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¿Tu zona de amortiguación emocional es a prueba de estrés?

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Los contratiempos suelen llegar sin previo aviso. Tocan a la puerta cuando menos lo esperamos para poner del revés nuestra jornada y a veces también nuestro mundo. Por desgracia, en la vida, no siempre podemos prever los problemas, evitar los conflictos o sortear las dificultades; pero podemos crear una zona de amortiguación emocional que nos permita minimizar el impacto de esas situaciones estresantes.

¿Qué es un amortiguador emocional?

Hace décadas, cuando se comenzaron a estudiar los efectos del estrés, los psicólogos apreciaron que existe una enorme variabilidad en las reacciones individuales a los principales eventos vitales negativos, como una enfermedad, la pérdida de una persona significativa o el desempleo.

Algunas personas quedan muy afectadas y terminan desarrollando depresión, ansiedad o trastorno de estrés postraumático, pero otras no sufren el impacto con tanta intensidad y logran recuperarse con cierta rapidez. Los investigadores descubrieron que una de las claves para encajar mejor los golpes de la vida son los amortiguadores emocionales.

Un amortiguador emocional es un recurso psicológico que reduce el impacto de las situaciones estresantes y difíciles en la vida, de manera que contribuye a proteger nuestro equilibrio mental. No solo nos ayuda a mitigar los efectos negativos de los eventos estresantes o traumáticos, sino que también nos ayuda a recuperarnos más rápido del golpe.

Los amortiguadores emocionales nos protegen del estrés

Cuando nos enfrentamos a una situación estresante o angustiante, nuestro cerebro activa una respuesta de “lucha o huida”, que se desactiva cuando cesa el factor amenazante. La intensidad con la que se activa esa respuesta se denomina “reactividad al estrés” y es un indicador importante de nuestro funcionamiento fisiológico y psicológico, así como de nuestra capacidad de recuperación posterior.

Por supuesto, cierto nivel de reactividad es fundamental para poder responder ante las amenazas del medio. Una reactividad completamente atenuada nos pondría en peligro y nos impediría reaccionar de manera adaptativa ante las amenazas. Sin embargo, la hiperreactividad ante el estrés agudo suele ser perjudicial en la mayoría de los casos ya que no solo afecta nuestro bienestar emocional, sino que también nos hace tomar peores decisiones y disminuye nuestro rendimiento.

De hecho, un estudio realizado en el University College de Londres comprobó que las respuestas desreguladas a los estresores cotidianos pueden acumularse y causar un “desgaste” en el cuerpo que muchas veces termina manifestándose a través de patologías psicosomáticas. Por tanto, una reactividad reducida y una recuperación más rápida son el patrón más “adaptativo” de respuesta a una situación estresante.

Los amortiguadores emocionales sirven precisamente para reducir el impacto de las situaciones estresantes, evitando tocar fondo emocionalmente y ayudándonos a recuperarnos más rápido. La Inteligencia Emocional, por ejemplo, es esencial para construir esa zona de amortiguación emocional.

Un experimento realizado en la Universidad de Worcester reveló que las personas más inteligentes emocionalmente presentaban una menor reactividad emocional ante el estrés, su estado de ánimo se deterioraba menos mientras afrontaban situaciones estresantes, experimentaban menos molestias físicas y dolor, preservaban mejor sus capacidades cognitivas y se recuperaban más rápido tras el evento estresante.

Otra investigación llevada a cabo en la Universitat Jaume I comprobó que las personas más inteligentes emocionalmente lidiaron mejor con los efectos psicológicos de la pandemia y se recuperaron con mayor rapidez.

Sin embargo, la Inteligencia Emocional es tan solo uno de los amortiguadores emocionales. En realidad, la zona de amortiguación psicológica es un concepto más amplio porque engloba todos los recursos psicológicos de los que disponemos para construir un espacio de equilibrio interior promovido y guiado por la autoconciencia.

