A nadie le gusta pensar – y mucho menos aceptar – que ha conseguido un logro importante en su vida disfrutando de una ventaja injusta. A la mayoría nos gusta creer que nos lo hemos ganado a pulso, con el sudor de nuestra frente, superando obstáculos y creciendo cada día.
Sin embargo, las evidencias demuestran lo contrario: muchas personas avanzan gracias a privilegios especiales. Pero como se trata de una prerrogativa incómoda, muchas de esas personas desarrollan lo que se conoce como “ceguera a las ventajas”.
¿Qué es la ceguera a las ventajas?
Investigadores de la Hult International Business School constataron que cuando las personas alcanzan cierto poder, a menudo desarrollan una especie de punto ciego psicológico que les impide ver su impacto en los demás. Denominaron a este fenómeno “ceguera a las ventajas” ya que esas personas no se sienten privilegiadas.
A pesar de gozar de cierto estatus o primacía, no perciben que sean particularmente aventajadas. De hecho, los investigadores apuntan que “no siempre somos conscientes o no nos sentimos cómodos admitiendo esas ventajas”.
La profesión, género, origen étnico, edad, apariencia, acento y muchos otros factores determinan nuestra historia vital y, al mismo tiempo, “transmiten diferentes niveles de estatus y autoridad, dependiendo de cómo se construyen socialmente en un contexto específico”.
Por ejemplo, quienes viven en países estables, no se sienten privilegiados por no tener que pensar en su seguridad física cada día y quienes pueden caminar libremente de la mano de su pareja, no piensan en el privilegio que eso podría significar en sitios donde está mal visto o incluso prohibido.
Estos investigadores también percibieron que en una reunión directiva, los hombres no se dan cuenta de la facilidad con la cual pueden transmitir su mensaje porque se les presta la debida atención mientras que a las mujeres se las suele ignorar más a menudo, incluso cuando expresan la misma idea en la misma situación.
Cuando alguien tiene una ceguera a las ventajas, no se siente privilegiado. De hecho, ni siquiera nota que ese tratamiento especial no es normal puesto que no se prodiga a todos. En cambio, esas personas son más propensas a creer que su éxito se debe exclusivamente al trabajo duro y el talento personal, sin considerar que determinadas características, desde el género hasta la apariencia o el origen étnico, pueden haberles dado una ventaja que los demás no han tenido.
¿Un campo de juego nivelado?
A todos nos gusta pensar que la vida es justa porque esa idea nos transmite cierta seguridad. Pensar que si trabajamos duro tendremos éxito o que si somos buenas personas nos ocurrirán solo cosas buenas nos permite dar cierto orden a un mundo que a menudo es bastante caótico e imprevisible.
Por esa razón, es más fácil culpar a quienes no han tenido éxito por su pereza o falta de capacidades que asumir que la vida no es justa. Es más reconfortante pensar – e incluso alimenta más nuestro ego – que todo lo que hemos tenido es porque nos lo hemos ganado en un campo de juego nivelado. Nos sentimos mejor y más seguros cuando creemos que tenemos lo que nos merecemos. Y viceversa.
Sin embargo, debido a las profundas desigualdades e incluso a nuestras propias diferencias personales, lo cierto es que no jugamos en un campo nivelado. Lo cierto es que a veces la casualidad también pone su granito de arena, por lo que sería mucho más sincero reconocer que algunas ventajas – o su uso inteligente – nos han ayudado a llegar al punto en el que nos encontramos.
Una manera para detectar esas ventajas a las que normalmente permanecemos ciegos consiste en ampliar nuestra visión del mundo asumiendo una actitud más empática. La empatía es lo que nos permite conectar con los demás para darnos cuenta de que no todos hemos tenido las mismas oportunidades. A menudo no entendemos la experiencia del otro hasta que nos abrimos y permitimos que nos toque de cerca. Escuchar sus experiencias nos permitirá ponernos en su piel y percibir las ventajas que hemos podido tener y que a otros les han sido negadas.
Eso obviamente, no implica sentirnos culpables. Al contrario, en realidad es un motivo para experimentar gratitud. Sin embargo, también es una ocasión para reconocer y abordar las ventajas y desventajas sistémicas que todos experimentamos a diario, cada quien de manera diferente.
Y si tenemos alguna influencia social u ocupamos algún puesto de poder, ser conscientes de esa ceguera a las ventajas puede ayudarnos a reducir su sesgo y crear un campo de juego un poco más nivelado para todos. A fin de cuentas, disfrutar de ciertas ventajas también implica una responsabilidad para aquellos que no la tienen.
Referencia Bibliográfica:
Reitz, M. & Higgins, J. (2021) Speaking truth to power: why leaders cannot hear what they need to hear. BMJ Leader; 5: 270-273.
Deja una respuesta