Uno de los mayores regalos que podemos hacerle a tu hijo consiste en entrenar su cerebro para que piense en positivo. No se trata de abrazar un optimismo tóxico ni de vivir de espaldas a la realidad sino de aprender a encontrar lo positivo o la enseñanza que encierran los problemas. De esta manera les facilitarás enormemente la vida y, de paso, también aprenderás a desarrollar esta actitud, porque educar a un niño, también significa reeducarnos.
Dejar de funcionar en piloto automático
Nuestro cerebro está programado para evitar todo aquello que nos pueda hacer daño. Esa es una de las razones por la cual la tristeza es la emoción que más dura, 240 veces más que el resto. Por eso, es importante educar al cerebro para que comprenda que las cosas no son en blanco y negro y que en los problemas también puede esconderse la semilla del cambio.
El cerebro va guardando la memoria de cómo reaccionamos ante las diferentes situaciones, de manera que se van creando “autopistas neuronales” que se convertirán en hábitos. Esto significa que si los niños aprenden desde pequeños a centrarse únicamente en lo negativo, a asumir una actitud derrotista y piensan en los problemas como obstáculos, muy pronto esa manera de pensar se convertirá en un hábito.
Los hábitos no son negativos, al contrario, nos permiten ahorrar tiempo y energía que podemos destinar a otras tareas. Sin embargo, debemos asegurarnos de que los hábitos que fortalecemos son positivos y no se convierten en un obstáculo para nuestro desarrollo y bienestar.
La técnica “el frasco de la felicidad”
Elizabeth Gilbert ha creado una técnica muy sencilla para enseñarles a los niños a pensar en positivo cuanto antes. Lo más interesante es que se puede realizar en familia, de manera que todos podéis aprender.
La técnica se denomina el “frasco de la felicidad”, aunque también hay algunas variantes, como el “tarro de los momentos felices” o el “baúl de la gratitud”. Solo necesitas tener un bote transparente, donde todas las noches cada miembro de la familia debe colocar una nota indicando algo positivo que le haya pasado a lo largo de la jornada.
Puede ser absolutamente cualquier cosa, desde una sonrisa que os haya transmitido alegría hasta un abrazo reconfortante, algo que os haya asombrado… Lo importante es que sea algo que os haya animado ese momento o por lo que podáis sentiros agradecidos. Podéis usar papeles de diferentes colores. Lo ideal es que realicéis la técnica al menos durante seis meses. Al cabo de ese tiempo, podéis abrir el tarro y leer al azar algunas de las cosas que habéis escrito. De seguro os vendrá a la mente ese momento y lo volveréis a disfrutar.
Con esta técnica tan sencilla se consiguen grandes cosas:
– Enseñar a los niños a apreciar los pequeños detalles, que son los que enriquecen la vida.
– Enseñar a los pequeños a practicar el agradecimiento, lo cual les permitirá vivir mucho más satisfechos.
– Poco a poco, aprenden a estar plenamente presentes ya que buscarán cada día nuevas razones para sentirse felices.
– Desarrollan hábitos positivos, que le servirán en el futuro para enfrentar los problemas con una actitud más proactiva. Recuerda que el cerebro suele centrarse más en las cosas negativas que en las positivas, a menudo se queda dándole vueltas a los problemas y sus consecuencias, por lo que es importante enseñarles a los niños desde pequeños que el vaso no solo está medio vacío sino también medio lleno.
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