¿Cómo crear una zona de amortiguación emocional?

Imagina por un segundo que eres como un vaso. El agua, en cambio, son tus estados emocionales, como el estrés, las tensiones, los conflictos latentes, la frustración o la ira. Si el vaso está vacío, podrá contener un poco de estrés o de frustración. Sin embargo, si ya se encuentra lleno, cualquier situación estresante, por mínima que sea, se convertirá en la gota que lo haga rebosar.

La tensión, el malestar, la angustia o la frustración son emociones que se van acumulando a lo largo del tiempo y que absorben nuestra energía. Si no nos deshacemos de ellas, si no nos aseguramos de vaciar nuestro “vaso emocional”, no es extraño que el menor contratiempo termine haciéndonos explotar o que un problema nos parezca un callejón sin salida en el que nos perdemos.

Para construir una zona de amortiguación psicológica eficaz, debemos asegurarnos de limpiar la “basura emocional” cada cierto tiempo. Se trata de restaurar nuestro equilibrio emocional y reponer la energía psicológica dejando ir todas esas emociones que nos hacen daño y nos mantienen en un estado de zozobra permanente, así como los patrones de pensamiento negativos que nos angustian.

Un pequeño ejercicio para evitar que las emociones negativas se vayan acumulando se denomina “Atrapa, Mapea y Suelta”. Por ejemplo, cuando estés inmerso en una situación estresante, como puede ser una fecha de entrega muy ajustada, la espera del resultado de una prueba médica o un conflicto interpersonal tan solo debes detenerte un segundo para:

  1. Atrápalo. Presta atención a tus emociones y sentimientos. ¿En qué parte del cuerpo se están proyectando? ¿Cómo los estás experimentando?
  2. Mapéalo. Identifica el pensamiento que pasa por tu mente y está causando o alimentando esa emoción que te hace sentir mal.
  3. Suéltalo. Pon a prueba ese pensamiento. ¿Es cierto? Reconoce que es probable que lo que sientes provenga de tu interpretación, no de la realidad.

En general, cada quien debe encontrar aquellas actividades que le permitan relajarse y hallar su punto de equilibrio. Para algunos puede ser la meditación o el mindfulness, para otros la práctica de actividad física o rutinas cotidianas relajantes que les permitan deshacerse de la negatividad de la jornada. Asegurarse de dormir mejor para permitir que el cerebro descanse y se desconecte, así como pasar más tiempo en la naturaleza son actividades que contribuyen a desarrollar la zona de amortiguación emocional.

Pregúntate qué puedes hacer todos los días para sentirte más relajado, experimentar más placer en la vida y/o contrarrestar esos momentos de tensión a lo largo de la jornada. Podría ser tan simple como disfrutar de un desayuno tranquilo todas las mañanas o un baño caliente todas las noches. Si encuentras algo energizante y/o relajante que puedas hacer todos los días o todas las semanas, podrás recargar tu batería psicológica y desarrollar una buena amortiguación emocional que te ayude a lidiar con los momentos más difíciles.

Fuentes:

Sadovyy, M. et. Al. (2021) COVID-19: How the stress generated by the pandemic may affect work performance through the moderating role of emotional intelligence. Personality and Individual Differences; 180: 110986.

Lea, R. G. et. Al. (2019) Does Emotional Intelligence Buffer the Effects of Acute Stress? A Systematic Review. Front. Psychol; 10.3389.

Chida, Y. & Hamer, M. (2008) Chronic psychosocial factors and acute physiological responses to laboratory-induced stress in healthy populations: a quantitative review of 30 years of investigations. Psychol. Bull. 134, 829–885.

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Jennifer Delgado Suárez

Psicóloga Jennifer Delgado Suárez

Soy psicóloga. Por profesión y vocación. Divulgadora científica a tiempo completo. Agitadora de neuronas y generadora de cambios en mis ratos libres. ¿Quieres saber más sobre mí?

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