“Quiero que hagas lo que quieras, no lo hagas porque te lo he dicho”. Estas palabras tienen trampa. Todos lo sabemos. De hecho, es probable que en más de una ocasión las hayas escuchado en boca de tus padres o tu pareja. O quizá tú mismo las has pronunciado en algún momento para presionar a alguien cercano.
Esta frase es el epítome de la Teoría del Doble Vínculo, un fenómeno que matiza nuestras relaciones interpersonales y que no solo es desconcertante sino que puede llegar a hacernos muchísimo daño, sobre todo porque proviene de las personas más cercanas, importantes y que más amamos.
¿Qué es la Teoría del Doble Vínculo?
El filósofo Karl Popper, famoso por su “teoría de la falsación”, le envió a un colega la siguiente tarjeta postal:
Querido M.G.:
Remíteme, por favor, esta misma tarjeta, después de marcar con un “sí”, o cualquier otra señal que te parezca, el rectángulo vacío que se encuentra a la izquierda de mi firma si, por la razón que sea, crees que al recibir yo la tarjeta, este espacio estará todavía en blanco.
Tu amigo
K.R. Popper
Si esta carta ha hecho que tu mente casi se paralice, no te preocupes, es el resultado normal de la confusión. Una estrategia a la que recurren muchas personas controladoras y manipuladoras y que el antropólogo Gregory Bateson catalogó como “Doble Vínculo” o “Doble Constreñimiento”.
Paul Watzlavik y Milton H. Erickson profundizaron en este concepto desde el punto de vista comunicativo y relacional. La Teoría del Doble Vínculo es un fenómeno negativo que se produce en las relaciones cuando una persona significativa plantea una paradoja que nos deja sin salida.
El doble constreñimiento ocurre cuando:
La persona debe hacer X, pero también le piden que haga Y, lo cual entra en conflicto con X.
En práctica, es cuando nos piden que hagamos dos cosas contrapuestas, imposibles de cumplir. Nos someten a dos imperativos en conflicto, ninguno de los cuales puede ser ignorado. En este punto nos sentimos confundidos ya que estamos ante una disyuntiva insoluble pues si cumplimos con una de las demandas no podemos cumplir la otra. Lo peor de todo es que la situación está configurada de modo tal que ni siquiera se nos permite comentar cuán absurda es la demanda.
La espontaneidad impuesta
Un ejemplo típico de una situación de Doble Vínculo es cuando una persona nos pide una conducta espontánea, pero desde el mismo momento en que realiza esa petición, nuestro comportamiento deja de ser espontáneo. La espontaneidad exigida conduce inevitablemente a una situación paradójica en la que, el mero hecho de plantear la exigencia, hace imposible el cumplimiento espontáneo de la misma.
Se trata de la paradoja de “espontaneidad impuesta”. Un ejemplo en el ámbito de las relaciones es cuando le sugerimos a nuestra pareja que nos traiga flores de vez en cuando, porque anhelamos una muestra de afecto espontánea. Sin embargo, el simple hecho de haberlo pedido ya elimina para siempre la posibilidad de la espontaneidad.
Si la pareja ignora la petición, nos sentiremos aún menos amados. Si trae las flores, estas no podrán satisfacer la necesidad de afecto porque sabemos que no ha sido un comportamiento espontáneo. En ese caso, hemos colocado al otro en una situación de Doble Constreñimiento. Tome la decisión que tome, no será suficiente para satisfacer nuestra demanda porque al plantearla, impedimos su adecuada satisfacción.
La paradoja de “espontaneidad impuesta” también se aprecia en las relaciones padre-hijo. Una madre puede reprocharle al niño que es demasiado apático y pasivo, por lo que es probable que le pida: “Anímate un poco, no seas tan apagado”.
En este caso, solo hay dos soluciones posibles, ambas igualmente insatisfactorias: el niño sigue siendo pasivo, de manera que la madre se sentirá defraudada, o bien modifica su comportamiento para satisfacer a su madre pero dado que no se trata de una actitud natural y espontánea, esta considerará su respuesta como una muestra de pasividad al haberse limitado a seguir una orden.
Las condiciones para que se produzca el Doble Constreñimiento
Para que se produza una situación de Doble Constreñimiento, es fundamental que existan dos demandas contradictorias. Generalmente la primera es directa y la segunda tiene un carácter más abstracto. También es necesario que exista:
- Una relación significativa entre las personas. Si la persona no es significativa para nosotros y no ejerce cierto poder emocional, simplemente nos limitaremos a hacerle notar lo absurdo de su demanda. Por eso, las situaciones de Doble Constreñimiento suelen convertirse en un arma de manipulación de padres, parejas o amigos.
- Una consecuencia negativa. La persona que plantea las demandas contradictorias añade además un elemento de presión negativo. En el caso de los padres puede ser “si no lo haces, te castigaré” y en el caso de una pareja puede ser “si no lo haces, me enfadaré”. No obstante, no siempre se trata de advertencias verbales, también pueden mostrarse extraverbalmente, con los gestos y expresiones faciales.
- Un mandato que impide a la “víctima” escapar de la situación. Es el toque final para poner a la persona contra la espada y la pared, impidiéndole además expresar su desconcierto y opinar sobre lo que está sucediendo.
