“Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista”, escribió Michael Levine. La paternidad y la maternidad versan sobre el amor, el tiempo compartido y los lazos creados. Por desgracia, a veces los padres se alejan bastante de sus funciones de apoyo, protección y amor, convirtiendo la vida de sus hijos en un auténtico infierno.
En esos casos, es normal que los hijos terminen alimentando rencor, rabia o incluso odio contra sus padres. Haber sido engañado, traicionado o incluso maltratado por las personas que supuestamente deben cuidarnos, amarnos y protegernos es un trago particularmente difícil de digerir. Sin embargo, no perdonar a los padres nos mantiene atados a esas vivencias dolorosas y esos sentimientos emponzoñados, impidiéndonos encontrar la paz interior que necesitamos para vivir con serenidad.
¿Cómo perdonar a los padres y sanar las heridas que han dejado?
El perdón no es algo que se pueda forzar. Debe ser un acto consciente, pero también que nazca desde el corazón. Solo así podrás liberarte del peso que representan esas heridas emocionales.
– Reconoce tus emociones y dales todo el espacio que necesitan
En la sociedad, el rol de los padres y las madres es venerado. Por supuesto, nadie pone en duda que su misión es importantísima y merece todo nuestro respeto. Dar la vida a una persona y cuidarla es, probablemente, la cosa más maravillosa del mundo. Sin embargo, hay padres y padres. De manera que no debes sentirte mal si experimentas resentimiento, rencor o rabia por el maltrato que sufriste.
Es probable que te hayan dicho que tus padres hicieron lo mejor que pudieron, de manera que puedes sentirte incómodo o incluso desagradecido por experimentar ciertos sentimientos. Sin embargo, esconder esos sentimientos no hará que desaparezcan, sino que se seguirán alimentando todos esos conflictos latentes entre vosotros.
Carl Jung afirmó que “lo que aceptas, te transforma; lo que niegas, te somete”. Por tanto, el primer paso para perdonar a los padres consiste precisamente en hacer conscientes todas esas emociones que experimentas hacia ellos. No las juzgues. Simplemente toma nota de su existencia.
– Profundiza en la vida de tus padres
Es sorprendente, pero muchas personas conocen muy poco sobre sus padres. Quizá conozcas algunas de las historias que te han contado, pero es probable que hayan mantenido en secreto muchas de sus vivencias más traumáticas, sus miedos e inseguridades.
Interesarte por su vida te ayudará a ver a tus padres desde otra perspectiva. Te permitirá sacarlos de su rol de padres y comenzar a verlos como la persona que son. Así podrás dejar de juzgarlos de una manera tan severa ya que, como escribiera Enrique Jardiel Poncela, “por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre”.
Quizá tus padres no estaban preparados para tener un hijo. Tal vez tuvieron que hacer grandes sacrificios. O quizá también los trataron mal, de manera que el patrón disfuncional que usaron contigo, fue transmitido de generación en generación. Es probable que tus padres ya arrastraran sus propias luchas y se sintieran sobrepasados por la vida, presionados, inseguros, temerosos…
Intentar comprender a tus padres no significa justificar sus comportamientos y el daño que te causaron o que tus experiencias y emociones no sean válidas, pero te ayudará a ver el cuadro completo y hasta empatizar con ellos o incluso sentir compasión.
De hecho, es una parte importante del proceso de curación porque al comprenderlos mejor, también podrás entender mejor lo que te ocurrió, de manera que podrás darle un sentido a tu historia. Así comenzarás a procesarla y podrás pasar página.
– Desarrolla expectativas realistas y expresa lo que sientes
Los errores de los padres son unos de los más difíciles de perdonar, entre otros factores porque probablemente esperas demasiado de ellos. Ni siquiera es culpa tuya, la sociedad nos ha enseñado a albergar grandes expectativas sobre los padres, por lo que es probable que tengas la esperanza – a menudo inconscientemente – de que finalmente harán lo correcto por ti.
Quizá estés esperando a que un buen día reconozcan el mal que te hicieron y te pidan perdón. Sin embargo, esas ansiadas disculpas no siempre llegan. Los padres no siempre asumen sus responsabilidades por el daño que causaron a sus hijos y no podemos obligarlo a que lo hagan. Pero podemos deshacernos de su influjo abordando el tema.
Si necesitas expresar el daño que te hicieron, tienes derecho a decirle cómo te sentiste y cómo te sientes. Puedes explicarle: “independientemente de cómo recuerdes lo que pasó, solo quiero decirte que me sentí herido/solo/maltratado/abandonado cuando era pequeño. Eso me ha causado mucho daño”.
Quizá de esta forma, tus padres dejen de estar a la defensiva y reconozcan sus errores. O quizá no. En cualquier caso, tener una conversación franca puede ayudarte a liberarte del resentimiento para que sigas avanzando en el camino del perdón.
Si tus padres ya no están o, por alguna razón no quieres hablar con ellos, existen otros ejercicios para perdonar a los padres que puedes aplicar. Por ejemplo, puedes colocar una silla vacía frente a ti e imaginar que tu padre o tu madre está sentado en ella. Dile todo lo que deseas. Dile cómo te hizo sentir. Todas las cosas que te lastimaron. Y todo lo que te habría gustado, que jamás fue. También puedes escribirle una carta. Desahógate y, si puedes, al final, perdónale.
– Elige enfocarte en lo positivo
La inmensa mayoría de los padres aman a sus hijos, con muy pocas excepciones. Pero ningún padre es perfecto. La mayoría de las personas tienen sus propias heridas infantiles sin sanar, arrastran sus traumas psicológicos, tienen sus propias sombras y combaten con sus monstruos interiores. Sin embargo, incluso en esa oscuridad, muchas veces es posible encontrar algo de luz.
Para perdonar a los padres, es conveniente intentar encontrar también la parte positiva o los buenos recuerdos, que a menudo han quedado eclipsados por el dolor. No se trata de “lavar su imagen” y excusar lo que hizo mal, sino de equilibrar la imagen que tienes de tu infancia incorporando además las cosas positivas que la ira o el resentimiento normalmente no te dejan ver.
Y si tus experiencias o traumas simplemente son demasiado grandes como para encontrar algo positivo, no te sientas obligado a hacerlo. El perdón no se puede violentar. Si no puedes encontrar nada bueno en tus padres o en la manera en que te trataron, no pasa nada. En su lugar, intenta enfocarte en cómo esas vivencias negativas te han convertido en una persona más resiliente/compasiva/empática/luchadora…
Quizá tus padres no te trataron bien durante la infancia, pero recuerda que como adulto, eres totalmente responsable de tu vida, lo cual significa que puedes sanar las heridas emocionales que dejaron tus padres. Perdonar a los padres no implica exonerarlos de su responsabilidad, sino que tienes derecho a vivir sin ese peso. Cuando te des cuenta de ello, te resultará más fácil enterrar el hacha de guerra. Hacer las paces con esa etapa de tu vida es permitirte vivir la vida que mereces, finalmente. Porque, como dijera Milton Erickson, “nunca es tarde para tener una infancia feliz”.
En cualquier caso, recuerda que perdonar a los padres a menudo es un viaje largo, complicado y tortuoso. Cuanto más profunda sea la herida, más difícil es el proceso. Por eso tenemos que estar listos para perdonar. Tenemos que querer perdonar. Tenemos que estar convencidos de que perdonar nos ayudará a estar mejor. Porque, a fin de cuentas, ese es el objetivo.
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