Quijote luchando contra los molinos de viento, una imagen que puede parecer muy romántica, pero que es completamente desadaptativa.
Aprender a fluir con la vida
Cuando hayas hecho todo lo posible, solo te queda fluir con los acontecimientos. Punto. ¿Esforzarte por cambiar las cosas es importante? ¡Por supuesto! También lo es la planificación y la tenacidad. Pero debes dejar espacio a la incertidumbre y el caos.
Todo no saldrá según nuestros planes. El agua no dejará de fluir porque se lo ordenemos y, en ocasiones, incluso puede destruir los diques. Aceptar que no somos omnipotentes no significa darse por vencidos ni asumir una actitud derrotista, sino abrazar una mentalidad más madura ante la vida y, sobre todo, más inteligente.
Aceptar lo inesperado te permite recalcular el camino para replantearte cómo afrontar la nueva situación. Desterrar ideas como “no puede ser” o “tiene que ser así” te permitirá abrirte al verdadero universo de posibilidades, un mundo en el que no siempre las cosas saldrán como deseas.
Y eso no es malo. Al contrario. Es en mitad del cambio cuando surgen las oportunidades. Son los contratiempos los que te empujan a crecer. Son los cambios de ruta los que te permiten descubrir nuevos horizontes.
En definitiva, tenemos que aprender a fluir más con la vida, dejar de pensar que las cosas irán como deseamos y, sobre todo, dejar de enfurruñarnos como niños pequeños cuando el mundo se aparta de lo que teníamos concebido. Así tendremos más éxito y, sobre todo, recorreremos el trayecto con más paz mental.
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