Las terribles consecuencias de haber crecido en un ambiente de Doble Vínculo
Esas demandas antagónicas que se anulan entre sí nos bloquean en tres campos simultáneamente: el pensamiento, la acción y el sentimiento. Esa situación de constreñimiento es altamente perjudicial ya que nos ata de pies y manos, impidiéndonos incluso expresar lo que sentimos. Si hemos crecido en un entorno de Doble Constreñimiento, sus efectos se apreciarán en nuestra personalidad, en la manera de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.
Paul Watzlawick sistematizó las situaciones de Doble Vínculo en la vida cotidiana, con las personas más cercanas, y analizó su impacto en nuestra personalidad.
– Profunda inseguridad personal
Cuando vemos que nuestras percepciones sobre la realidad o nosotros mismos nos acarrean la reprensión de otras personas de vital importancia para nosotros, nos sentiremos inclinados a desconfiar de nuestros sentidos. La inseguridad que emana de esa actitud hará que confiemos más en los otros para ver las cosas “correctamente” y que desconfiemos cada vez más de nosotros.
Si hemos crecido con padres que nos decían cosas como “hay que estar loco para pensar eso”, es fácil comprender el problema al que nos enfrentamos. Nuestras ideas son deshechadas pero, a la vez, no logramos captar los significados que son tan evidentes para los demás. Por eso, no es extraño que nos sintamos fuera de lugar o que incluso pensemos que algo no va bien en nosotros.
Y si continúan insinuándonos que no tenemos razón, será muy difícil encontrar nuestro lugar en el mundo y, sobre todo, en las relaciones con los demás. Esa descripción corresponde perfectamente con el cuadro clínico de la esquizofrenia.
– Inmensa sensación de culpabilidad
Si otras personas importantes para nosotros nos echan en cara no tener los sentimientos que deberíamos tener, acabaremos por sentirnos culpables de nuestra “incapacidad” para experimentar los sentimientos debidos, los sentimientos “verdaderos”. Lo más terrible es que ese sentimiento de culpa se añadirá a la lista de los sentimientos que no deberíamos tener.
Un ejemplo de esta situación de Doble Vínculo es cuando los padres parten del supuesto de que un niño bien educado debe ser un niño alegre y convierten los pasajeros momentos de tristeza de su hijo en una muda acusación de fracaso de su labor educativa. Algunos padres pueden expresar esa decepción con frases como “después de todo lo que hemos hecho por ti, deberías sentirte feliz y contento”.
De esta manera, la más pequeña tristeza del niño se convierte en ingratitud y malicia, creando el terreno fértil para una mente atormentada. Comenzamos a pensar que algo va mal en nosotros porque no deberíamos sentirnos tristes. Y ese pensamiento nos entristece aún más, lo que nos hace aún más indignos, cerrando así un círculo vicioso del cual es imposible escapar. Sobra decir que esta descripción se corresponde con el cuadro clínico de la depresión.
– Confusión de valores
A veces, las personas importantes para nosotros nos demandan normas de comportamiento que exigen y al mismo tiempo imposibilitan ciertas determinadas acciones. Entonces nos vemos envueltos en una situación paradójica en la que solo podemos obedecer desobedeciendo. El emblema de esta paradoja es: “Haz lo que te digo, no lo que me gustaría que hicieras”.
Tal es el caso de los padres que le piden a sus hijos que respeten las normas pero también le exigen que sea osado. O de aquellos que le confieren una gran importancia al dinero y piensan que cualquier medio es bueno para conseguirlo, pero también animan a su hijo a ser honrado en todo momento.
Cuando crecemos en un ambiente de valores contradictorios, no es extraño que caigamos en una situación de desamparo moral. No logramos desarrollar un sistema de valores coherentes que se conviertan en la brújula de nuestra vida y a menudo nos sentiremos desorientados y confusos.
La Teoría del Doble Vínculo como herramienta de manipulación y sometimiento
Muchas personas aplican el Doble Constreñimiento sin ser plenamente conscientes de su impacto, otras lo usan deliberadamente como una estrategia de manipulación. De hecho, se trata de un arma muy poderosa para dominar emocionalmente a alguien ya que:
– Invalida sus opiniones sobre el asunto, tachando sus pensamientos como “no válidos” o “auténtica locura”.
– Invalida sus sentimientos, haciéndole sentir culpable por los mismos y, por ende, impidiéndole expresarlos so pena de ser juzgados duramente.
– Impide la acción, obligando a la persona a mantenerse en una situación de discomfort sin salida, la peor situación en la que puede encontrarse.
Por eso, es importante mantenernos atentos al Doble Vínculo, no usarlo jamás con las personas cercanas y no permitir que nos coloquen en esa situación. Para deshacerse de ese constreñimiento y desarmar a la persona que intenta ponernos contra las cuerdas, basta hacer notar la contradicción.
Si queréis seguir profundizando en las trampas de la comunicación, este libro de Psicología es imprescindible:
Fuente:
Watzlawick, P. (1979) ¿Es real la realidad? Herder Editorial: Barcelona.
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