Los hijos crecen. Es un hecho. Dejan de ser niños pequeños y se convierten en adolescentes, jóvenes y, finalmente, en adultos. Y a pesar de ello, muchos padres no se dan cuenta. Son conscientes de que sus hijos ya no pueden meterse en la ropa de su primera comunión, los abrazan y notan cuánto han crecido, pero en su mente siguen siendo niños pequeños que necesitan reglas, cuidados y les deben obediencia. Como resultado, a veces la relación se resiente.
En otras ocasiones la distancia emocional se genera por otros motivos, desde conflictos latentes hasta palabras no dichas o fuertes discrepancias de opinión. Sea cual sea la causa, si quieres mejorar la relación con tus hijos adultos, es importante revisar el estado de ese vínculo.
Las relaciones necesitan actualizarse
Muchas veces damos por sentado que las reglas que se establecieron inicialmente – ya sea de manera implícita o explícita – serán válidas para todo el curso de la relación. Los padres, en particular, tienden a escribirlas sobre la piedra. A menudo eso genera un conflicto de expectativas. O sea, esperan que sus hijos se comporten de determinada manera y, a su vez, estos esperan que sus padres actúen de cierta forma. Pero como esas suposiciones no se hablan, cada miembro se siente cada vez más frustrado cuando el otro no satisface sus expectativas.
Las personas cambian y las relaciones con ellas, por lo que cada cierto tiempo es necesario tomarle la temperatura al vínculo para renegociar las reglas y expectativas mutuas. Quedarse anclado en el pasado es el camino más directo hacia el desencuentro y la incomprensión.
Por desgracia, en algunas familias los padres siguen dictando cómo debe ser la relación con sus hijos adultos, ya sea mediante intentos de imposición directa, la manipulación inculpatoria o un sentido de la obligación. Transmiten sus expectativas a los hijos sin siquiera preguntarles qué quieren o cómo se sienten en la relación.
Sin embargo, si esperas que tus hijos adultos sigan acatando tus normas sin rechistar o que te consulten todas sus decisiones, es probable que acabes arrebatándoles el oxígeno psicológico. Y cuando los hijos se sienten demasiado presionados, se alejarán en busca de la libertad y autonomía que necesitan. Esa distancia terminará afectando aún más vuestra relación, rompiendo los puentes del diálogo.
Hacer un sondeo de la interacción
Por ese motivo, una de las estrategias más útiles para mejorar la relación con los hijos adultos es realizar un sondeo o auditoría. Básicamente, consiste en mantener una conversación sincera sobre tus preocupaciones, inquietudes y expectativas, pero también sobre cómo se sienten tus hijos con la interacción.
Puedes preguntar, por ejemplo:
- ¿Qué te parece nuestra relación?
- ¿Qué es lo que menos te gusta?
- ¿Qué es lo que más valoras?
- ¿Qué querrías cambiar en nuestra interacción?
- ¿Qué desearías mantener?
- ¿Cómo te gustaría que nos relacionáramos?
Fíjate que no se trata de buscar culpables sino de analizar en qué punto se encuentra vuestra relación y qué podéis hacer para mejorarla y lograr que sea más satisfactoria para ambos. Si realizas tan solo tres de esas preguntas con la disposición de escuchar, apertura mental, curiosidad sincera y sin ánimo de juzgar ni criticar, tus hijos se abrirán y te dirán lo que no funciona para ellos.
Estas preguntas revelan que realmente quieres que la relación funcione para ambos. Al mismo tiempo, es un reconocimiento de la madurez de tus hijos. De cierta forma, implica reconocer que tienen voz y voto e intentar satisfacer sus nuevas necesidades estableciendo un vínculo renovado que satisfaga a ambos. Mediante esta técnica psicológica le estás diciendo a tus hijos: “quiero saber cómo te sientes conmigo. Estoy dispuesto a asumir mi parte de la responsabilidad y a comprometerme con el cambio porque confío en que podamos solucionar las cosas”.
Análisis DAFO de la relación
Esta técnica también es particularmente útil porque cambia el foco de los padres o los hijos al vínculo. Así no se buscan culpables y se libera la tensión emocional, de manera que cada quien se sentirá más libre para expresar sus insatisfacciones sin sentirse juzgado y será más fácil encontrar un punto intermedio.
Además, a menudo saca a la luz ideas importantes en las que tendréis que trabajar. Por ejemplo, podrás descubrir tus errores en la relación, pero también las cosas que más valoran tus hijos. Así ambos podréis esforzaros por construir un vínculo más saludable. Esa retroalimentación mutua es oportunidad para cambiar y encontrar nuevas formas de interactuar.
De hecho, incluso podrías guiarte por el clásico análisis DAFO (que se suele utilizar en el ámbito empresarial pero que también te permitirá conocer en qué punto del camino se encuentra vuestra relación y trazar su plan de acción de cara al futuro). Lo ideal es que cada uno llene un modelo por separado y luego los comparéis. Así tendréis tiempo para reflexionar realmente sobre vuestras interacciones, lo que funciona y lo que hay que arreglar.
- Debilidades. Son las carencias y limitaciones propias que obstaculizan o frenan la relación, como la dificultad para expresarse con autenticidad, los problemas para conectar emocionalmente, un carácter demasiado controlador o la falta de temas de conversación.
- Amenazas. Son los factores hostiles del entorno que afectan la relación y que resultan difíciles de controlar, como puede ser una nuera tóxica que genere nuevos conflictos o la falta de espacios y tiempo para poder conectar.
- Fortalezas. Son los aspectos positivos de la relación que la sustentan y alimentan, todo aquello que funciona y os hace sentir bien juntos, como el hecho de que os queréis y preocupáis por el bienestar del otro o que tengáis intereses y valores comunes.
- Oportunidades. Se refiere a las circunstancias del entorno que favorecen la relación y pueden contribuir a estrechar el vínculo, como vivir cerca, tener tiempo a vuestra disposición y disfrutar de los mismos sitios o actividades.
Cada relación es única, así que cada análisis DAFO también lo será. Cuanta más información incluyáis, más global será vuestra visión sobre la interacción y más datos tendréis para reparar el vínculo con estrategias realmente eficaces que vayan a la raíz del problema.
Por último, recuerda que si no te sientes capaz de gestionar una opinión sincera y directa o piensas que te pondrás a la defensiva, es posible que todavía no haya llegado el momento de mantener esa conversación.
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