Si mantienes una relación desde hace tiempo, es probable que pienses que sabes lo que quiere decir exactamente tu pareja cuando afirma que no quiere hacer nada especial para celebrar su cumpleaños o el Día de San Valentín. O quizá creas que sabes lo que significa ese ceño fruncido o ese “no me pasa nada”. Pero… ¿es realmente así? ¿Cuánto conoces a tu pareja? Y, sobre todo, ¿hasta qué punto es conveniente asumir que lo sabemos casi todo del otro? ¿Y si estar convencidos de que conocemos muy bien al otro nos distancia, en vez de acercarnos?
Sesgo de comunicación cercana: olvidar que somos dos personas
En 2011, un grupo de psicólogos de la Universidad de Chicago desarrollaron un experimento muy interesante en el que una persona debía guiar a un completo desconocido o a un amigo o a su pareja para que moviera unos objetos que no podía ver.
Contra todo pronóstico, las personas que trabajaron con alguien cercano obtenían peores resultados. ¿Cómo es posible?
La respuesta es sencilla: tenían una perspectiva más egocéntrica. O sea, los participantes sobreestimaron el nivel de compenetración y asumieron que ese conocimiento mutuo sería suficiente para comunicarse. Como resultado, enviaban señales y frases más ambiguas a sus amigos o parejas que a los extraños y se esforzaron menos por ponerse en su lugar.
Cuando estamos ante alguien a quien creemos conocer bien, nos basamos más en nuestra propia experiencia – en sustitución de la del otro – por lo que empatizamos menos y eso da pie a malinterpretaciones y errores.
Los investigadores llamaron a ese fenómeno “sesgo de comunicación cercana”, el cual hace que percibamos a nuestros amigos y parejas como mucho más similares a nosotros de lo que son en realidad. Asumimos que saben lo que nosotros sabemos y, al mismo tiempo, creemos saber lo que están pensando. O sea, creemos que conocer a alguien es casi como comunicarnos por telepatía. Es como si olvidásemos que somos dos personas.
Obviamente, ese “atajo mental” puede facilitar la comunicación con alguien a quien conocemos y con quien tenemos cierta complicidad. No cabe dudas de que a veces basta mirar a nuestra pareja para intuir lo que está pensando o sintiendo, pero en ocasiones el sesgo de comunicación cercana también se nos va de las manos y se convierte en un obstáculo que sabotea la relación.
La trampa de la intimidad
La familiaridad puede hacer que malinterpretemos las intenciones y los deseos de nuestra pareja u otros seres queridos. Es normal pensar que entendemos mejor que nadie a la persona con quien compartimos la vida – y quizá sea así – pero incluso ese conocimiento no está exento de ambigüedad, malas interpretaciones y agujeros oscuros.
En el citado estudio, los investigadores también comprobaron que ni siquiera entendemos mejor el significado de las frases ambiguas cuando provienen de nuestra pareja. O sea, tampoco somos capaces de intuir con precisión lo que ha querido decir, en comparación con un extraño.
¿A qué se debe eso?
Cuando nos relacionamos con desconocidos, asumimos que no los entenderemos perfectamente, lo que hace que seamos más propensos a pedir aclaraciones e ir con pies de plomo a la hora de hacer interpretaciones. En cambio, con la pareja y las personas que forman parte de nuestros círculos de confianza somos más proclives a aceptar nuestras suposiciones sin siquiera cuestionarlas.
Sin embargo, al imaginar que sabemos lo que quiere el otro, perdemos la oportunidad de preguntar y obtener una retroalimentación valiosa. Esas pequeñas fallas de comprensión cotidianas pueden acumularse, de manera que en cierto punto podríamos dejar de relacionarnos con la persona que tenemos delante para limitarnos a reaccionar ante la imagen que hemos construido en nuestra mente.
A la larga, esas malinterpretaciones harán que el otro se sienta incomprendido o incluso ignorado, lo cual puede ir generando una brecha cada vez más grande. De hecho, el exceso de confianza en el conocimiento que tenemos del otro puede contribuir a crear un abismo de malentendidos.
La clave para conocer mejor a tu pareja y mejorar la relación
Para exorcizar el sesgo de comunicación cercana, lo mejor es mantener la mente abierta. Todos evolucionamos como personas. Nuestras prioridades, ideas y deseos cambian a lo largo de la vida. Por tanto, tenemos que dejar de asumir que conocemos bien al otro y mantenernos atentos a las pequeñas señales para ser capaces de captar ese devenir.
En vez de pensar: “sé exactamente lo que mi pareja quiere decir”, debemos recordar que tenemos que seguir descubriendo su complejidad cada día porque se trata de una persona en continua evolución. Debemos dejar ir nuestras expectativas e intentar deshacernos de las creencias que hemos construido en base a las experiencias comunes porque toda imagen que hayamos podido formar en nuestra mente es un reflejo de la realidad, ¡pero no es la realidad!
Y ante las dudas, es mejor preguntar. Es tentador pensar que podemos ponernos en su lugar y asumir su perspectiva, pero los experimentos psicológicos demuestran que intentar adoptar el punto de vista de los demás no solo afecta nuestra precisión, sino que nos lleva a confiar más en nuestro juicio, lo cual puede dar pie a suposiciones erróneas.
Creer que conocemos a nuestra pareja como a nosotros mismos puede llevarnos a caer en el error del adivino, una distorsión cognitiva que nos empuja a predecir un resultado y actuar en consecuencia, sin tomar en cuenta los datos objetivos ni las probabilidades reales.
Por tanto, es mejor no intentar adivinar lo que podría estar diciendo nuestra pareja y simplemente preguntar para corroborar o desmentir nuestras interpretaciones. Preguntas como: «¿Qué estás sintiendo?» o «¿Qué quisiste decir?» no deberían desaparecer jamás del diálogo en una relación de pareja.
En conclusión, sé más cauteloso a la hora de hacer suposiciones sobre lo que siente o piensa tu interlocutor y no imagines que sabes lo que le está pasando por su cabeza, basándote en lo que sabes sobre él o ella. Esa es la clave para evitar malentendidos y que todos se sientan realmente escuchados.
Referencias Bibliográficas:
Schonbrun, Y. (2024) How well do you really know your partner? En: The Washington Post.
Eyal, T. et. Al. (2018) Perspective mistaking: Accurately understanding the mind of another requires getting perspective, not taking perspective. Journal of Personality and Social Psychology; 114(4): 547–571.
Savitsky, K. et. Al. (2011) The closeness-communication bias: Increased egocentrism among friends versus strangers. Journal of Experimental Social Psychology; 47(1): 269-273.
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