En el imaginario popular, ser la segunda opción de alguien equivale a un auténtico apocalipsis. Es algo que intentamos evitar a toda costa. Nadie quiere ser la segunda opción de los demás. Y sin embargo, lo cierto es que casi todos somos la segunda, tercera, cuarta… opción de alguien más. Y es que en realidad, más que hablar de segunda opción deberíamos hacer referencia a la “otra” opción.
Julieta también fue la segunda opción de Romeo
Romeo y Julieta son el epítome del amor. Y, sin embargo, pocos han reparado en el hecho de que Julieta fue la “segunda opción” de Romeo. Al inicio, Romeo estaba profundamente enamorado de Rosalina Capuleto y expresa su consternación por el hecho de que esta no lo correspondía.
De hecho, Romeo conoce por primera vez a Julieta mientras intentaba ver a Rosalina en una reunión organizada por la familia Capuleto. Muchos consideran que la experiencia romántica temprana de Romeo con Rosalina lo prepara para su relación más intensa y profunda con Julieta.
Sin Rosalina, es probable que Romeo no hubiese acudido a la reunión, de manera que ese fue el «motor impulsor» para que naciera otra historia de amor mucho más potente.
Asimismo, a lo largo de la vida nuestro camino se cruza con el de muchas personas. Por mil razones, a veces esos caminos se separan y luego se trenzan con otros. Grandes y pequeñas decisiones – tomadas de manera más o menos consciente – a menudo conducen a que dos personas se encuentren, conecten y decidan seguir juntas.
Para que esa conexión se produzca, los astros deben estar alineados. O sea, es probable que si hubiésemos conocido a ciertas personas en otra etapa de nuestras vidas, no hubiésemos conectado igual. Todos vamos cambiando con el tiempo. Cambian nuestra visión del mundo y objetivos en la vida. Por tanto, encontrar a alguien y conectar a un nivel profundo también es el resultado de todas las decisiones que ambos hemos tomado o dejado de tomar en el pasado. Es el resultado de habernos desconectado de algunas personas para dejar espacio en nuestra vida para las próximas.
¿Y si la segunda opción fuera la mejor elección?
En el ámbito de las relaciones personales, a menudo “ser la segunda opción” se percibe como algo negativo que disminuye nuestro valor o que nos coloca en una posición inferior. Sin embargo, esta forma de pensar limita la compleja experiencia que subyace a la conexión humana.
En realidad, no hay nada malo en ser la segunda opción de alguien. Siempre y cuando ese alguien, una vez que decide, se sienta satisfecho de haberlo hecho. Debemos recordar que la ambivalencia también es una característica humana. Todos la hemos experimentado. Y no es motivo para avergonzarse ya que solo indica sentimientos y motivos encontrados. Dudar es humano y perfectamente lícito.
En realidad, es mucho más inútil malgastar energía estableciendo una especie de ranking de relaciones o decisiones. La mayoría de las relaciones van como deben ir. Si funcionan, estupendo. Si no funcionan, tomamos nota y aprendemos de los errores. Así de sencillo.
Cuando pensamos en términos de “segunda opción”, implícitamente nos comparamos con alguien más y nos ubicamos en una jerarquía emocional donde sentimos que valemos menos. Pero la verdad es que en la vida – y especialmente en las relaciones – las elecciones no son siempre lineales. Dejemos las historias de relaciones predestinadas en las que todo marcha sobre ruedas sin sombra de dudas para las películas románticas de Hollywood ya que, a fin de cuentas, el amor no tiene que ser perfecto, sino auténtico.
En cualquier caso, el mensaje final es: si damos lo mejor de nosotros y de todos modos las cosas no salen bien, el problema no es haber sido la segunda opción, sino ser la opción equivocada. Pero ese es un riesgo que corremos, aunque seamos la primera opción porque todos podemos equivocarnos o simplemente porque nuestras expectativas han ido cambiando. Cada decisión – ya sea la primera, la segunda o la tercera – nos guía hacia experiencias que nos moldean y nos ayudan a evolucionar. Hacer un ranking de relaciones no tiene sentido.
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